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Investigan si Gendarmería baleó a dos chicos en la zona oeste

Uno de los adolescentes denunció que pasaron en moto por un control y los federales les dispararon sin mediar palabra. Fiscalía pidió identificar qué personal de Gendarmería estaba apostado en el lugar.

La Fiscalía de Corrupción y Violencia Institucional investiga la denuncia de dos chicos de 16 años que fueron baleados el mes pasado, según ellos, por efectivos de Gendarmería Nacional, en inmediaciones de Santa Lucía, uno de los barrios más postergados de la ciudad, ubicado en el extremo oeste. El caso ocurrió hace un mes pero trascendió en los últimos días. Se trata de otra denuncia sobre el accionar de las fuerzas federales contra jóvenes de barrios periféricos, que resonaron con fuerza a partir de su desembarco en Rosario, en abril de 2014.

Según la denuncia que realizó uno de los adolescentes a comienzos de este año desde su lugar de internación, el Centro Asistencial El Gurí de la vecina localidad de Pérez, en la noche del 5 de enero circulaba en moto con su amigo y al pasar por la intersección de Las Palmeras y ruta 33, donde hay un control de Gendarmería Nacional, los uniformados abrieron fuego contra ellos sin mediar palabra ni realizar señales para que detuvieran la marcha. Uno de los chicos recibió un balazo en la pierna derecha y el otro en la espalda y la rodilla derecha. Ambos recibieron curaciones y de inmediato se diagnosticó que sus vidas no corrían peligro, dijo una fuente del caso.

En diálogo con El Ciudadano, la fiscal Karina Bartocci dijo que tomó conocimiento del caso y envió a efectivos policiales de la División Judicial del Nodo Rosario a entrevistar a los menores, y que sólo uno se animó a hablar. “Se está investigando. Puse a la División Judicial para identificar qué personal de Gendarmería estaba en el lugar ese día”, continuó la funcionaria, quien confirmó que la moto que conducían los jóvenes, una Guerrero de 110 centímetros cúbicos, tenía los papeles en regla, por lo que no fue secuestrada.

Desembarco

Desde abril de 2014, la intervención de fuerzas de seguridad nacional en los barrios más empobrecidos y conflictivos de Rosario generó denuncias por abusos cotidianos que los uniformados ejercían sobre jóvenes. Si bien en las primeras semanas del desembarco de fuerzas federales, en su mayoría gendarmes, los medios relevaron una impresión positiva en barrios periféricos como Las Flores, Tablada, Ludueña y Santa Lucía, donde menguaron los tiros nocturnos y los arrebatos entre vecinos, el contraste inicial con la imagen de una Policía local relacionada con la corrupción y el abuso de poder comenzó a desdibujarse.

Según un estudio realizado en 2014 por la Cátedra de Criminología de la Universidad Nacional de Rosario, las denuncias de abusos y persecuciones no tardaron en llegar y la vida de los pibes en los barrios se convirtió en una suerte de pesadilla. Algunos eran demorados hasta cinco veces por día y obligados a realizar tareas humillantes y se reprimieron las juntadas en la vía pública. Según los investigadores, hubo casos de violencia de uniformados con jóvenes discapacitados, a quienes maltrataban intimándolos a hacer acciones que les eran imposibles.

En junio de 2014, El Ciudadano publicó el caso de tres adolescentes de barrio Ludueña que denunciaron tormentos físicos y psicológicos por parte de gendarmes que los redujeron cuando caminaban rumbo al velorio de un chico de 16 años asesinado un día antes. Según esa denuncia, los uniformados los acusaron de integrar una banda de narcomenudeo y los golpearon, les hicieron apoyar las manos sobre vidrio molido, les quemaron las zapatillas y los obligaron a tomar un arma.

Esa denuncia fue acompañada por el entonces presidente de la comisión de Derechos y Garantías de la Cámara de Diputados provincial, Eduardo Toniolli, quien dijo que los temas se estaban trabajando con la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), ya que ese tipo de situación era cada vez más frecuente.

