Lo que se preveía, finalmente sucedió. Una ciclista atropelló el domingo pasado a una mujer mayor en el cantero central de bulevar Oroño, a quien el incidente le provocó la fractura de cadera. El hecho se dio a pesar de que en el sector está prohibido circular en ese tipo de rodados, pese a lo cual centenares de ciclistas transitan a diario, y no pocas veces lo hacen a alta velocidad. Desde el Concejo piden que se ponga en práctica un decreto aprobado hace varios años para limitar el acceso con esos vehículos al paseo, y más controles.
El siniestro se produjo el domingo a las 10 de la mañana, en horario habilitado a la Calle Recreativa. La mujer, de 83 años, caminaba el sector central de Oroño casi a la altura de calle Córdoba. Detrás de ella, una joven que avanzaba esquivando en “zig-zag” por el cantero central a otras personas no alcanzó a evadirla y la embistió por la espalda.
“Mi mamá nunca la vio venir. El hecho es de una gravedad extrema, es una persona de 83 años con la cadera quebrada. Esto le arruinó la vida. Por suerte la ambulancia llegó muy rápido”, contó el lunes pasado en declaraciones radiales Mauricio Cywi, hijo de la víctima.
“Si bien la ciclista se quedó unos minutos mientras atendían a mi vieja, después se borró completamente”, agregó el familiar.
El trágico episodio trajo a superficie una riesgosa situación que se evidencia a diario. Tiene que ver con la gran cantidad de ciclistas (muchos de ellos a alta velocidad) que circulan por el paseo central de Oroño entre Montevideo y el río generando un notorio peligro para quienes transitan de a pie. Todo, a pesar de que el uso de esos rodados está prohibido allí.
Ese escenario se agrava los domingos con la Calle Recreativa y el resto de la semana en esta época del año, cuando son miles las personas que salen a caminar o trotar por la zona.
El fenómeno combina dos situaciones. Por un lado, la irresponsabilidad de los propios ciclistas, quienes saben de las restricciones ya que sobre la arteria hay carteles que marcan la prohibición de circular. A la par, se exige mayor control estatal dado que las infracciones se cometen todo el tiempo y desde hace años.
De hecho, en 2013 un proyecto de la entonces concejala del PRO Laura Weskamp proponía “blanquear” la situación que se daba de hecho y abrir el cantero central para las bicicletas. Avanzaba así sobre una ordenanza de 1999, pero la iniciativa no prosperó, por lo que continúa vigente la norma que describe al cantero central de Oroño entre Wheelwright y Montevideo como “un tradicional y distinguido paseo rosarino disfrutado por niños, estudiantes, personas de la tercera edad y deportistas que hacen de él su habitual circuito aeróbico”. Y por ello lo resguarda de “la inesperada circulación de un ciclista” que “atenta contra la integridad física de los ocasionales peatones y de quienes acostumbran a gozar del bulevar”.
La iniciativa de Weskamp enfrentó también la oposición del grupo Masa Crítica, que precisamente empuja el uso de pedales en la ciudad, pero evaluó que las bicicletas deben compartir espacio con otros vehículos “y no con los peatones”.
Ominoso omiso
Este medio recorrió ayer el bulevar desde el río hasta calle Córdoba y conversó brevemente con vecinos y comerciantes de la zona. Todos coincidieron en remarcar lo caótico de la situación, sobre todo entre las 18 y las 21.
“Es tierra de nadie el cantero. No sólo es un lío por los ciclistas. También por los que circulan en patines o rollers. Es increíble a la velocidad que andan muchas veces. Tampoco nadie usa casco y muchas bicicletas ni tienen el ojo de gato que permite verlas de noche”, señala Jorge, el encargado de un bar ubicado a la altura de calle Salta.
En tanto, Alberto, empleado de una pizzería asentada a pocos metros, mencionó los agravantes que se dan el domingo con la Calle Recreativa. “Hay mucha gente que va con criaturas y eso es mucho más riesgoso. Por ahí los chiquitos se cruzan de un lado a otro y sucede que las bicicletas vienen a alta velocidad. Es un peligro”, señala.
A su lado, Ernesto, un compañero de trabajo, pone el foco en la prevención y el accionar de la Policía. “Lo raro es que se lo comentás a los de la Comunitaria que andan por Pichincha y a veces llegan hasta el bulevar y no te dan ni pelota. Te dicen que no pueden hacer nada”, describe.
En ese marco, el edil Carlos Cardozo, también del PRO pero cuyo mandato no llegó a ser simultáneo con el de Weskamp, recordó que el año pasado presentó una iniciativa en sentido contrario a su antecesora. Se trata de un pedido al Ejecutivo municipal para que ponga en práctica un decreto aprobado en el año 1999 en el Palacio Vasallo, que encomendaba a colocar “vallas” o “barandas” en el paseo central a la altura de la terminación de las rampas con el fin de garantizar que sean utilizadas por peatones y, a la vez, se limite el paso a las bicicletas. Todo, claro está, sin que la obra dificulte el acceso de personas con movilidad reducida, para quienes están hechas.
“Es un peligro lo que está sucediendo. Esa también es una zona de escuelas y de esparcimiento de muchos institutos geriátricos, además de ser un paseo para familias y lugar de entrenamiento físico”, sostiene el concejal macrista.
Para el edil, que el siniestro ocurrido el domingo se haya producido en la Calle Recreativa hace más gravosa la situación. “Con dos personas de la GUM o inspectores ordenando la circulación y pidiendo a los ciclistas que bajen del cantero todo mejoraría bastante. Se evitarían estas cosas”, manifestó.