Ciudad

Reencuentro

“Luciana es la razón de mi vida”

Juan Pablo Chacra, el rosarino que llevaba casi dos años sin ver a su hija, ahora de 7 años, volvió a Rosario con ella desde Cali. La niña había sido retenida por su mamá colombiana, que ante un fallo judicial se escondió en un pueblo de la selva.


Juan Pablo Chacra (rosarino) y Catalina Navarro (colombiana) se conocieron en 2002 en un máster en Finanzas Internacionales en Barcelona, España. Tanto la maestría como el noviazgo transitaron dos años y, cuando la relación caminaba sola, Catalina le contó a Juan Pablo sobre el problema que padecía: esclerosis múltiple, una enfermedad crónica y autoinmune que afecta a la mielina o materia blanca del cerebro y de la médula espinal, provocando la aparición de placas escleróticas que impiden el funcionamiento normal de esas fibras nerviosas. Al terminar sus estudios, y con decisión compartida, sintieron que ese capítulo les había traído tantas alegrías y buenos momentos, que se animaron a escribir unos cuantos más.

En enero de 2005, Catalina y Juan Pablo se casaron en Cali, Colombia. Juan Pablo no tuvo suerte en el ámbito laboral local y le propuso a su flamante mujer probar suerte en Rosario. Y se volvieron a Argentina donde tenían casa y comodidades.

“Nos faltaba un hijo. Luciana, nuestra hija, nació en diciembre de 2007, dos años después de que nos instaláramos en Rosario. La llegada de Luciana fue una gran alegría para las dos familias”, recuerda Juan Pablo con sus ojos ardiendo de emoción.

Durante siete años, la familia Chacra–Navarro vivió una época buena en la ciudad, o al menos así lo recuerda él. Pero los problemas volvieron.

“Según Catalina, su salud comenzó a empeorar. Le echaba la culpa al clima y a la humedad de Rosario. Y en su ansiedad por querer curarse, consiguió un método alternativo en Buenos Aires que empeoró su salud y veía todo negativo”, relató el hombre.

Llegó diciembre de 2012 y la familia aterrizó en Colombia para pasar vacaciones y fiestas navideñas en Cali. En enero, Catalina, Luciana y Juan Pablo tenían que volver a Rosario.

Sin embargo, su esposa le dijo que quería quedarse unos días más en Colombia. Juan Pablo aceptó la propuesta de que en pocos días todos volverían a reunirse en Rosario.

“El 10 de febrero me dijo que le gustaría quedarse más tiempo, pero Luciana tenía que empezar el colegio. Me dijo que quería quedarse hasta julio. Ahí se me prendieron todas las alarmas”, relató.

La odisea por el reencuentro

En marzo de 2013 Juan Pablo volvió a Cali. Su mujer le planteó que no iba a volver a Argentina y le propuso mantener una relación a distancia.

“Se me heló la sangre. Yo le dije que siguiéramos viviendo en Argentina. No hubo un acuerdo, volví y busqué asesoramiento jurídico para iniciar el proceso de restitución de mi hija. La madre de mi hija se llevó a la nena con un permiso de ida y vuelta”, detalló Juan Pablo, que de un momento a otro se quedó sin esposa y sin hija.

Cuando Catalina quería quedarse definitivamente con la hija de ambos en Colombia, la brecha se tornó inflexible y originó una causa judicial entre ambos.

El 30 de mayo de 2013 fue la fecha de sentencia del Tribunal Colegiado Nº 3 de Rosario –vía exhorto– a través de Cancillería argentina a las autoridades jurisdiccionales colombianas que solicitaron la restitución de la niña con au papá.

Cuando el pedido llegó a Colombia, lo recibió la autoridad central del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar donde se le solicita a la madre de la pequeña la restitución a su padre. Ante ese pedido, Catalina se negó a entregar a su hija y apeló el fallo en la Justicia colombiana.

Al año siguiente, en 2014, la Justicia colombiana ratificó lo resuelto en Rosario, dando lugar a la restitución. Pero Catalina desconoció la sentencia, tomó a su hija Luciana y se fugó. Luego de un año de búsqueda, aparecieron madre e hija en una pequeña localidad a 10 kilómetros de Ecuador, en plena selva colombiana.

Cerca del nido

El sábado 26 de septiembre, Juan Pablo almorzaba junto a su familia cuando lo llamó la Policía para darle la noticia que esperaba hacía más de un año, que habían encontrado a su hija.

Ese mismo día, uno de los hermanos de Juan Pablo sacó los pasajes desde Buenos Aires y llegó el domingo a Colombia acompañado de otro de sus hermanos, junto a su abogada. En el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar al mediodía finalmente se reencontró con su hija.

“El reencuentro fue hermoso. Cuando volvíamos en el avión a Rosario, mi hija escribió en un papel: «Hoy aprendí que no hay que tener miedo, sino confianza». Me dibujó a mí, a ella y un avión. Eso fue en Chile, cuando ya habíamos tenido una larga charla”, confesó el papá de Luciana.

Luciana comenzó el colegio el martes pasado, en un segundo nivel, para así el año próximo poder ingresar a 3er grado.

“Cuando llegamos a Rosario, se reencontró con su familia, sus primos, sus amigos, vecinos. El primer día de clases, la fui a buscar, estaba un poco distraído y vino corriendo a abrazarme. Sus compañeros la recibieron muy bien y le dieron el muñeco que va rotando entre ellos”, describió Juan Pablo.

Cuando habla de su hija, a Juan Pablo se le ilumina la cara y la sonrisa, y describió a Luciana como un ser de luz, con una personalidad fuerte y madura, a pesar de su tierna edad. Y advirtió que a pesar de todo lo vivido, el vínculo con la madre de la chiquita será respetado.

El papá de Luciana contó que cuando pisaron Rosario le pidió comer milanesas con papas fritas –que es su comida preferida–, que quiere jugar al fútbol, al tenis e ir a clases de ballet. También quiere conocer Mar del Plata, Bariloche y el mar argentino.

La semana que viene, Catalina –la mamá de Luciana–, debería presentarse ante una audiencia en Rosario para cerrar la restitución internacional de la niña.

“Me siento muy feliz. Fueron casi dos años de lucha. Luciana es la razón de mi vida, no me importa nada más. Voy a pelear para que se quede en Rosario”, concluyó Juan Pablo, un padre que le ganó a los peores pronósticos y hoy le sonríe a la vida.

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