En ese contexto trascendió otro hecho similar en el barrio de la Carne, en zona sur, donde la Gendarmería hostigó en una requisa a dos chicos de 13 y 14 años que recibieron tratos abusivos. Mientras que en Tablada los adolescentes ya no podían juntarse en las calles y relataron que, más de una vez, cuando los gendarmes los encontraban fumando marihuana les hacían tragar el cigarrillo y hacer flexiones. El caso denunciado este año rememora ese tipo de abusos.

En el oeste

Hasta hace una década, Santa Lucía era una zona en su mayoría de obreros y cartoneros. Según recuerdan vecinos, la pobreza extrema no representaba un peligro sino sólo un paisaje triste y desolador. La mayoría de los habitantes del barrio y también de la lindera Villa La Palmera y otros asentamientos cercanos se dedicaba a juntar basura, clasificarla y venderla. Quienes compraban esos materiales reciclables podían entrar al barrio en busca de chatarra, vidrio, cartón o plástico para lucrar con regalías de los basurales pero sin miedo a sufrir robos. Y pudieron hacerlo hasta que entró la droga, que como un yuyo malo encontró en esa zona vulnerable un terreno fértil para propagarse.

“Acá tenés que venir con custodia”, cuenta un hombre de unos 30 años que vive en una zona descampada de Santa Lucía con su mujer y cinco hijos. “Todas las noches se escuchan tiros. Los yuyos están altísimos y apenas baja el sol te tenés que meter a la casa. Porque de la nada aparecen (ladrones) pibitos armados. Son rastreros”, aseguró.

Otro señor entrado en años recordó que algunos vecinos se fueron del barrio por la inseguridad y que, a la vez, mucha gente desamparada se instaló en la zona en procura de vivienda. “Acá hay mucha gente trabajadora, pero hoy por hoy nadie elige vivir en Santa Lucía. En el último tiempo se llenó de transeros (vendedores de droga)”, aclaró.

Una veinteañera dio su visión del barrio: “Acá es otro mundo. Hay chicos desde 11 años hasta 15 que les roban a todos. Al que viene de trabajar, al que pasa, al vecino. Cada tanto alguno aparece baleado o muerto. Nadie hace nada con esos chicos”.

Distintos relatos recolectados en el barrio dan cuenta de pibes que parecen no tener contención familiar ni de algún organismo estatal, y que sólo se toman en cuenta cuando aparecen asesinados por broncas, muchas veces acumuladas en el día a día y tan sólo por cometer raterías.

El último hecho de sangre en el barrio tuvo como víctima a un chico de 16 años con retraso madurativo cuyo cuerpo apareció abandonado, días atrás en un camino rural con signos de tortura. Miguel Cantero tenía más de 20 puñaladas, marcas de ahorcamiento y la lengua y los ojos mutilados. Algunos vecinos, pese a no conocerlo y con extraña naturalidad, dijeron que robaba.

“Acá las cosas se arreglan así”

Algo similar insinuaron los vecinos de Santa Lucía en relación con los dos chicos que denunciaron haber recibido balazos de parte de los efectivos de Gendarmería Nacional. “Los milicos dejan que se venda droga; saben y no hacen nada. Capaz que tengan un arreglo. Pero con los pibitos, como no los pueden meter presos, porque algunos tienen 11, 12 años, los corren a tiros. Acá se dice que esos dos muchachos le habían robado a una vecina que volvía de trabajar, la mujer hizo lío y los milicos esperaron que pasen y les dispararon. Acá las cosas se arreglan así”, concluyó.

Barrios porteños

Según un relevamiento realizado el año pasado en el sur de la ciudad de Buenos Aires por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), en dos años (2013/15) se registraron 42 denuncias de detenciones ilegítimas en las garitas del operativo Cinturón Sur de Gendarmería. En el 86 por ciento de los casos las víctimas fueron niños, niñas y adolescentes, con un promedio de 15 años, lo que fue denunciado ante la Justicia. El Plan Unidad Cinturón Sur fue puesto en marcha en julio de 2011 con el despliegue  de 3.000 efectivos federales, en su mayoría gendarmes, en el sur porteño. Se trata de la misma fuerza que a fines de enero pasado baleó a una decena de integrantes, en su mayoría niños y adolescentes, de la murga Los Reyes del Ritmo en la Villa 1.11.14 del Bajo Flores.

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