“Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños”. Así pensaba y así escribía (en su “Carpe Diem”) Walt Whitman, el patriarca de los poetas norteamericanos, quien murió un 26 de marzo, hace 124 años, en Camden, Nueva Jersey.
Leer a Whitman significa conocer a un hombre que fue alternativamente un visionario, un sabio, un profeta y, a menudo, las tres cosas al mismo tiempo, y siempre un poeta.
Leerlo también significa descubrir que la poesía, tal como se la concibe tradicionalmente, se transformó en su caso en un medio por el cual “la persona simple, separada” puede fundirse con lo “democrático”, con la comunidad: las contradicciones humanas sólo son frases del contrapunto de una primigenia música esperanzada, la de la integridad del ser humano, la de una nueva moral de vida que sostiene simplemente la vida y no la salvación.
Whitman consideraba que “la literatura está llena de aromas”, y en su obra se manifiesta la importancia de la unicidad de todos los seres humanos. Él rompió con la poética tradicional, tanto en el estilo como en los contenidos, marcando una pauta a las generaciones de poetas que le precedieron.
Así, la influencia de Whitman ha sido enorme y muchos poetas se identificaron y se identifican con su anhelo: hacer el mundo moderno posible para la poesía. Su obra lírica, concentrada en las sucesivas ediciones de Hojas de hierba, ejerció su magisterio sobre gran parte de la poesía moderna, incluidos Ernst Staedler, Ezra Pound, William Carlos Williams, Wallace Stevens, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca o Allen Ginsberg. Y su influencia llegó también a otros ámbitos: el genial Charles Chaplin lo consideró fuente de inspiración para todas sus películas.
Su estilo lírico o épico (poético narrativo), de versos amplios y frecuentes paralelismos, recuerda al de los salmos bíblicos, pero sus temas son mucho más originales. Whitman canta con optimismo a la libertad, la sexualidad, una espiritualidad libre de dogmas y preceptos, la comunión con todos los seres, la democracia, la vida agreste y el trabajo duro, el progreso y a su patria, como lugar donde todo lo anterior se vuelve posible.
La imprenta, su escuela
Este poeta, periodista y ensayista nació el lunes 31 de mayo de 1819 en West Hills, condado de Suffolk, población cercana a Huntington, Long Island, Nueva York y fue el segundo de los nueve hijos de Louisa van Velsor, descendiente de marinos holandeses, y de Walt Whitman, carpintero.
Cuando el pequeño tenía cuatro años, sus padres se mudaron a Brooklyn, donde el niño asistió a la escuela, durante seis años, y recibió toda la educación formal que se le daría en su vida. Para contribuir al sustento del hogar se vio obligado a abandonar los estudios y con 11 años de edad ingresó en una imprenta en calidad de aprendiz de tipógrafo, oficio que le permitió acceder a numerosos textos de la más diversa índole al tiempo que desempeñaba su trabajo.
En la imprenta aprendió a redactar y adquirió los rudimentos de la prosa. Dejó la imprenta en 1838 para dedicarse a la docencia cuando aún no tenía 20 años. Se inició en el mundo del periodismo en 1839 mediante la publicación de un periódico, el Long Islander, en Huntington, al tiempo que daba a conocer sus primeros poemas a través de los foros literarios y las publicaciones culturales que frecuentaba en compañía de otros jóvenes escritores, artistas, cantantes y demás componentes de la bohemia neoyorquina de mediados del siglo XIX.
Pronto ganó, por vía de estos escritos, un cierto prestigio literario que lo ayudó en su carrera periodística, y al cabo de muy poco tiempo fue nombrado director del periódico de Brooklyn Daily Eagle. Desde las páginas de la publicación que dirigía, el joven Walt hizo gala en todo momento de un ideario progresista que defendía los valores liberales y democráticos de la sociedad norteamericana de la época, al tiempo que censuraba el reaccionarismo político y moral difundido y practicado en Estados Unidos por los herederos de la peor tradición puritana procedente de Inglaterra.
Asido a esta ideología liberal, en 1848 se destacó por su airada exposición de unos postulados antiesclavistas que, en su acendrada defensa de la democracia igualitaria, molestaron incluso a los propietarios del Daily Eagle, lo que obligó al impulsivo poeta a abandonar el periódico.
Tras varios años en los que desempeñó los más diversos trabajos, incluido el de constructor inmobiliario, empezó a escribir una poesía totalmente distinta de la que se estaba escribiendo, y se dedicó por completo a tal actividad. Whitman publicó la primera de las innumerables ediciones de Hojas de hierba (Leaves of grass) en 1855. Un libro de poemas que difería radicalmente del trabajo anterior del poeta e incluía como novedad un tipo de versificación no usado hasta entonces.
En esta obra alababa el cuerpo humano y glorificaba los gozos de los sentidos. Se vio obligado a pagar él mismo los gastos de su publicación, y a colaborar en las tareas de imprenta. Su nombre no aparecía en la portada de esta edición, pero sí un retrato suyo en camiseta, con los brazos en jarra y el sombrero ladeado, en actitud desafiante. Esta obra ha sido considerada, desde la perspectiva crítica actual, como el punto de arranque de la moderna poesía estadounidense, pero pasó prácticamente inadvertida para los lectores y estudiosos de su tiempo, incapaces de calibrar en aquellos instantes la importancia de los numerosos aportes que traían consigo los versos de Walt Whitman.
La edición de 1855 de Hojas de hierba contenía 12 poemas sin título, escritos en versos largos y cadenciosos. El más largo y de mayor calidad de ellos, que más tarde recibió el título de Canto a mí mismo, consistía en la visión de un “Yo” simbólico presa de una sensualidad que le hace amar a todas las gentes que se va encontrando en un imaginario vuelo desde el Atlántico hasta el Pacífico.
Animado por una carta personal de felicitación que le envió Ralph Waldo Emerson, Whitman se apresuró a preparar una nueva edición de Hojas de hierba (1856), que contenía numerosas revisiones y añadidos, y que fue la primera de una serie de reediciones retocadas que el poeta iría realizando a lo largo de su vida. Consagrado, pues, a esta febril actividad creativa, Whitman continuó entregado a su disfrute de la naturaleza hasta que, en 1862, la impresión que le causó una visita realizada a su hermano George, que había resultado herido de gravedad en el transcurso de la Guerra de Secesión (1860-1865), lo impulsó a dedicarse durante tres años, como voluntario, a la atención y el cuidado de los enfermos que se hacinaban en los hospitales de campaña. Por esos años, Whitman conoció a Oscar Wilde.
Continuó trabajando hasta 1873, en que sufrió un grave ataque que le dejó como secuela una parálisis parcial. Se marchó entonces a vivir con su hermano George en Camden, Nueva Jersey, hasta 1884, año en que compró su propia casa. En ella vivió, revisando y añadiendo poemas a Hojas de hierba, libro del que publicó nueve ediciones, ampliándolo en cada edición. Whitman murió en su casa de Camden, Nueva Jersey, el sábado 26 de marzo de 1892, poco antes de cumplir los 73 años.