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Quién gana y quién pierde en un empate con causa política

La alianza PS-UCR perdió 11,68 puntos en dos años. Ha gobernado ocho años y no tiene referentes de peso en la disputa nacional.

La alianza PS-UCR perdió 11,68 puntos en dos años. Ha gobernado ocho años y no tiene referentes de peso en la disputa nacional. El radicalismo local se dividió y el sector del oficialismo local se apartó de la alianza de la UCR nacional de asociarse con el PRO. Es una pérdida de votos significativa admitiendo aún esas explicaciones. Termina en el primer puesto en el escrutinio provisorio. Si se cumple el vaticinio de los baqueanos, los votos que están para revisar se van a dividir según el reparto del provisorio, pero como la mayoría de las mesas a recontar en detalle pertenecen a los departamentos de Santa Fe capital y de Rosario, eso puede acentuar la diferencia a favor de la fórmula de Miguel Lifschitz porque en esas dos vecindades la diferencia frente a las listas de la oposición es mayor. Si se cumple esto, el festejo adelantado del domingo a la noche se salva del bochorno.

PRO-UCR ganó 3,41 puntos. Es un aumento moderado, pero señala un techo para esta formación transversal construida sobre disidencias del radicalismo y del peronismo.

Miguel del Sel aparece condenado a ser segundo otra vez, cuando aplicó el máximo de sus esfuerzos. Es improbable que los votos del massismo (el 3,98 de Oscar Cachi Martínez) hubieran mejorado ese resultado de haber formalizado una alianza. Mostrarse juntos en un frente suma, pero también resta. Si hubiera química entre esos electores y sus referentes, los votos del massismo hubieran ido igual a la canasta de Del Sel, y eso no ocurrió.

El PJ ganó 6,61 puntos. Remonta de un nivel bajo, pero no alcanza los niveles del peronismo antes de 2013 (en 2011 –legislativas– las dos listas del peronismo ganaron sumando el 50,01 por ciento de los votos). Es que el fenómeno del PRO –que prospera en las elecciones siguientes– se alimenta sustancialmente de la disidencia peronista.

Las dos fórmulas más votadas tienen un candidato a vicegobernador radical. Esto señala el fenómeno en todo el país de un radicalismo sociológico que se moviliza como ya ocurrió en las Paso para jefe de Gobierno porteño, que repartió apoyos hacia el PRO –movimiento que hereda a sectores del radicalismo, y la lista de Martín Lousteau, que tiene el apoyo formal de la UCR oficial y cuyos caciques principales, como Ernesto Sanz y Elisa Carrió, aparecen apoyando su fórmula al mismo tiempo que integran la alianza nacional con el PRO.

Ese radicalismo sociológico es el que ha buscado Macri para su proyecto, aprovechando que el partido UCR sigue resentido como efecto de la crisis de 2001 y no ha generado un líder nacional que contenga todas sus manifestaciones. Lo más cerca de la unidad fue la odiosa convención de Gualeguaychú en la que la posición del Comité Nacional ganó en una votación, algo impensado cuando Raúl Alfonsín ejercía la conducción. Ese radicalismo sociológico sigue siendo un factor que actuará en las Paso Macri-Sanz. El modo como ha aparecido en elecciones de Capital y Santa Fe es un factor que el macrismo debe considerar especialmente para que las Paso presidenciales no muestren disidencias de fondo que resientan su postulación.

El PJ remonta muy de abajo. Omar Perotti fue un candidato suplente y a contrapelo del kirchnerismo. Desde que se instaló como candidato se escuchó el comentario de que si hubiera arrancado meses antes hubiera mejorado su perfil.

Esa emergencia es vicaria de la eterna división en el peronismo provincial que no se ha remediado pero que con este resultado puede ocurrir. De rebote, el resultado es motivo de festejo para Daniel Scioli, beneficiario de ese tercio de votos cosechado por Perotti, que cantó siempre «Scioli presidente» y lo repitió en la noche del domingo. Scioli y Rabolini hicieron 14 viajes de campaña a Santa Fe para estas elecciones.

