Eduardo Piris tenía 41 años y vivía en barrio Godoy. Trabajaba como taxista de día y nunca supuso que cuando le dijo a su esposa que iba a cubrir a un compañero del turno noche que estaba enfermo, esa iba a ser la última vez que hablaba con ella ya que luego, a las pocas horas, cayó fulminado por un balazo en Gutenberg e Ituzaingó el último martes a la noche.
Tanto sus familiares como los vecinos se encargaron de destacar que ante todo era una persona “muy trabajadora” y “familiera”. Los que lo conocían no terminaban de salir de la desazón que provocó su muerte. Detrás de los números, de la fría estadística, quedan para siempre sin su padre dos hijos –un nene y una nena de cuatro y dos años respectivamente– y el dolor de su madre y tres hermanas, dos de ellas embarazadas.
Su cuñado, Mariano Leguizamón, contó que Eduardo era una persona que “siempre estaba con la familia” y “muy trabajadora”. “Nos juntábamos a comer, nunca tuvo problemas con nadie. Siempre buscó la forma de trabajar, buscaba alternativas, él hacia todo curso que estaba dando vueltas, para aprender, para hacer changas extras, la verdad es que es lamentable todo lo que está pasando”, se lamentó.
“Él trabajaba siempre de mañana, lo que pasa es que justo el compañero que trabajaba de noche estaba enfermo y para hacer una changa salió un rato a trabajar de 8 a 12 en horario nocturno. Le dijo a la mujer que iba a hacer unos pesos y volvía y lamentablemente termina pasando esto”, añadió.
Sin salir de su estado de profunda tristeza, Mariano también lo calificó como alguien “transparente”. “Siempre estaba en la casa, no se juntaba con amigos, era muy pegado a la madre. Tiene tres hermanas de las cuales dos están embarazadas y lamentablemente tienen que pasar por este momento. No tengo palabras. En este momento estaba haciendo reformas en la casa porque estaba haciendo un dormitorio para los chicos. Siempre estaba tratando de progresar, de cambiar, «¿viste mi casa qué linda está quedando?, solía decirnos» ”, continuó.
“Ahora hay que tratar de estar unidos, sostener a la madre que está destrozada, a las hermanas. ¿Qué vamos a pedir? ¿Justicia? ¿De qué sirve si ya no está más? Anoche (por anteanoche) yo salí de jugar al fútbol, nueve y media de la noche, pasé por el Distrito Oeste y había ocho patrulleros hablando entre ellos y quién controla eso. ¿Quién monitorea eso? Por lo que vemos esto es siempre lo mismo, se reúnen, ponen un par de días los corredores seguros y después se van. Dudo que si siguen así se pueda solucionar algo”, remarcó.
Un vecino de Piris, Dionisio García, quien lo conocía hacía unos tres años, también contó que era “un buen muchacho” y “muy trabajador”. “Por lo que sé, hace poco se había recibido de electricista de auto y trabajaba de eso después que venía con el taxi. Estaba terminando su casa y entonces le hacía falta plata. La mujer vendía pan casero y hace poco le robaron la bicicleta con la que los repartía. También cargaba aire acondicionado para los autos. Era un muchacho trabajador. Como familia tenía una mujer y dos hijos, cuatro años el nene y dos de la nena”, afirmó.
“También trabajaba de remisero, alternaba entre las dos cosas, pero últimamente se dedicaba el mayor tiempo al taxi. Lamentablemente cuando te toca te toca, es así”, concluyó.
A un año de la última muerte
Hugo Armando Camilo, de 48 años y 28 como chofer de taxi, murió el 27 de enero del año pasado después de agonizar unos días al recibir un balazo por parte de un delincuente que le disparó para cubrir su retirada tras asaltar a otro taxista.
Camilo había acudido en auxilio de un colega que había accionado el botón de pánico, a metros de Baigorria y Circunvalación, en Nuevo Alberdi.
Por este crimen, en diciembre último, fue condenado Alberto Augusto Quiroz, de 39 años, de profesión yesero y nacido en la localidad de Bell Ville, Córdoba. La Justicia le dio 13 años y 4 meses de prisión de cumplimiento efectivo. En un juicio abreviado, el imputado aceptó los cargos y su condición de reincidente, por lo que el juez Hernán Postma unificó la sentencia con otra previa y sumó cuatro meses más al tiempo que Quiroz purga en la cárcel.
Por la muerte de Camilo, los taxistas rosarinos estuvieron dos días sin trabajar. “No fue un paro, fue un duelo”, dijeron entonces.