Cataluña vota en unas elecciones regionales «históricas», en las que sus ciudadanos podrían entregar el gobierno a una coalición independentista para iniciar un proceso de secesión de esta región nororiental de España.
Unos 5,5 millones de catalanes están citados a votar en esta región que se extiende desde el litoral mediterráneo hasta las altas cumbres de los Pirineos, pasando por las planicies rurales del interior.
Los comicios deben servir para renovar el parlamento y gobierno regionales, pero en el fondo van más allá: apostar o no por un gobierno para constituir en 2017 una república independiente en esta región de 7,5 millones de habitantes.
Ello podría abrir un periodo de fuertes turbulencias en España, que en tres meses celebra unas elecciones legislativas donde el gobierno conservador de Mariano Rajoy tiene mucho en juego.
Después de tres años buscando un referendo como en Quebec o Escocia hace un año, Mas apostó por celebrarlo mediante estas elecciones. A ellas se presenta con la coalición Junts pel Sí, con independentistas de izquierda y derecha.
Si obtienen junto a la izquierda anticapitalista CUP la mayoría de escaños del parlamento regional (68 de un total de 135) –como predicen los sondeos– prometen iniciar su proceso secesionista. Y eso incluso si no tienen la mayoría de los sufragios, debido al sistema electoral que prioriza los votos rurales –más nacionalistas– a los urbanos.
El voto no independentista queda disgregado entre Ciudadanos (centroderecha), los izquierdistas de Podemos, socialistas y el Partido Popular de Rajoy, cuya campaña se centró en Barcelona y sus alrededores, donde viven 3,2 millones de personas.
¿El objetivo? Movilizar a los votantes no secesionistas, mayoritarios según los sondeos pero menos activos políticamente. «Si la participación es del 72%, a los independentistas se les desmonta el chiringuito», aseguró el candidato del PP, Xavier García Albiol.
En 2012 se batió el récord de participación en estos comicios con un 68%. Mas ganó y prometió un referendo de autodeterminación, rechazado por Rajoy porque no es constitucional.
La siempre compleja relación con el gobierno central se agravó en 2010, cuando una sentencia del Tribunal Constitucional negó mayor autonomía para Cataluña y su reconocimiento como «nación». La crisis económica se encargó del resto.
Históricamente minoritario, el independentismo consiguió 1,9 millones de votos en la consulta simbólica y sin valor legal impulsada en noviembre de 2014 por el gobierno regional.
En una intensa campaña, con los líderes nacionales constantemente en Cataluña, Rajoy y sus ministros lanzaron mil advertencias contra la secesión: salida de la Unión Europea, fuga de empresas, corralito, caída de exportaciones.
En juego está la región más rica de la cuarta economía de la eurozona justo cuando ésta deja atrás la crisis y crece a velocidad de crucero. Sin Cataluña perdería un 25% de sus exportaciones, un 19% de su PIB y un 16% de su población.
Rajoy asegura que bloqueará legalmente cada paso hacia la separación, y su partido aprobó recientemente una reforma del Tribunal Constitucional que permitiría inhabilitar a Mas. Mientras, los independentistas amenazan con una declaración unilateral de la secesión.