Alcides conoce el canto de la chicharra, insecto al que puede oír en el campo y algunas veces en la ciudad cuando el calor aprieta. Pero hace tiempo que una chicharra molesta a Alcides en cualquier parte. No viene de un jardín, sino de adentro suyo y se calla de ratos. Es crónica. En medicina esta percepción alterada se llama tinnitus o acúfenos. Él los empezó a padecer durante sus últimos años como obrero de la siderúrgica Acindar, un polo productivo del sur santafesino y ubicado en Villa Constitución, a 40 kilómetros de Rosario. Sumado a una depresión diagnosticada en 2000 y otros achaques propios de la edad, Alcides buscó alivio. Hace cinco años compró semillas y cultivó su primera planta de marihuana. Había leído por Internet que podía atemperar los síntomas y metió las manos en la tierra. Estaba flaco, se despertaba a cada rato por la noche y las pastillas, un mix de antidepresivos que le recetaron los psiquiatras, le dieron una fuerte gastritis y generó una intolerancia a los medicamentos. Sin llegar a los 70 años probó su primer porro. Hace dos semanas la Justicia Federal rosarina lo procesó por vender marihuana, delito que acarrea penas entre 4 y 15 años de prisión. Tras un polémico operativo de vigilancia, la Policía allanó su casa y se llevó cinco plantas jóvenes. Según definieron los peritos oficiales, tenían un bajo nivel de THC, componente psicoactivo de la marihuana.
No servían para drogarse. Luego de apelar el procesamiento y a la espera de la decisión de la Fiscalía y el juzgado Federal Nº4, Alcides dialogó con El Ciudadano. El hombre insiste con que cultivó para consumir no por placer sino para buscar alivio. El caso suma al debate sobre el uso terapéutico del cannabis.
Hacia el trabajo
Alcides nació en Ceres, un pueblo santafesino ubicado a 10 kilómetros de la frontera con Santiago Del Estero. Estudió tornería y con el título de técnico viajó al sur provincial que desde hace cuatro décadas es hogar de industrias siderúrgicas. Trabajó de tornero en una fábrica y luego pasó a Acindar, una de las más grandes del país. Conoció a su mujer, que también viajó al sur santafesino para buscar trabajo. Tuvo a su única hija, Gretel.
Hace 30 años Acindar empezó a tercerizar los puestos de tornería y reubicó al hombre en los hornos. El calor y los ruidos se sumaron a los nervios que lleva la acería, donde un error mínimo puede costar mucho tanto para la producción como para su futuro laboral.
En el 2000 los médicos le diagnosticaron una fuerte depresión a la que se le agregaron otros padecimientos como una lumbalgia y los acúfenos. Por receta tomó antidepresivos.
El tratamiento le dejó un sistema digestivo erosionado. No tenía apetito y dormía cada vez menos. Perdió mucho peso. Todo lo anterior figura en la historia clínica del hombre que hoy enfrenta un procesamiento por vender drogas ilegales en su ciudad.
En busca de alivio, Alcides prendió la computadora y buscó en Internet cómo aminorar los síntomas tras haber generado una intolerancia a las terapias medicamentosas. Encontró que el cannabis podía, además de su uso recreativo, ayudarlo. Estudió y se contacto con otros usuarios aunque no probó su primer porro hasta hace cuatro años. Lo armó con la planta de marihuana que cultivó en su casa con una semilla comprada.
En 2005 se jubiló de Acindar. Su último puesto fue en una sección llamada 119, donde varios trabajadores con problemas físicos hacen tareas menos comprometidas que estar al lado del horno. Aún hoy viaja con el bolso de la empresa que le sirve de maletín. Alcides dialogó con este diario.
—¿Cómo empezó a usar el cannabis con uso terapéutico?
—En 2000 empecé un tratamiento convencional por la depresión. Estuve luchando. Leí mucho en Internet sobre cannabis en usos terapéuticos. No fue de sopetón. (El cannabis) Me ayudó a recuperar el apetito. Cuando llega el verano se me caen los pantalones y necesito comer más. Tengo intolerancia a tragar pastillas. Mi mujer me ayudó mucho. Nunca falté al laburo por mis dolencias. Hice un esfuerzo doble hasta que me jubilé.
—Además de los acúfenos ¿Qué otros síntomas tenía?
—No dormía. Me mantenía despierto el deber. Si se trababa alguna instancia de la producción teníamos que estar. Hacía tareas varias en la acerería: soplete y la lingotera, donde pasa el hierro líquido al rojo y se vuelve sólido. Acindar provee los elementos de seguridad pero aún así pasa el sonido. El calor que genera es terrible. La alta responsabilidad, el calor y el ruido quedan en el cuerpo.
