Si perder el clásico siempre es un golpe duro, cuatro derrotas al hilo para Newell’s se convirtieron directamente en una pesadilla recurrente. Un padecimiento que arrastra hace dos años. Una herida que se agranda cada vez más y que despierta cuestionamientos a todo nivel. En el que todo análisis queda reducido al resultado final.
Y a una nueva frustración para el pueblo leproso.
Al hincha ya no le importa si el equipo perdió merecida o inmerecidamente, si se equivocó poco o mucho, si no lo ayudó la suerte. No existen atenuantes, por más reales y justificados que sean. Todos los errores se magnifican y las explicaciones son un sinsentido. Y el dedo inquisidor señalas culpables por doquier.
A la dirigencia, que aún no pudo festejar en un clásico desde su asunción a finales de 2008, se los critica por las decisiones en los refuerzos y en los entrenadores. Sobre todo porque durante el último receso se insistió con la necesidad de contratar un marcador central (NdR: se anotaron tres zagueros en el cierre del libro de pases) que nunca llegó.
Y el clásico lo termina perdiendo precisamente por un error en defensa.
A los jugadores se les objeta, lógicamente, una buena parte de la responsabilidad por estas cuatro derrotas al hilo, sobre todo a aquellos que estuvieron en todas o en la mayoría y que también participaron de anteriores frustraciones deportivas (eliminación de Libertadores y Copa Argentina, la no clasificación a la Sudamericana, la chance trunca de un bicampeonato, campañas pobres) luego de la obtención del título del Final 2013. Hay un reclamo de relajación colectiva luego de aquel título y una sensación generalizada de que ciertos futbolistas están muy por debajo del nivel de aquellos tiempos.
De la caída del último domingo se “salvaron” los juveniles, Hernán Bernardello e Ignacio Scocco, apenas por la voluntad que mostraron en cancha. Al resto, en menor o mayor medida, se los responsabilizó por una nueva derrota. Y, obviamente, al entrenador también le caben ciertas culpas por la última caída. La propuesta inicial de Lucas Bernardi el domingo no resultó: el equipo ganó en combatividad con Diego Mateo en el mediocampo, pero le faltó juego, algo que corrigió en el complemento con el ingreso de Daniel Mancini.
La decisión de ubicar a Marcos Cáceres como primer marcador central y a Leandro Fernández como segundo zaguero tuvo cierta efectividad. Pero todo se cayó con el tanto de Marco Ruben, cuando el Coty le erró a la pelota y el paraguayo no llegó a cerrar.
Obviamente, el resultado final opaca lo bueno que pudo haber hecho Newell’s en el clásico. Y como siempre sucede, todo entrenador queda debilitado luego de perder este partido. Ahora estará en su capacidad de mando asimilar este duro golpe en las próximas semanas y apuntarle al clásico que se jugará en Arroyito en seis fechas.
En el tiempo que pase hasta ese partido, Bernardi deberá revisar sus decisiones y lograr que rápidamente el equipo se saque de encima una mochila que pesa cada vez más.
Tendrá que evaluar con mayor detenimiento cada situación y preparar el partido de mejor manera. Porque esa será su revancha y el momento en que deberá demostrar que está a la altura de las circunstancias.