A 40 años del golpe de la última dictadura cívico militar, Guillermina Mandón, quien vive en Maciel desde que su familia del corazón la adoptó en 1976 cuando apenas tenía días de vida, continúa en la búsqueda de su identidad y cree que posiblemente sea hija de desaparecidos. En 2002, la joven se presentó en la sede de Conadi, en Rosario, y dio una muestra de sangre para que fuera cotejada en el banco de datos de Abuelas. Aunque desde entonces no tuvo noticias, no pierde las esperanzas y espera encontrar la verdad sobre sus orígenes.
Guillermina confesó que sus padres del corazón la criaron con profundo amor y cariño pero su historia se vuelve por momentos angustiante, en especial cuando cuenta acerca del recorrido que realizó para establecer vínculos y así poder hilvanar puntos perdidos, hasta llegar a conocer a la mujer que, según dice, la recogió una noche de frío en la puerta de su casa en la localidad de Roque Saénz Peña, Chaco, luego de que un hombre la dejara abandonada.
Pese a sus intentos de dar con el paradero de su familia de sangre, la verdad parece alejarse cada vez que intenta dar un nuevo paso, pero su historia tomó relevancia en los últimos días y fue compartida miles de veces a través de las redes sociales cuando Araceli Huerga, periodista del portal web Infomaciel.com, decidió entrevistarla luego de que Guillermina publicara un conmovedor relato en Facebook.
“Siempre supe que era adoptada, aunque no tengo presente en qué momento ni cómo se me dijo que lo era, lo cierto es que mi papá y mi mamá siempre me hablaron sobre mi identidad”, contó Mandón a El Ciudadano durante un diálogo en el cual intentó unir los pedazos de su pasado y cómo los fue armando en los más de diez años de búsqueda. También dijo que llegó a estar muy deprimida y todo cambió cuando comenzó terapia con el psiquiatra rosarino Oscar Pellegrini, quien la ayudó para comenzar la búsqueda de su familia de sangre.
La gran duda
Mandón es madre de una niña de 5 años, y aseguró que la maternidad se constituyó en otro motor para su búsqueda.
“El primer paso que di, siempre con el apoyo de mi familia, fue consultar al padre Guillermo, que era el párroco de Maciel en la época en que yo nací, y también a la hermana Margarita Rodríguez que fue quien me trajo, pero dijeron que no sabían nada sobre mi origen. Maciel es una ciudad chica y no teníamos muchos recursos para averiguar, por eso quien me facilitó las herramientas fue el doctor Pellegrini”, relató.
Hace aproximadamente 13 años Guillermina viajó a Rosario y se dirigió a la sede de Conadi. Por entonces había solamente 123 familiares buscando a hijos o a nietos de desaparecidos, siendo que actualmente la cifra se duplicó. “Un día me convocaron de Abuelas y junto a un grupo de chicos y chicas con las mismas inquietudes, me sacaron sangre y armaron una carpeta con nuestros datos. En ese momento me dio negativo. Mis datos quedaron allí y me dijeron que cada vez que alguien se acercara a buscar se cotejarían con las muestras de las personas que se iban incorporando. Hasta el día de hoy nunca tuve noticias, supongo que han ido comparando y que mi sangre no fue compatible con nadie”, dijo. Sin embargo, la joven no desiste en su deseo de hallar a su familia de sangre.
Datos que no cierran
Lo que sabe Guillermina es que su madre del corazón había perdido varios embarazos, por lo que decidió adoptar y le pidió a uno de los curas de la Casa del Encuentro, en Maciel, que la ayudara a conseguirlo. Este sacerdote, según contó, se comunicó con una monja, la hermana Margarita Rodríguez que fue directora de un colegio de Barranca, Chaco. Al poco tiempo sus padres adoptivos recibieron la noticia de que había una nena “disponible” y que debían buscarla en Rosario.
“Cuando llegan se encuentran con que nadie conocía a esa monja, entonces mis padres se vuelven a Maciel y a la hora y media aparece la hermana Margarita en mi casa y me entrega. Eso fue lo que supimos sobre mí”, recordó. Luego de mucho indagar, supo que una mujer chaqueña a quien apodan Mamina fue quien la entregó a la religiosa. Guillermina intentó ponerse en contacto con la mujer pero se negó a recibirla, hasta que por la intervención de su psiquiatra, una tarde pudo hablar con ella.
“El médico puso todo a mi disposición, incluso me acompañó una asistente social, pero cuando llegamos a su casa en Roque Sáenz Peña, me dijo: «Mirá, yo no sé mucho y como entenderás, pasaron tantos años que ya no me acuerdo»”. Ante esas escuetas palabras Mandó quiso saber más y entonces su supuesta entregadora le contó que una noche fría de 1976, mientras estaba cocinando, sintió que un bebé lloraba en la puerta de su casa, abrió la puerta y lo vio en el umbral. “También me contó que vio a un hombre que se iba corriendo y que le dijo: «¿Señora, si usted no la agarra yo la tiro al lago». Y la verdad es que después de eso no me salió preguntarle nada más”, admitió.
Guillermina no pierde las esperanzas e impulsa nuevamente su búsqueda. “Si bien vamos armando nuestras propias historias, lo cierto es que tengo un pasado que desconozco. Siempre digo que el que no conoce su pasado no sabe a dónde va porque ignora de dónde viene”, concluyó.