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La difícil tarea del hombre para descubrir el universo femenino

Existe el género psíquico de sentirse hombre o mujer, entonces juegan ciertas comedias dramáticas propias de una pareja.

Por un lado tenemos el sexo anatómico, nacemos hombre o mujer. También nos encontramos con el género sexual o género psíquico, que es sentirse hombre o mujer independientemente de la anatomía. Además hay una elección del objeto sexual, es decir, el género del compañero sexual.

En los tiempos actuales la elección de la sexualidad ha traspasado barreras de prejuicios sociales, y entonces quedarnos sólo con el lugar de hombre y mujer parece estar desactualizado, pero adentrarnos en las otras maneras de orientación sexual sería ya para otro escrito.

En cuestiones de amor, e independientemente de la orientación sexual, existe el género psíquico de sentirse hombre o mujer, y entonces entran en juego y se repiten ciertas comedias dramáticas propias de cualquier pareja, más allá de la elección sexual.

Sigmund Freud jamás pudo responderse el interrogante de ¿qué quiere una mujer?

Dejando a un lado el cientificismo y respondiendo en primer lugar desde otro lugar del saber, la mujer parece dejar muy en claro aquello qué desea. Aunque, es cierto, no es posible aún confirmar desde el género que suscribe la capacidad de escucha y entendimiento del sujeto masculino en cuestión que recibe el mensaje.

¿Qué quiere una mujer de un hombre? Que trabaje, ni mucho ni poco, sino lo suficiente (tarea del género masculino saber cuál es la medida de lo suficiente); que le preste atención a los hijos, lo suficiente para no dejarla a ella a un lado de las decisiones de la crianza; demostrar la medida del amor justo, sin ser escaso ni abundante, ya que puede pasar por desenamorado o en su contrario por pesado.

Cuánto de amor, cuánto de trabajo, cuánto de atención a los niños, y entonces sucede que el hombre suele no encontrar la medida justa de lo que tiene que dar, y aquello que debe guardarse.

La cuestión de la cantidad se distribuye en gran cantidad de áreas: dinero, amor, familia, trabajo, hijos, amigos. Si el partenaire no tiene amigos, está mal o es raro, si tiene muchos también molesta, y puede pasar por inmaduro o vago.

Más que claro para resaltar que la dificultad no está en qué quiere una mujer, sino en cuánto quiere. La cuestión no es de contenido, sino de cantidad, y ya que el género es exigente no vamos a obviar el calificativo calidad. Además de ser ellas quienes delimitan cuánto de cada ingrediente.

Hasta aquí hemos definido a las mujeres demandantes, aquellas que reclaman y reclaman y nunca suelen estar conformes. Existen también aquellas mujeres que se caracterizan por la diferencia en los calificativos que utilizan, y en el tono del pedido para dirigirse a su partenaire, prevaleciendo el “gordi”, “amor”, “vida”, y demás. En general, se suele pesquisar un exceso de cariño, que por el hecho de ser excesivo pasa a perder credibilidad. En un intento de no herir susceptibilidades, podríamos llamarlas mujeres increíbles.

Parece ser que el hombre es un tanto más simple, o bien que se conforma con menos, o bien que se hace el zonzo, o puede darse tal vez la posibilidad de que no adquiere la capacidad de escucha y entendimiento a los deseos de su pareja.

Elecciones de amor

Sigmund Freud se refiere a dos tipos de elecciones de amor en el hombre. A uno la llama el “tercero perjudicado”. Se trata de aquellos hombres que nunca eligen como objeto de amor a una mujer libre, que esté sola, sino que eligen a mujeres que otros hombres puedan pretender “derechos de propiedad en su condición de marido, prometido o amigo.”

La segunda, la denomina “amor por mujeres fáciles”, hombres que las mujeres castas e intachables no les resultan atractivas, y son seducidos por aquellas mujeres de las cuales puede dudarse. En este tipo de elección entran en juego los celos. Condición indispensable y necesaria para este tipo de amantes, ya que es a partir de los celos que la mujer adquiere un valor pleno.

Mientras que en el caso de la mujer, “el marido nunca es más que un varón sustitutivo, por así decir; nunca es el genuino. Es otro –el padre, en el caso típico– quien posee el primer título de la capacidad de amor de la esposa; al marido le corresponde a lo sumo el segundo”.

Complejo de Edipo

El complejo de Edipo es una etapa decisiva por la que todo ser humano atraviesa, la cual comienza alrededor de los 3 años de edad y se resuelve no antes de los seis años. Para ambos sexos el primer objeto de amor es la madre. En el caso de la niña, luego se extrañará de la madre y tomará al padre como objeto de amor, deseando tener un hijo de él.

Mientras que en el caso del varón seguirá siendo la madre su objeto de amor, y entonces el padre pasa a ser un obstáculo, un rival. Ésta es la forma del Edipo positivo. Pero también se da una modalidad del Edipo negativa, que consiste en deseos amorosos hacia el progenitor del mismo sexo, y celos y hostilidad hacia el del sexo opuesto. Está descripción del Complejo de Edipo en su modalidad completa (positiva y negativa) es de la que se sirve Sigmund Freud para dar cuenta de la ambivalencia del niño hacia sus padres.

¿Qué quiere decir resolución edípica? Maud Mannoni, psicoanalista francesa, conceptualiza de manera muy clara dicha respuesta: “Se trata de una aceptación de la ley de prohibición del incesto, de una renuncia, incluso a nivel imaginario, al deseo de contacto corporal genital con el progenitor del sexo complementario y a la rivalidad sexual con el del mismo sexo. Está aceptación que coincide por otra parte con la época de la caída de los dientes es también, de hecho, una aceptación del duelo de la vida imaginaria infantil protegida, ignorante, llamada inocente (…)”.

La resolución del Edipo marca la posición masculina o femenina que el sujeto adopta en relación con el otro sexo.

Cuando no se resuelve la triada edípica padre-madre-niño. Aquellas fantasías no resueltas de la etapa edípica que fueron reprimidas, es decir, sepultadas de alguna manera, vuelven en la vida adulta bajo distintas formas como fobias, obsesiones y demás síntomas neuróticos, además de cargar el sujeto con un superyó muy severo, que es cuando el sujeto es muy crítico consigo mismo, como por ejemplo mediante el menosprecio de sí y los autorreproches.

Relaciones de amor

En las relaciones de amor entran en juego modos de estar que son propios de la infancia.

Celos, envidia, demandas, reproches, castigos. Las relaciones no son fáciles y en cuestiones de hombre y mujer existen lugares (imaginarios) impuestos culturalmente, donde la mujer queda ubicada en el lugar de la insatisfecha y disconforme, y el hombre como en un lugar de soportar, sin soportarla (tal vez).

Pero ellas y ellos se siguen buscando. Y la mujer sigue manteniendo un enigma, algo indescifrable, un “continente oscuro”, que el hombre intenta descubrir y no logra. Están aquellos que no se rinden y están los que no se animan a buscar la respuesta. Ya escribía Roberto Arlt sobre el >Soliloquio de un solterón>. “Me miro el dedo gordo del pie, y gozo. Gozo porque nadie me molesta. Igual que una tortuga, a la mañana, saco la cabeza (…) y me digo. Nadie me molesta. Vivo solo, tranquilo y gordo (…) Soy dulcemente egoísta y no me parece mal. Trabajo lo indispensable para vivir. (…) No creo en los hombres, y menos en las mujeres, mas está convicción no me impide buscar a veces el trato con ellas (…) Me he convencido de que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le daría motivo a sus prójimos para hablar mal de él” (…).

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