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Argentino de Artes Escénicas: una atractiva programación

El encuentro que finaliza el sábado con “La Wagner”, de Pablo Rotemberg, tuvo una auspiciosa apertura el último fin de semana con el estreno de la Comedia de la UNL, una versión de “Boquitas pintadas”, de Manuel Puig, dirigida por Juan Parodi.

Una nueva edición del Argentino de Artes Escénicas arrancó el último sábado en Santa Fe y se extenderá hasta el próximo, con un cierre en lo más alto con el espectáculo de danza La Wagner, de Pablo Rotemberg. Se trata de la suma de los viejos festivales de Danza y Teatro que organizaba la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y que a lo largo de una década ofrecieron un recorte de obra nacional, en su momento, con el soporte imprescindible de homenajes a grandes creadores y espacios de pensamiento y reflexión crítica como para constituirse en uno de los eventos teatrales más importantes de la provincia y del país, hoy limitado sólo a la programación de espectáculos de diversas poéticas y estéticas a lo largo de una semana, sin aquellas otras actividades paralelas que en su momento lo edificaron (y aún resistiendo la suma a la programación de una muestra paralela de teatro de producción santafesina), exceptuando la atractiva “no presentación”, con ribetes performáticos, del libro Teatro Anaurático. Espacio y representación después del fin del arte, de Federico Irazábal, la única actividad especial de todo el encuentro. Se trata del último libro del reconocido crítico e investigador porteño, que además del autor contó con la presencia de la inquietante actriz y directora Maricel Álvarez y del actor santafesino Camilo Céspedes, un material que parte de, al menos, una hipótesis que no reniega de la provocación y que sostiene que, en el teatro, la necesidad de ocultar la repetición “obedece a cuestiones ideológicas que llevan al sujeto social a consumir siempre lo mismo bajo la ilusión (certeza, de ser eficaz la ideología) de lo variado”.

De este modo, con dos obras por día, y auspiciado por el Instituto Nacional de Teatro (INT), el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia, la Secretaría de Cultura de la ciudad de Santa Fe y el Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea), el Argentino abrió, luego de la presentación del libro de Irazábal, con el habitual estreno de la Comedia de la UNL, este año, con una versión de Boquitas pintadas, de Manuel Puig, a lo que siguió, a modo de cierre de la primera jornada, una función de Babooshka!!, canciones de mujer, musical protagonizado por el talentoso actor, bailarín y cantante Carlos Casella, donde la ambigüedad adquiere el rango de “destreza” para desplegar un rosario de bellas canciones que, en el imaginario colectivo, están asociadas con mujeres y que Casella, acompañado por un notable cuarteto de músicos comandados por el enorme Alejandro Terán, hace propias valiéndose del cuerpo y la voz, pero también del infrecuente magnetismo que caracteriza el historial de su trabajo desde sus comienzos, con la recordada compañía El Descueve.

Esas bellas bocas rojas

Melodrama con aires de folletín que hizo de su autor, el inmanente Manuel Puig, un escritor primero subestimado y luego reconocido por académicos e intelectuales, la Comedia de la UNL, en su edición 2015, tuvo en la jornada de apertura del Argentino el auspicioso estreno de Boquitas pintadas, en una edificante versión del director porteño Juan Parodi, protagonizada por Carolina Cano, Nidia Casís, Selma López, Florencia Minen, Jaquelina Abrigo, Stella Maris Curi, Lucas Ranzani, Daniel Quiñónez y Maximiliano Andrés Jenkins.

Los personajes principales están todos: el imprescindible y malogrado Juan Carlos Etchepare, enfermo de tuberculosis como notable metáfora de una enfermedad asociada con el romanticismo, y sus irrefrenables amoríos con las “sepiadas” Nené, Mabel y la viuda Di Carlo, son el eje narrativo, del mismo modo que la opaca y solterona Celina (hermana del galán), Pancho, la Raba o la madre de Juan Carlos.

Rara mezcla de homenaje al cine de otro tiempo, a su pintoresca retórica de cartón pintado, focos de pie de idílica luz cálida y pelucones de pelo artificial, la versión de Parodi se cimienta en un inteligente recorte de personajes, situaciones y parlamentos, en una especie de devenir melodramático que, muy a su favor, reivindica lo kitsch, eso que a otros molesta o incomoda de Puig, esa arbitraria inclinación por la aciaga rutina pueblerina (la de su General Villegas natal), valiéndose de un elenco de actores talentosos que supieron encontrar en mayor o menor medida los climas, las formas de hablar, los giros imprescindibles para volver creíbles aquellos diálogos de una telenovela que sueña con alcanzar la pantalla grande. De hecho, la versión pareciera transcurrir en un set, entre trastos y paneles de escenografía. Al mismo tiempo, y a modo de homenaje a la versión de la novela por entregas que el imaginario popular edificó alrededor del film homónimo (e ineludible) de Leopoldo Torre Nilsson estrenado en 1974, la puesta de Parodi juega con recursos que escapan al realismo, logrando momentos de una potente teatralidad que remiten a la impronta de un director que puede jactarse de haber alcanzado una poética propia, y que pone atención en la poesía y en la nostalgia, como ya demostró en trabajos como Fotos de infancia, Rosa brillando o el glorioso Mau Mau o la tercera parte de la noche.

Con el montaje, contrariado por algunos factores de producción que fueron esquivos en la jornada de estreno, Parodi logra poner en primer plano la tensión sexual casi pueril de los 50, “de pantallas de tul, de teléfonos blancos” y cartas ajadas y amarillas atadas con un cordón, dando vida, también, a la figura del narrador, aquí cómplice y asistente de un relato impregnado bellamente por boleros y canciones más que oportunas del inolvidable  Leonardo Favio.

Profunda y poética mirada acerca la muerte

La soledad y el arribo de la muerte con ribetes de cuento infantil y reminiscencias de la poética bella y cruel de Lewis Carroll aparecen como signos dramáticos en la demoledora Constanza muere, con dramaturgia y dirección del teatrista porteño Ariel Farace, que se vio el domingo en el Argentino de Artes Escénicas y que se destaca entre lo mejor de la cartelera porteña en mucho tiempo.

La enorme Analía Couceyro es Constanza, acompañada en escena por Matías Vértiz (la Parca) y Florencia Sgandurra (una especie de Alicia oscura). Se trata de una anciana que ve invadida (pero no invalidada) su soledad cotidiana con la llegada de la muerte que la viene a buscar. Así, entre la resistencia a la partida y los despojos de un pasado de recuerdos agridulces plasmados en una ingeniosa escenografía armada a partir de pequeños objetos, ella ensaya su muerte en un domingo a la tarde.

La convivencia con lo bello y lo siniestro y el humor como vía de escape de un texto extraordinario, en el que Farace navega en el plano más profundo de la aciaga cotidianidad, se contrastan con las imágenes que Constanza trae al presente, en medio de interminables jornadas de te con galletitas, viejas partituras para piano, zapatillas de punta y montañas de libros en las que olvidables “poetastros” dejaron sus endebles huellas.

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