Meses de larga espera llegaron a su fin el sábado por la noche cuando, pasadas las 21, los uruguayos de No Te Va Gustar (NTVG), volvieron a Rosario para dar rienda suelta a un potente show donde presentaron su octavo disco titulado El tiempo otra vez avanza y repasar, a lo largo de casi dos horas y media, veinte años de carrera.
Mayoría de rosarinos, claro está, pero muchos cientos de chicos y chicas llegados de todo el país aguardaron a sus ídolos desde las primeras horas de la tarde con banderas y remeras alusivas a sus ciudades.
El color y el calor popular es una de las características de los conciertos de la banda. Y fiel a lo que sucede en todos los escenarios donde tocan, en Rosario no fue la excepción. Trapos, como en los estadios de futbol, lo que la banda genera en un público muy diverso excede lo puramente musical: “Gracias. La Plata” decía, sencillamente, una de las banderas que flameaban cerca del escenario a metros de otra del club uruguayo de Peñarol que una chica sacudió toda la noche con fuerza, orgullo y pasión.
Hacía casi veinte minutos que, los también charrúas de Boomerang, habían debutado, calentando el escenario como soportes. Cerca de las 22 las luces se apagaron y con el pegadizo “Su Sombrero”, NTVG abrió la noche en una seguidilla de temas que incluyó: “Cero a la izquierda”, “Al vacío”, “A las nueve” y “Me ilumina hoy”.
“Muchas gracias a todos los que vinieron: qué ganas tenía de volver”, fueron las primeras palabras de Emiliano Brancciari, líder de la banda, a las cerca de siete mil personas que presenciaron el concierto. Agradeció a “los que viajaron para vernos” y anticipó: “Será un show largo; buenas noches”, antes de abrir un nuevo conjunto de canciones donde brillaron “Llueve tranquilo”, “Detrás del cerro” y “Alba”.
“El jueves que viene cumpliremos 21 años”, dijo Brancciari anticipando que, de esta manera, la historia tomaría protagonismo más allá de la coyuntura. Así, mixturando nuevos y viejos temas, volvió a Todo es tan inflamable (2006) para interpretar “El oficial”, uno de los pasajes más rockeros de la velada, viajar al 2008 para hacer “El camino” (El camino más largo) y seguir avanzado en el tiempo con “El error”, tema de El calor del pleno invierno (2012).
A lo largo de la noche, ofrecieron una treintena de canciones donde viraron en su sonoridad atravesando paisajes que fueron desde el espíritu rioplatense, el rock, la murga y el reggae hasta el ska e incluso cierto tono tanguero.
Para los que fueron al recital habiendo escuchado previamente el último disco, seguramente se regocijaron cuando descubrieron que, en vivo, las canciones sonaron igual de intensas, precisas y poderosas que en el material físico producido por Joe Blaney mundialmente conocido por trabajar con The Clash, Ramones, Keith Richards y Charly García, entre otros.
Demostrando que ya son clásicos y tienen un lugar ganado y consolidado, se animaron a un cover, “un tema que no nos pertenece”, dijo el líder promediando la última media hora de show, “o quizá sí, por que ya nos pertenece a todos”, disparó antes de hacer “No voy en tren” de Charly García.
Sin más palabras que la gratitud entre cada tema, continuó con “Comodín”, una de las canciones nuevas que abrió un último bloque con todos los condimentos que configuraron el gran cierre con canciones como “Nada para ver” (Sólo de noche, 1999), “No hay dolor” (Este fuerte viento que sopla, 2002), “Con el viento” (Por lo menos hoy, 2010), y “Fuera de control” (Todo es tan inflamable, 2006).
El dato negro: muchos asistentes –sobre todo jóvenes– afectados por el calor y las largas horas de vigilia, sufrieron desmayos, los que fueron atendidos en un salón contiguo al del recital por personal de emergencia y paramédicos.
