La mayoría de las personas vive deseando sólo lo que ven los sentidos afuera. ¿Qué ropa compro hoy en el shopping?, o ¿quién me amará esta noche aunque sea por un rato?, o ¿quién vendrá a mi vida? Será, quizás, quien llenará los huecos de mi carencia; mi propio vacío. Ya no importa que “yo llegue” a mi vida; lo más importante para mí es que “otro llegue” y oculte un poco mi vacío existencial.
Entonces, cuando los otros se van, me abandonan, o se mueran, yo lloraré desesperado diciendo: “Qué horror, se me fue dejándome tan solo… ¿Qué será de mí ahora?”
Dejemos de autoengañarnos por un instante. Porque la partida del otro lo único que hace es reflejar el vacío profundo de mi existencia. Que sólo siento más o menos cubierta cuando los demás andan por allí a mí alrededor. Y si de paso hacen lo que yo quiero, tanto mejor; si no lo hacen igual yo “aguanto” heroico porque soy muy espiritual, con mi “octavo” nivel de reiki… y con mis ciento ocho técnicas para repetir el nombre del señor en mis meditaciones. Además, recién vengo del Uritorco; vi las naves extraterrestres… Entonces una pregunta provocadora sería: ¿y para qué vas al Uritorco a ver las naves? “Para ver si me rescatan el día de mañana…”.
¿Te rescaten de quién? No… basta de engañarnos.
Nadie puede ser rescatado de sí mismo. Vos no podés estar con vos mismo. Entonces querés que alguien venga y te rescate, ¿verdad? Entonces es obvio que si nadie nos enseñó a reconocer quiénes somos realmente seamos muy infelices casi todo el tiempo.
Por eso, son heroicos quienes se plantean cómo hacer para cambiar la “información” de una vida. Tantos seres divinos llaman a ese momento “la noche oscura del alma”; significa que en un punto el desánimo es tan grande que es una maravilla la oportunidad que se te presenta. Porque es sólo desde el desánimo, cuando el mundo ya no nos satisface, cuando comprendemos que “nada ni nadie” llena nuestra vida, si no aparecemos nosotros mismos en ella, que podemos empezar a encontrar la verdad.
Entonces ahí se encuentra la gente que dice: “¿Que hago ahora? No me quiero ir sin haber vivido primero, quiero descubrir por qué y para qué estuve acá, quiero el argumento de la historia, quiero ser el dueño de lo que me quede de vida”. Esas personas están listas para dar ese salto cuántico; o lo que tantos maestros en el transcurso de los siglos refieren como: “Has llegado hasta el umbral”.