La revisión del factor Carlos Reutemann. Aparecer junto al PRO fue un gesto de compra de prestigio a nivel nacional, pero en lo local pudo irritar a radicales que juegan Macri-UCR en ese nivel, pero que han vivido criticándolo al Lole en Santa Fe. No es fácil convertirlos en un día de adversarios a militantes del ex gobernador. También pudo haber peronistas que se salieron del apoyo al voto a Del Sel porque lo consideran un traidor al peronismo.

Para el análisis queda medir si no le restó a Del Sel la diferencia para sacar más ventaja y ganar. Pero era imposible que esa alianza no lo quisiera a Reutemann en la foto, por su prestigio a nivel nacional.

Siempre Santa Fe ha sido una provincia con resultados en el borde. Eso justificó la ley de lemas que se derogó porque no remediaba al consagrar ganador a quien había tenido menos votos nominales. Ganaban los radicales pero gobernaban los peronistas. Sacaron la ley de lemas y el peronismo dejó de ganar. Una situación y la otra creaban malestar en la dirigencia. Cuando Jorge Obeid, siendo gobernador, envió la ley que eliminó la ley de lemas lo justificó en la presión de la opinión pública.

Esa situación de triple empate y el debate sobre los resultados no lo remedia ninguna ley porque es un hecho político. Tampoco lo remedia el balotaje, un sistema que se aplica en la Argentina en algunos distritos pero que no crea gobiernos más sólidos. La solidez de una administración la genera también la política. Aníbal Ibarra ganó un balotaje en 2013, pero no logró fortalecer su gestión. Terminó destituido en 2005 cuando tenía apenas cuatro legisladores que lo apoyaban. Eso fue un hecho político, no técnico. Macri también llegó por balotaje, pero logró mantener una legislatura con 29 leales. Además, negoció leyes allanándose en negociaciones con la oposición. Eso también es político, no técnico.

Las elecciones al filo son una característica de la democracia actual (México, Alemania, EE.UU. con Bush-Gore en 2000) a las que hay que acostumbrase por la fisonomía de la vida pública. El balotaje es un invento que viene de Bélgica, país con monarquía parlamentaria que demostró que se puede vivir sin gobierno: entre 2010 y 2011 llegó a estar 500 días para integrar un gobierno sin que nadie derramase una lágrima. No es un país que pueda explorar esos productos.

Las elecciones al filo hacen necesario un sistema electoral más veloz y transparente que resista además las novedades de la boleta única y los sistemas electrónicos, un ensayo por el cual Santa Fe está pagando un alto costo político. El escrutinio provisorio y la emisión de los resultados le suman desprestigio porque son usados por las fuerzas en competencia para hacer proselitismo de urgencia en un mercado cautivo porque atiende lo que dicen los medios, pero dura unas pocas horas. Los expertos justifican el resultado provisorio porque es un producto informativo que el público exige y su eliminación tendría un gran rechazo. También lo justifican en que los partidos necesitan el resultado del provisorio para conocer en qué mesas deben pedir recuento. Si no existiese, irían a ciegas al escrutinio definitivo. Países que sirven a veces como modelos, como Estados Unidos, no tienen escrutinio provisorio. Van directo al definitivo, pero el provisorio lo hacen los medios aplicando sondeos y mesas testigo que pueden diferir entre sí, pero que nadie discute. Es un país donde los comicios están descentralizados y eso facilita el recuento definitivo.

La elección en Santa Fe tampoco sirve como test para las generales; es una rareza el distrito: dividido como pocos socialmente, expresa una sociedad en tres tercios con otra rareza, el socialismo gobernando. Les aporta optimismo a los tres que jugaron porque sostiene su confianza en una buena elección en octubre, pero como es una provincia rara, puede ser una ilusión.

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