La fábrica de pastas frescas Mil Hojas, pionera en la ciudad en constituirse legalmente como cooperativa en 2001 se trasladará en poco menos de dos meses a un imponente edificio de dos plantas ubicado en Uriburu y Entre Ríos, en la zona sur de la ciudad.
Así, tras 15 años de lucha y prepotencia de trabajo, los que integran la firma están en plena tarea de una mudanza que les proveerá cambios ventajosos. Según indicó el presidente de la empresa, Omar Cáceres, “la ampliación de los espacios nos permitirá centralizar la cadena de producción en un solo lugar, ya que hoy la hacemos en tres lugares distintos y, además, tener más maquinarias”. En consecuencia, los beneficios son muchos: desde optimizar los recursos para hacer más eficiente la empresa hasta generar nuevos puestos de empleos.
Actualmente, el negocio sufre por las importantes limitaciones edilicias. En Alsina 1030, por ejemplo, fabrican los ravioles y las tapas de tartas y empanadas. En el mismo sitio, además, funcionan el punto de venta directo al público y el área administrativa de la cooperativa, pero también es desde donde realizan la carga y descarga de mercadería, hecho que provocó que surgieran, con el paso del tiempo y el crecimiento de la firma, “algunos inconvenientes” debido al tránsito de camiones en la puerta del local de barrio Echesortu.
“Cuando estemos instalados acá –dijo el referente de Mil Hojas mientras señalaba un predio cercado y al aire libre de más de casi 3 mil metros cuadrados de extensión– ese problema ya no lo vamos a tener y podremos cargar y descargar sin ningún tipo de complicaciones”.
Otro de los desdoblamientos que tiene la cooperativa actualmente en materia de producción es que elaboran sándwiches envasados al vacío en un local de Alsina al 1000, que dista a unos 50 metros del negocio central, mientras que fabrican fideos frescos en un espacio ubicado en Güemes y Alvear. Justamente, estas cuestiones obligan a que la dinámica de trabajo resulte bastante compleja.
En este sentido, Cáceres aseguró que “todas esas cosas se solucionarán cuando pongamos en marcha el edificio”. Además destacó que prevén un aumento en la producción de entre un 15 y un 20 por ciento.
Un espacio enorme
El predio de la zona sur, en donde se instalará Mil Hojas en menos de dos meses, tiempo en que creen desde la empresa que “estarán listos los papeles de la habilitación municipal”, tiene un total de 5.387 metros cuadrados, de los cuales 2.441 corresponden a la parte edificada y techada y, el resto, será destinado al estacionamiento de vehículos para carga y descarga la mercadería.
A 15 años de haberse constituido como cooperativa, y por más que el nuevo espacio no sea propiedad de los trabajadores –sino que lo alquilarán–, esperan con ansias el momento de “poder unificar la producción” y tener un lugar acorde a las demandas que generó el crecimiento de la fábrica. Así, Hugo Gómez, otro de los integrantes de la cooperativa, sin poder esconder su orgullo enseñó a El Ciudadano un salón de casi 200 metros cuadrados de extensión, rodeado de ventanas, en donde instalarán las maquinarias para amasar las tapas que, según explicó, “son los equipos que más lugar ocupan”.
Sobre ese sector de la planta Cáceres explicó que fue diseñado especialmente para recibir a los contingentes de estudiantes de escuelas primarias que habitualmente visitan el comercio para aprender cómo se fabrican los ravioles y las masas para preparar empanadas o tartas. “De esta manera los chicos van a poder ver cómo se trabaja sin problemas”, agregó el presidente de la cooperativa, ya que de acuerdo a las normas de higiene, para ingresar a los espacios donde se elaboran y manipulan alimentos se deben cumplir determinados requisitos para preservar la seguridad y calidad del producto.
En el mismo piso están los vestuarios y otro salón de menor extensión que la cuadra principal, en el que fabricarán los sándwiches de miga y se instalarán las máquinas de envasado al vacío. En tanto, en la planta baja funcionará el área de administración y el llamado sector de “planchada”, que es el lugar desde donde se ordena la mercadería que luego será cargada a los camiones para su distribución.
El largo camino de más de cuatro décadas
La fábrica de pastas Mil Hojas era una tradicional firma rosarina que abrió sus puertas en 1972. Según recordó Omar Cáceres, presidente de la hoy cooperativa de trabajo, el lugar “llegó a contar con más de 50 empleados”. A más de diez años de abrir sus puertas los primeros dueños vivieron una etapa de notable producción y venta hasta los primeros años de la década del 90. Pero hacia 1995, debido a las malas prácticas y políticas empresariales, la situación no fue la misma y los trabajadores empezaron a cobrar sus sueldos en cuotas, algunos fueron despedidos y otros decidieron irse porque no podían sostener a sus familias.
En 1997 la empresa se presentó a convocatoria de acreedores por una cifra que superaba entonces los 700 mil pesos pero ese no sería uno de los peores momentos que vivirían los trabajadores. A mediados de 2000 comenzaron a faltar los insumos para producir y hasta les cortaron el gas y la luz, entonces decidieron formar una cooperativa.
“No fue nada fácil, fue toda una lucha legal constante, sobre todo porque fuimos los primeros y tuvimos que pelear bastante”, recordó Cáceres.
En 2001, en un marco económico y social convulsionado, el juez Hernán Carrillo dictó la quiebra de la empresa pero los trabajadores, tanto los que habían sido despedidos como los que hasta el momento habían desarrollado tareas en la fábrica, durante dos meses hacían turnos las 24 horas para controlar que no hubiera “vaciamiento”, es decir, que no se llevaran las máquinas que les servirían si el magistrado que entendía en la causa declinaba a favor de la formación de una cooperativa. Finalmente, Carrillo así lo dictaminó y desde el 31 de julio de 2001 se mantienen en pie, consolidados como una de las empresas de fabricación de pastas de la ciudad con presencia en otros puntos del país, integrada hoy por 15 socios que, además, de manera indirecta les generan trabajo a casi 80 familias.