Boko Haram, una agrupación terrorista nigeriana que atosiga a la población desde hace una década, logró captar la atención internacional con el secuestro de más de 200 estudiantes en 2014 y ahora expande sus tentáculos a países limítrofes como Camerún y Níger. La milicia, cuyo nombre significa “la educación occidental es pecado”, busca imponer una versión extrema de la sharia, o la ley islámica, a partir de una sanguinaria guerra contra el gobierno y los civiles.
Una semana después del rapto masivo de las estudiantes cristianas, el líder islamista Abubakar Shekau lanzó una amenaza que conmocionó al mundo. “Hemos secuestrado a sus hijas. Ahora son esclavas, las venderemos en el mercado en nombre de Alá. Le pertenecen”, advirtió Shekau en tres lenguas: hausa, árabe e inglés. “He dicho que la educación occidental debe cesar. Niñas, deben abandonar la escuela y casarse. Me voy a casar con una niña de 12 años, me voy a casar con una niña de 9 años”, prosiguió.
Desde entonces hasta la fecha, Amnistía Internacional (AI) afirma que la agrupación terrorista fue responsable del secuestro de al menos 2.000 mujeres y niñas, de las cuales un millar fueron liberadas en un vasto operativo miliar realizado en mayo pasado que además terminó con varios pelotones de Boko Haram. No obstante, los casos como estos se convirtieron en un arma sistemática de la agrupación terrorista contra la población, y además de someter a las niñas han obligado a niños de todas las edades a convertirse en soldados.
Números que asustan
La coordinadora humanitaria de la ONU en el país, Najat Rochdi, reveló que cerca de 1.500 niños fueron secuestrados desde finales de 2014 en Camerún por Boko Haram. “Hay niños que han sido utilizados como escudos humanos”, dijo Rochdi, y agregó que las víctimas tienen entre 8 y 12 años.
De acuerdo con el relato de algunas de las jóvenes que fueron rescatadas, las víctimas son sometidas a decenas de violaciones diarias y obligadas a casarse con los rebeldes para asistir en tareas domésticas. Otras fueron comercializadas en la frontera con Chad o Camerún, donde esta insurgencia fundamentalista instaló sus bases. Ya de regreso a su hogar, el médico Babatunde Osotimehin, director ejecutivo del Fondo de Población de Naciones Unidas, reveló que al menos 214 mujeres y niñas estaban embarazadas de sus captores.
Ya en 2013, los súbditos de Shekau habían tomado a decenas de mujeres cristianas que fueron rescatadas meses después por el ejército en la selva de Maiduguri. Además de forzarlas al trabajo esclavo y a los servicios sexuales, los terroristas usan a las menores como escudo humano ante el asedio de las fuerzas gubernamentales.
Pero nada, ni siquiera las amenazas de una intervención internacional, logra hacer retroceder a Boko Haram, que pese a su ofensiva de sangre recolecta el entusiasmo de la población del norte del país, donde se aglutinan los sectores más pobres y menos escolarizados. Los islamistas propagan la idea de que el gobierno corrupto ha destruido las riquezas naturales nigerianas, una postura que paradójicamente es reflejada en los informes del Banco Mundial: a pesar de las grandes reservas de hidrocarburos, cerca del 54 por ciento de la población de Nigeria es “extremadamente pobre”.
En una entrevista inédita realizada por la BBC en 2009, el abatido creador del grupo, Mohammed Yusuf, enumeró la ideología que el movimiento busca impartir, dentro de las que destacó la negación de que el planeta es redondo, y de la teoría de la evolución de Darwin, cambiar el sistema educativo nigeriano y rechazar la democracia como organización política y social. Hoy su poderío se multiplica a partir del apoyo de la asociación del grupo al Estado Islámico. Y con la comunidad internacional atenta a los conflictos armados en otras fronteras, se da por sentado que erradicar su brutalidad es una misión imposible.