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Sanz en concierto, potencia melódica de alto vuelo

Metropolitano recibió a 4 mil personas que disfrutaron del concierto de Alejandro Sanz, con una psicodelia precisa para presentar las canciones de “Sirope” y repasar sus grandes hits.

Rosario vibró anoche con la visita de Alejandro Sanz quien llegó a la ciudad para brindar un potente concierto de casi dos horas en donde repasó sus clásicos y presentó las canciones de “Sirope”, su más reciente disco. En Metropolitano y ante una 4 mil personas (público mayoritariamente femenino, como suele ocurrir), el español abrió su gira nacional que mañana lo tendrá en Córdoba y el jueves en Buenos Aires.

La puesta en escena –a cargo de Luis Pastor–, desde la previa, prometía ser única e innovadora pero logró mucho más que eso al transformarse en una de las claves desde donde el músico se apoyó para invitar a un viaje audiovisual donde propuso a los espectadores ser parte de una película.

Una película que tenía un director (Sanz) pero además un buen escenógrafo y un mejor director artístico. Estos, los cuadros técnicos que nunca se dejan ver en vivo, lograron lo que pocas veces se observa en los recitales: que las pantallas digan más de lo que se ve a simple vista. Fueron capaces de ofrecer, con un arsenal de cámaras fijas y móviles, un extra a través de un manejo meticuloso de los detalles, los movimientos y, por supuesto, la puesta en escena, el sentido de las músicas y las presencias físicas. Renglón aparte para la banda de primerísimo nivel que acompaña a Sanz; músicos que bailaron, cantaron e interpretaron sus instrumentos con dosis iguales de gracia y virtuosismo.

En ese cruce entre lo real y lo imaginado las pantallas de altísima definición y una estructura de caños luminosos que descendían formando figuras difusas, permitieron soñar con el mundo natural: ríos, mares y montañas que confluían en un todo homogéneo con el encuentro de las palabras, las presencias escénicas y, por supuesto, las canciones de Sanz. Psicodelia en su estado más puro.

Lo magno de la puesta, no obstante, no entorpeció la intimidad que en todo momento el músico y compositor planteó para el show. Esa proximidad quedó manifiesta desde el comienzo mismo de la velada cuando, pasada las 21, las luces del Salón Metropolitano se apagaron y, entre el público, Sanz y toda su banda subió al escenario entonando cánticos que apelaban a la ciudad.

Es cierto que no estuvo tan dialoguista como en otras oportunidades; él mismo lo reconoció hacia el final de la noche cuando se excusó: “Si no hablé demasiado no es porque sea mala persona sino porque no me gusta”, dijo. Pero el amor por su gente lo demostró en donde hay que hacerlo: desde su arte.

Fue con “El Silencio de los cuervos”, tema del último disco, con el que eligió abrir la noche y, en una primera etapa que apostó por las baladas más poperas, entregó los clásicos “Desde cuando”, “Quisiera ser”, y “No me compares” del disco “La música no se toca”. De ese material del 2012 también interpretó la canción homónima para luego despacharse con un popurrí de clásicos que encendió a la multitud femenina: “Amiga mía”, “Mi soledad y yo”, “Y si fuera ella” y “Corazón partio”. Con este último la estructura escenográfica simuló un corazón que, rojo brillante, latía con el pulso de la percusión.

Parece difícil armar una lista con la cantidad de éxitos que tiene Sanz. Pero superó su propio reto al diagramar un programa donde sonaron casi todos los discos de los últimos veinticinco años; pero no con un tono melancólico, todo lo contrario, lo hizo con las pulsiones del presente que se cuelan –vivas y flamantes–, también, en el más reciente álbum.

En cuanto a lo estrictamente musical, el show propuso una equilibrada cuota de ritmos que giraron en torno al pop y el rock, aunque aparecieron colores del tango, funk, flamenco y hasta blues, lugares donde Sanz edificó su reinado y consagró una estética y personalidad inigualable en la canción en castellano de las últimas décadas.

Con “No es lo mismo” del disco homónimo Sanz se despidió del público rosarino sobre el que rápidamente volvió para cantarle dos series de bises: Una exquisita primera parte a piano solo donde sonó “Lo ves” y la bella “A que no me dejas”; y una segunda donde apareció la flamante “Capitán Tapón” (“Sirope”) para mezclarse con los bits de la electrónica en un popurrí de músicas que combinaron “Viviendo de prisa” y “Pisando fuerte”, ambos del segundo disco fechado en 1991.

“Muchas gracias por recibirnos de nuevo. La ciudad está hermosa”, cerró el músico que llegó un día antes del show y se quedó a pasar las noches, desterrando esa vieja y reprensible tradición de otros tiempos en donde los músicos internacionales tocaban en Rosario y dormían en Buenos Aires.

“Sirope” salió a la venta el 4 de mayo del 2015 y en sólo una semana se convirtió en disco de Platino en España y otros 17 países incluido Argentina.

La de anoche fue la apertura de una semana de shows internacionales que posicionarán a la ciudad de cara al mundo. Esta noche se presentará en el Estadio de Newell`s la banda mexicana Maná y el próximo domingo y lunes, a Metropolitano, llegará el puertorriqueño Ricky Martin.

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