Las secuelas que dejó la primera guerra mundial fueron inconmensurables en gran parte del mundo. Y sin dudas eso hizo que los habitantes de varios países tuvieran que elegir entre el desarraigo o la pobreza. A comienzos de 1920 fueron innumerables la cantidad de personas que dejaron su tierra para emigrar a latitudes desconocidas. Pero el viaje no fue sencillo; ya que rompió vínculos, costumbres, cultura y -por sobres todas las cosas- separó a muchísimas familias. Al llegar a otros países había que comenzar de nuevo y establecerse en una nueva sociedad.
Rosario, como tantas otras ciudades de Argentina, le abrió las puertas a extranjeros. Y fue esta metrópoli la elegida por decenas y decenas de sirios que llegaron desde varias localidades de aquel lejano país, y la gran mayoría que arribó eran habitantes de Alepo.
Alepo, una de las ciudades más antiguas de esa región, se encuentra en un lugar estratégico: en la mitad de la ruta comercial que une el mar mediterráneo con el Éufrates. Es por esto que la mayoría de los nuevos habitantes que tenía Rosario por aquel entonces sabía muy bien cómo ganarse el pan, el pan que tras la guerra mundial escaseaba en Siria.
De a poco comenzaron a plantar raíces y una de las zonas vírgenes, a mediados de la década del 20, y descubiertas por los nuevos residentes fue calle San Luis. Allí, los de mejor pasar económico comenzaron a trabajar en la parte textil y tomaron como empleados a los de menor poder adquisitivo o a los que no se habían podido traer nada de su país.
Los años fueron pasando, las familias se fueron agrandando con integrantes nacidos en ya en Argentina. Pero faltaba algo: un lugar dónde juntarse para compartir anécdotas, a dialogar en el mismo idioma, a tratar de acortar distancia con sus orígenes, un recinto donde poder disfrutar un momento de ocio para cortar la rutina de trabajo. Así nació el Club Social Argentino Sirio de Rosario.
El Club Social Argentino Sirio de la ciudad de Rosario se funda el 17 de agosto de 1946 por la impronta de los jóvenes descendientes de sirios residentes en la ciudad que dan inicio a dicha institución. Según consta en el acta de constitución del Club Sirio “…esta entidad agrupa, a todos los sirios e hijos de sirios y a todos aquellos que deseen hacer de las reuniones sociales, culturales y deportivas una demostración de unión, armonía y cordialidad, esperando lograr el acercamiento y la unidad de nuestra colectividad…”.
La institución nace en el seno de una entidad religiosa, la iglesia Melkita San Jorge de calle Moreno 1020. Las primeras reuniones se efectuaron tanto en la parroquia como en la casa de la familia Crer. Al poco tiempo el nuevo club cobra independencia y se constituye como una entidad puramente social y exclusivamente orientado, por lo menos en las primeras décadas, al pasatiempo masculino.
Primero la sede estuvo ubicada en un local, alquilado, en la calle Mendoza 1825 y en 1949 se traslada a calle Dorrego 1045. Desde los primeros años se llevaron adelante distintos tipos de eventos, desde los más característicos de la época: bailes, picnics y las cenas entre los connacionales; hasta aquellos más costosos y grandes como los festivales cinematográficos y la llegada de reconocidos artistas procedentes de Buenos Aires y Medio Oriente.
Además de los vínculos con las demás entidades de la colectividad árabe, el “Csas” también operó desde sus comienzos en el ámbito público rosarino, a través de las donaciones efectuadas a la sociedad de damas de protección al Huérfano, a la Sala Sirio-Libanesa del Hospital Provincial, a la Capilla Nuestra Señora De Fátima, en beneficio del Hospital de niños Victor J. Vilela, entre otras.
