Javier Bazterrica, de 37 años, conocido mediáticamente como “el gigoló”, denunciado por varias mujeres por haberlas seducido y estafado, se presentó en la mañana de ayer ante la Justicia de Rosario y fue liberado tras el pago de una fianza de 10 mil pesos. La causa local en su contra fue iniciada en 2013 por una joven estudiante llamada Fernanda, entonces de 24 años, que dice haber sido seducida y luego estafada en 80 mil pesos por el hombre.
El hombre acusado de haber estafado a varias mujeres entre ellas a la hermana del bailarín y coreógrafo Flavio Mendoza, aclaró ayer ante periodistas que actualmente vive en Buenos Aires y que previamente lo hizo en Rosario por tres o cuatro meses, el tiempo que duró su relación con una de las denunciantes.
El gigoló, junto con sus abogados Paul Krupnik y José Nanni, se presentó en los tribunales, y además del pago de una fianza, se comprometió a asistir a periódicamente. También aportó arraigo ante la jueza de Instrucción Nº 8, Delia Paleari, esto es la constitución de un domicilio en Rosario como otro de una residencia en Buenos Aires. Según voceros judiciales, se abstuvo de declarar por consejo del abogado; la imputación fue estafa y amenazas coactivas.
La denuncia
La causa en cuestión, iniciada en 2013, tiene como eje a una joven que salió tres meses con Bazterrica. El galante muchacho le dijo que era polista, contador y que su familia era dueña de la clínica del mismo apellido, según la denunciante.
En un momento, la mujer empezó a sospechar –le había dicho que había puesto unos campos que tenía a su nombre– y llamó a la Universidad de Palermo para verificar si era realmente contador. Allí se enteró que le decían “hola javi”, y que era el hijo del jefe de la custodia de la Universidad. Casi al descubierto, el último acto del gigoló habría sido la fuga a Buenos Aires en un remise con dinero de la mujer.
Escape en remise
Al respecto de la supuesta huída en remise, ayer apareció el testimonio del chofer en Tribunales. El gigoló había pedido el servicio con la dirección de la propia mujer, y contrató un viaje de ida y vuelta a Buenos Aires con espera. Primero, fue a San Martín y después a Martínez, detrás del Unicenter, en un edificio de oficinas. El chofer se quedó esperando al gigoló que le dijo que tardaría 45 minutos. Pero nunca volvió, siempre según el relato del propio remisero. El ticket tiró 1.600 pesos.
“Siempre pagué yo”
“La relación duró un par de meses, comenzó por facebook, la fui a buscar al aeropuerto, después vine a Rosario, todo fue muy bien”, se atajó Bazterrica. “Fuimos al Registro Civil para casarnos, nos habían fijado fecha, habíamos pasado los registros médicos, y de un día para el otro fui un estafador”, expresó. “No le salió lo que quería lograr, la madre sabe, ella se pensó que yo tenía plata”, disparó.
“Cuando esta chica le falta dinero, llama a la Policía, me veo privado de la libertad muchas horas en la casa. Me han llevado a la comisaría, me han revisado y comprobaron que no tenía ningún tipo de dinero. No me han encontrado los 80 mil pesos encima”, dijo el joven.
Al ganar notoriedad, varias mujeres aseguraron haber sido víctimas del “gigoló” a las que habría engañado en medio de una relación sentimental.
“Nunca busqué la plata de nadie, siempre pagué yo”, dijo en relación a denunicas de varias de sus ex parejas. Además, sostuvo que es “mentira” la acusación de estafador y consideró que “existe un juego de la televisión” del cual él no es partícipe. “No tengo ningún arma de seducción, me doy como soy”, replicó y agregó: “No tengo ningún poder de seducción”.
Una jauría de periodistas y un curioso gorro de Central
Javier Bazterrica ingresó ayer a los tribunales provinciales a las 10.20. Había llegado en una camioneta y luciendo un gorro de Rosario Central, que luego se sacó para caminar la cuadra que lo separada hasta las puertas de ingreso al palacio judicial por calle Moreno. Allí fue abordado por una jauría de medios, en mayor parte porteños.
Luego de 40 minutos, salió como un actor de Hollywood, caminó la rampa desde el subsuelo de tribunales hasta la vereda, escoltado por sus abogados, y fue seguido por decenas de cronistas. En ese momento dijo algunas pocas palabras y comenzó a intentar esquivar periodistas como un jugador de rugby.
Con un muchacho de traje y pelo prolijos, que hacía las veces de custodio personal, el presunto engañoso galán intentó subir a un taxi que prácticamente se subió a la ochava, donde finalmente logró escapar del asedio.