Hace cinco años se hablaba de fundar una plataforma de pensamiento plural y crítico; de reflexionar desde la multiplicidad y heterogeneidad de “acciones artísticas” que ocurrían en Rosario. Se hablaba también de la necesidad de documentar y archivar.
En 2010 apareció Anuario, registro de acciones artísticas, para plantear –o tratar al menos– un espacio editorial plural que, cada año, hasta hoy, acompañó la práctica del arte con un registro que apostó por lo analógico en momentos de modernidad líquida, comunicaciones efímeras y sobreabundancia de palabras vacías.
Pasaron cinco años de aquella primera gesta que llevaron a cabo Pablo Montini, Georgina Ricci y Lila Siegrist en el universo editorial rosarino. Como curadores (editores) y con el aporte de autores de diversas áreas modales –desde poetas, historiadores y docentes, hasta curadores, fotógrafos, artistas y periodistas–, en esta suerte de plan quinquenal acaban de editar su última publicación correspondiente al 2014 y que tendrá su presentación formal este martes, a las 19, en Gran Mercado (Arturo Illia 1701).
“Es muy buen ciclo de lectura cinco años”, aseguró Siegrist, artista, escritora, docente y editora en un encuentro con El Ciudadano. Ella afirma que en estos años la ciudad es otra y, desde el libro, se pudo dar cuenta de esa transformación. “Nos parece que el arco de tiempo que pasamos es suficiente para mostrar esos ejes que se fueron complejizando”.
En sintonía, Ricci, artista visual, editora y diseñadora especializada en temas de arte, dice que Anuario es “un archivo pensante” porque se da a través de reflexiones de muchas voces. “Es un archivo que está vivo”, conceptualizó.
Por su parte, Montini, historiador de arte, celebró tener Anuario porque, opinó, “resultó un hecho glorioso. Ante la escasa crítica de arte en los medios locales y la tamaña producción que existe es muy importante el lugar de documento que refleja el estado de lo que pasa en Rosario; esto quedará como archivo”. En ese sentido aseguró que este proyecto editorial “será fundamental”, porque es un documento de lo que pasó en estos años “con distintas miradas críticas o no pero con miradas al fin”.
Con los años las portadas y los diseños de los libros fueron cambiando en cuanto colores, formas y dimensiones; también la cantidad de páginas dedicadas a explorar la rica vida de una ciudad que parece latir al ritmo del arte mucho más intensamente de lo que masiva o popularmente se cree.
De aquel primero, fiel al pulso con el que florecía el proyecto, la tapa abría el juego a la innovación con extractos de la novela breve Varamo de César Aira; las palabras de Luis Le-Bellot sobre los hombres que sueñan lo hacían en 2011; el “ahora” de los vanguardistas de 1928 que en “Quincenario Arte-crítica” advertían a los iniciados que “registrar el arte es un arte”, narraba Beatríz Vignoli en un artículo periodístico. Llegó 2013 con un nuevo diseño extra-large, una unificación visual al blanco y negro, y muchas más páginas.
“En los cuatro volúmenes anteriores el equipo editor de Anuario seleccionó una serie de textos-manifiestos que respondían a las preocupaciones, objetivos y necesidades con las que trabajamos cada año. Arribamos a nuestra quinta edición y creemos que Anuario debe ceder su tapa a cada lector. Nuestro deseo es que esta plataforma de pensamiento sea un espacio de pluralidad y discusión. Una herramienta de trabajo, pensamiento y memoria. Escribirlo, marcarlo, dibujarlo: invitamos a disponer de Anuario como un escritorio móvil, un taller de mochila, una asamblea silenciosa, un espacio nuevo a resignificarse”, se puede leer en la solapa de la flamante edición.
De las 168 páginas del primero a las 440 del último Anuario se convirtió en un proyecto editorial de referencia local y nacional. “Cuando salimos a mostrarlo fuera la reacción es impresionante”, contó Montini. Y ejemplificó: “En Buenos Aires no lo pueden creer; lo pueden ignorar a propósito o lo pueden intentar copiar, pero no lo asumen y no lo halagan. En Córdoba se quedaron atónitos y lo consumen”.
Para Ricci, una de las metas que se concretó en estos años fue que el libro tenga “entidad como campo”. Y en ese sentido destacó lo amplio de ese lugar que incluye miradas de autores de diversa procedencia.
“Exogámica” dice Siegrist sumándose a las palabras de Ricci, trayendo a colación una reseña de la periodista Beatriz Vignoli publicada la semana pasada en la edición de cultura del diario Rosario/12. Y destaca: “Nuestra producción de contenido oscila de modo exogámico y eso, si se quiere, es una misión cumplida”.
La amplitud del concepto “acciones artísticas” nunca estuvo definido como lenguaje o corriente. “Las artes, entre comillas, visuales, que vienen de la tradición de la pintura hace años que también son la música, son performance, tal vez son videos, y el venir desde ese lugar creo que nos habilita y desprejuicia a poder ocuparnos de muchas cosas que rompen con lo disciplinar desde una tradición”, aportó Georgina Ricci.
En ese sentido confió que en este último libro los contenidos no se produjeron en tanto despedida: “No hubo una previsión especuladora desde ese punto de vista. Anuario cada año se volvió más explosivo que el siguiente”, reconoció, antes de que Siegrist rematara: “No nos estamos despidiendo en términos de contenidos. En este libro vimos que hay tres o cuatro fenómenos que se abordan desde lugares diversos. El ejemplo más claro es la pintada de negro del museo Castagnino”.