Por otra parte la presencia del club en la Uerce –sociedad de entidades extranjeras–, en los carnavales organizados por la intendencia de la ciudad y la afiliación a la Asociación Santafesina de Judo, la hacen partícipe de las actividades culturales y deportivas de la ciudad. Otra expresión de participación e inserción en el espacio público es la emisión de la audición radial “La voz del Csas para todo el país”, que inicia su transmisión a comienzos de los 60, en LT8.
El 50º aniversario de la institución trajo aparejado el lanzamiento de una obra significativa: el gimnasio y los vestuarios del segundo piso. La importancia de dicha obra está vinculada con el fútbol, actividad que cobró un nuevo impulso en la década del 80, al constituirse una subcomisión de deportes. La participación de jóvenes en los torneos interclubes de la ciudad, y la formación de “la escuelita de fútbol” requirieron de un espacio físico acorde a las circunstancias.
En 1947 se conformó una subcomisión orientada a la organización del deporte mencionado, y en el 53 el club se afilió a la Asociación Rosarina de Fútbol. En ese mismo año se destacaron los equipos de 2º y 4º división que participan de los torneos interclubes de la ciudad. Al fútbol se sumó, en la década del 60, el Judo, con la presencia de profesores de renombre de la ciudad.
Y hoy son el futsal, la danza y el taekwondo las actividades que a meses para cumplirse los primeros 70 años de vida del club aglomeran a casi mil socios. Algunos descendientes de sirios, otros de españoles, de italianos o de dónde sean. Porque nada mejor que los integrantes del club Social Sirio Argentino conocen la necesidad de codearse con el otro para sobrellevar el pasado y poder seguir hacia el futuro con una mirada superadora.
Una gran academia de fútbol
El fútbol es una pasión incomparable. Frase hecha si las hay, aunque no por eso menos cierta. Entre amigos o en soledad, ocupa siempre una gran parte del pensamiento de muchos. Es maravilloso para hablar de él, discutir sobre él o analizarlo detenida y meticulosamente. Y también, porque no, para recordar una y mil veces ese o aquel partido memorable. O incluso para fantasear durante un rato largo con ese desenlace épico tan esperado, esa alegría indescriptible que solamente dentro una cancha se puede encontrar.
Una pasión que en la mayoría de los casos empieza desde bien chiquito. Gracias al viejo que te enchufó la camiseta apenas naciste y te llevó a ver un partido ni bien podías caminar. O antes, para total desconcierto de mamá. O por ese primo que cuando entraste por primera vez a su cuarto te dejó impactado con la cantidad de pósters y adornos que tenía de su equipo favorito.
El fútbol es magia pura. Nos enamora desde temprano y nunca nos abandona. Y aprender a quererlo desde bien chiquito es un verdadero placer. Jugarlo, en el completo sentido de la palabra, es lo más lindo del mundo. Y en el club Social Argentino Sirio se hace a diario.
“La pelota es una excusa perfecta para que los chicos puedan ir creciendo como personas. Se divierten y aprenden compartiendo. Es una de las mejores escuelas que pueda existir”, asegura Marcelo Nardone, quien desde hace 25 años se encuentra al frente de la Academia de Futsal que funciona en la sede de calle Italia 965.
Un lugar donde regularmente asisten más de 400 pibes de entre 4 y 12 años, más otros 150 un poquito más grandes y que son los que compiten en los certámenes oficiales de la Asociación Rosarina. Ojo: los más chiquitos también tienen sus torneos, pero para el profe Nardone, su hermano Hugo (otros de los principales coordinadores) o cualquiera de los 20 profes que también laburan a diario, lo importante no es la competencia.
“Queremos y buscamos siempre que el chico aprenda a ser competente. No competitivo. Acá se viene sobre todo a jugar. Pero siendo un deporte tan hermoso, el chico también puede adquirir muchísimas cosas buenas”, argumentó el encargado de comandar la escuelita del club.
