Atentados casi simultáneos en al menos seis lugares ensangrentaron el viernes por la noche París, con al menos 120 muertos, un centenar de ellos en una toma de rehenes en una sala de conciertos y otros cinco en las inmediaciones del Stade de France.
El presidente francés, François Hollande declaró el estado de emergencia, anunció el cierre de las fronteras del país y pidió refuerzos militares para hacer frente a estos «ataques terroristas sin precedentes».
La policía dijo que más de 100 personas murieron en la sala del Bataclan en el este de París. Unos 1.500 espectadores se encontraban en el interior de esta conocida sala en la que actuaba el grupo estadounidense de rock Eagles of Death Metal cuando irrumpieron los asaltantes.
«Dos o tres individuos a cámara descubierta entraron con armas automáticas de tipo kalashnikov y empezaron a disparar de forma indiscriminada contra la gente», contó un periodista de la radio Europe 1, Julien Tierce, que estaba dentro. «Duró unos 10 o 15 minutos. Fue sumamente violento y hubo una ola de pánico», agregó.
Otro testigo explicó a la emisora France Info que uno de los atacantes gritó Alá Akbar» («Dios es grande) antes de abrir fuego. «Les oía cargar (…) seguían disparando contra la gente (…) pasamos por encima de los cuerpos, es una pesadilla», agregó con voz quebrada por el llanto.
Los presuntos autores del ataque justificaron sus acciones por la intervención francesa en Siria, relató un testigo a la AFP. «Les he oído decir claramente a los rehenes: La culpa es de Hollande, la culpa es de vuestro presidente, no tiene por qué intervenir en Siria. Hablaron también de Irak», declaró Pierre Janaszak, de 35 años, que estaba en el Bataclan.
Tras el asalto de las fuerzas de seguridad, que dejó tres asaltantes muertos, Hollande se trasladó a la sala de conciertos acompañado por varios ministros y canceló su viaje previsto el domingo a Turquía para asistir a la cumbre del G20.
Esta matanza se produce el mismo día en que Francia restableció durante un mes los controles en las fronteras con motivo de la conferencia de la ONU sobre el clima (COP21), que se celebrará del 30 de noviembre al 11 de diciembre en París.
La ciudad ya había sido blanco a principios de enero de mortíferos atentados yihadistas contra el semanario satírico Charlie Hebdo y un supermercado kósher en París, que causaron 17 muertos.
Además de la toma de rehenes del Bataclan, al menos cinco personas perdieron la vida en tres explosiones cerca del Stade de France, donde se disputaba un partido internacional amistoso entre Francia y Alemania.
Al menos una de esas explosiones fue provocada por un suicida, algo que no había ocurrido nunca en Francia en la historia reciente. El estadio, en el que había 80.000 personas, fue desalojado.
El jefe de Estado presenciaba el partido junto al ministro de Relaciones Exteriores alemán, Frank- Walter Steimeier, y fue evacuado. Un restaurante camboyano cercano al Bataclán también fue atacado, y habría muertos, según algunas fuentes. «Era surrealista, todo el mundo estaba en el suelo, nadie se movía», describió una mujer. «La gente no entendía lo que estaba pasando».
Los demás ataques y tiroteos se produjeron cerca de la céntrica plaza de la República, en zonas muy animados en las noches durante fin de semana.
Ante la gravedad de los atentados, la policía y el ayuntamiento recomendaron a la población que permanezca en sus casas «salvo necesidad absoluta».
En París, se desplegaron numerosos equipos de socorro y varios sectores fueron acordonados por las fuerzas de seguridad.
La comunidad internacional condenó con firmeza los ataques, que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificó de atentado «contra toda la humanidad».
Francia participa desde hace dos años en la coalición antiyihadista que combate al grupo Estado Islámico en Irak, y en octubre extendió los bombardeos a Siria.
En el ministerio del Interior hay una célula de crisis y Hollande ha convocado un consejo de defensa para el sábado por la mañana.