Un cuento tradicional de la India cuenta que… Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, por la envidia al ver el éxito que éste había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio, a quien le dijo: “Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”, a lo que el hombre respondió: “Toma un saco lleno de plumas y suelta una a una donde vayas”.
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado por toda la ciudad. Volvió donde el sabio y le dijo: “Ya he terminado”, a lo que el sabio contestó: “Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas”. El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna. Al volver, el hombre sabio le dijo: “Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste y todas las calumnias que inventaste volaron de boca en boca y ya no lo puedes reparar. Ve y pídele perdón a tu amigo, y la próxima vez recuerda que es mejor no desparramar las plumas, porque ya nunca se podrán volver a juntar…”.
Todos hemos obrado en muchas ocasiones del pasado con ignorancia. ¿Cómo podríamos exigir que hable con propiedad una criatura que está empezando a balbucear? De ese mismo modo, no hay que flagelarse por las acciones cometidas cuando no teníamos el discernimiento adecuado. Tampoco podemos evitar las consecuencias de lo sucedido, el inevitable efecto que sigue a toda causa. Lo que sí podemos hacer en este mismo instante es reconocer la situación, saber plenamente el alcance de la misma, y no repetir un accionar cuyos resultados ya hemos experimentado, con el sufrimiento maestro que derivó de ello. Eso es salir de la autoignorancia y pasar al autoconocimiento. De allí que los seres de luz, concientes de su divinidad, nos recuerdan todo el tiempo el estado de observación continua, la comprensión de lo adormecidos que hemos estado en el pasado, de este nuevo y perfecto despertar, aquí y ahora, y de perdonarnos completamente por no haber sabido, pero teniendo presente en todo momento la no repetición de hechos que causaron sufrimiento a otros y cuyo efecto recayó inevitablemente sobre nosotros mismos. La culpa es un mecanismo de la mente para prolongar el sufrimiento. No más culpa, sino compasión y comprensión, dando lugar al goce de este nuevo, fresco y vital despertar de conciencia, que nos hace vivir en la verdad.