El Argentino Sirio ha sido escenario de numerosos torneos interescolares, provinciales y hasta nacionales. Desde hace tiempo se ganó un nombre dentro del pequeño universo del futsal en Rosario, como el caso del “Mundialito” que se organiza año tras año de manera ininterrumpida y del que han participado numerosas personalidades reconocidas de la ciudad.
“Cuando arrancamos allá por el 91 vino el Puma Rodríguez a dar el puntapié inicial. Y pasaron jugadores como Juan Antonio Pizzi, el Tata Martino, el Loncho Ferrari o Néstor Sensini, quien además traía a su hijo a jugar, como ahora lo hace Javier Pinola, el protagonista del año pasado”, revela Nardone.
¿El objetivo? Divertirse. Y empezar a crear conciencia desde bien temprano. “El año pasado cuando Siria estaba en guerra buscamos que los chicos aprendan a solidarizarse y al mismo tiempo comprometerse con lo que estaba pasando. Y por supuesto, también que para que vayan conociendo y así creciendo”, considera el profe, quien antes de despedirse hizo nuevamente hincapié en el principal objetivo que tiene la escuelita del club. “Acá queremos que vengan a pasarla bien y de paso a aprender. ¿Y que mejor que jugando al fútbol para lograrlo?”
Uno de los que dio el primer paso hace 70 años
Es una parte importante en la vida del Club Social Argentino Sirio y cuenta su historia. Salvador Crer tiene 88 años y durante las siete décadas de existencia que lleva la institución, ostenta siempre el privilegio de ser el socio número 1.
“Éramos unos 30 hijos de sirios que nos reuníamos regularmente en la Parroquia San Jorge. Hasta que un buen día dijimos ‘che, porque no fundamos un club’. Y así nació todo esto”, recuerda con una sonrisa Don Salvador, quien amablemente aceptó la propuesta de El Hincha para contarnos su historia.
“Era una oportunidad única para mantener vivas las costumbres de nuestros antepasados. Muchos se juntaban para hablar un poco en su lengua natal o preparar alguna comida típica de la región. Pero los más pibes hacíamos de todo. Jugar a la pelota era el pasatiempo favorito de la mayoría de los jóvenes, pero también estaba el Tute Cabrero y otros juegos con cartas, el cual muchos de nuestros padres jugaban regularmente. Y así llegó un momento en el cual éramos tantos, que se nos hizo imposible seguir pidiéndole prestado un lugar a la Iglesia”, rememora Crer.
¿Y entonces? ¿A dónde ir? “Por aquel entonces yo no era más que un pibe. Un empleado con un sueldo promedio, como la mayoría de mis amigos. Así que empezamos a comentar la idea entre lo más grandes. Y de a poco fuimos llamando la atención y tiempo después logramos adquirir una vivienda muy linda en calle Italia, en la cual actualmente se encuentra el club”, explica Salvador.
Así nacieron los primeros bailes para recaudar fondos (“y conocer chicas”), las rifas, las comidas y poco a poco el club fue creciendo. Una vida social que hoy, más de medio siglo después, aún conserva a la perfección. Como también la memoria de Don Salvador, quien a pesar de los 70 largos años que transcurrieron desde la fundación, aún recuerda a la perfección aquellas primeras época.
“Al poco tiempo me casé y uno ya empieza a tener otras prioridades. Y si bien ya no asisto tanto al club como antes, siempre me enorgulleció mantener vivo el sentido de pertenencia de nuestros antepasados. Y que continúe hoy en día me pone muy contento. Para mí ser ‘el socio número 1’ es más bien algo anecdótico. Lo realmente importante es saber que soy ‘socio fundador’ de esta institución y actualmente quedamos dos de aquella época: yo y mi amigo Sauan”, expresó el hombre, quien ni bien llegó a su cita con El Ciudadano, nos “reprochó” el no haber invitado a su viejo colega. Cosas del destino Don Salvador. Después de todo el número uno es, fue y seguirá siendo usted.