—¿Qué le pasó cuando empezó con el tratamiento con marihuana?
—Dejé de ir al psicólogo y al psiquiatra. No lo necesité más. El cannabis ayuda. Me sorprendí cuando fumé por el alivio y el apetito. Engordé. Me procuró un relajamiento. No tenía que tomar pastillas que son terribles para el estómago.
Usos y costumbres
Alcides buscó asesoramiento en la Asociación Rosarina de Estudios Cannábicos (Arec) sobre los fines terapéuticos del cannabis. De forma autodidacta inició su autocultivo y fue consumiendo de lo que producía en su jardín. Insiste con que nunca vendió, delito por el que está procesado–ver aparte–. En diálogo con El Ciudadano, Pablo Ascolani, presidente de Arec y especializado en uso terapéutico del cannabis explicó el caso. “Los medicamentos que tomaba Alcides contra los acúfenos y su depresión hoy tienen una utilidad marginal y llevan muchos efectos adversos. El cannabis en su uso terapéutico tiene efectos positivos en pacientes de distintas patologías. Por un lado, es analgésico para quienes se tratan por cáncer o HIV y también como estimulante del apetito y para disminuir náuseas. Por el otro, se usa para atemperar los síntomas de enfermedades epileptoides, esto es, que llevan a convulsiones”, señaló Ascolani. Ambos usos, insistió el presidente de Arec, han sido estudiados en otras partes del mundo. En varios estados de Estados Unidos y Europa hay medicamentos fabricados con cannabis. “El cannabis es un analgésico ampliamente legitimado por estudios como efectivo para luchar contra dolores crónicos. Los dolores neuropáticos como el de Alcides, por ejemplo”, agregó Ascolani.
Consultado por la dosis de este tipo de tratamiento, el presidente de Arec explicó que es personal ya que no hay una fórmula estandarizada. “Toda persona que cultiva y lo usa de forma terapéutica lo dosifica de forma autodidacta. Al fumar un par de pitadas se espera el efecto unos 10 o 15 minutos. Si el dolor se va, el usuario para de fumar. Con las gotas de aceite, que se mezcla cannabis picado con aceite en baño maría durante un tiempo y luego se aplica a las articulaciones o toma por boca, por ejemplo, el efecto tarda un poco más, entre 30 minutos y una hora”, señaló Ascolani. Cabe recordar los efectos adversos del uso de cannabis en cualquiera de sus formas: la pérdida de noción espacio-temporal, afectación psicomotriz, euforia o disforia, pérdida de memoria a corto plazo o vértigo, entre otros.
“El uso medicinal del cannabis tiene un basamento robusto. No es una terapia alternativa sino complementaria. Las terapias alternativas (ayurveda, homeopatía, por ejemplo) no tienen mecanismos de acción reconocibles ni eficacia clínica. La terapia con cannabis tiene ambos. Existe evidencia de sus usos. El problema es la ley. En Argentina está aprobado y es usado un cannabinoide sintético llamado <Nabilona< para tratamiento en quimioterapia contra el cáncer”, explicó Ascolani.
Según señalaron desde Arec, existen grupos de padres de niños que sufren de epilepsia y convulsiones que buscan utilizar el elemento no psicoactivo del cannabis, llamado CBD, para atemperar síntomas. Existen variedades de cannabis que tienen más CBD que THC, elemento psicoactivo, y que son parte de tratamientos en otras partes del mundo para mitigar las convulsiones. “En Argentina es más difícil para los que quieren explorar esta posibilidad. Cultivar estas plantas, aún con fines medicinales para sus hijos, los pone en la ilegalidad porque la cantidad puede ser considerada como parte o inicio de una red de comercialización. Es la inseguridad jurídica en la que vivimos”, explicó el presidente de Arec.
Tenencia y cultivo
Tal como publicó El Ciudadano, hace dos semanas la Justicia federal procesó a Alcides por comercialización de marihuana. Si se eleva a juicio, el delito, que figura en la ley 23.737, impone una condena de 4 a 15 años. En un allanamiento en la casa del hombre de 71 años la Policía encontró cinco plantas jóvenes de cannabis pero ningún material de corte o envoltorios para la venta. El ex metalúrgico apeló la decisión. Según sus defensores, el caso debería ser caratulado como tenencia y cultivo para consumo personal. Hace años un fallo declaró las penas vinculadas al consumo personal como inconstitucionales. De hecho, y tal como publicó El Ciudadano, hace más de un año y medio que la Justicia federal con asiento en la ciudad no eleva este tipo de causas a juicio. Este medio accedió a la causa en la que se detalla un polémico operativo de vigilancia que utilizaron como prueba de que el jubilado vendía droga.
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