En política, la escenografía suele mostrar en abundancia los atributos de los que más se carece. La pequeña multitud palaciega que rodeó en la tarde del jueves pasado a Michel Temer durante su primer discurso como presidente en el Palacio del Planalto buscó mostrar a un mandatario pleno de respaldo. Sin embargo, puede que el exceso haya dado otra impresión: la de un hombre cercado por demasiados intereses y cuya voracidad va más allá de sus posibilidades de satisfacerlos.
Sus palabras resultaron sorprendentes para alguien que, en principio, es sólo un presidente interino cuya caducidad está marcada para dentro de seis meses. Es más, su hoja de ruta resultó incluso demasiado ambiciosa para alguien que planea completar el mandato que vence el 31 de diciembre de 2018, lo que en teoría está por verse. La pregunta es si todos los que lo arroparon el jueves último convalidarán ambiciones que vayan más allá de esa fecha.
Reiteró, ya como promesa, su vieja idea de que hay que pasar de la democracia de los derechos individuales y sociales a la de la eficiencia. Aseguró que dará vuelta como una media el rol del Estado, que dejará de intervenir en la economía. Dijo que mantendrá lo bueno del gobierno anterior, sobre todo los planes sociales, pero también que equilibrará las cuentas públicas y que encarará la “agenda difícil” de las reformas, como la laboral y la previsional.
“Todo apuntará a la recuperación económica del país. Temer intentará promover reformas y privatizar, pero no es seguro que lo logre”, le dijo a Ámbito Financiero el analista Marcelo Rech, del Instituto InfoRel de Brasilia.
El hombre sabe que su gran talón de Aquiles será la gobernabilidad, por la que abogó explícitamente la semana pasada al ensalzar el rol de un Congreso que, desde la remoción de Dilma, tendrá de rehén a todo presidente que no cuente con una mayoría propia e incondicional. En su caso, para empezar, porque están pendientes pedidos de juicio político en su contra por lo mismo que le está costando la cabeza a Dilma, las “pedaleadas” fiscales.
“Temer asume sin ninguna garantía de estabilidad. Él deberá construirla día a día, con resultados. En teoría, no tendrá problemas para construir una mayoría, pero todos los partidos buscarán protagonismo en el nuevo gobierno, algo con qué presentarse a las municipales de este año y a las presidenciales de 2018. Si no logra atar bien su coalición, podremos tener un nuevo capítulo de la crisis”, estimó el analista Rech.
En el comienzo, Temer tendrá el concurso de su Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), un gigante invertebrado que se unirá al calor del poder como no lo hacía desde los tiempos de José Sarney. A su lado, deberá satisfacer las apetencias de cargos y cajas de otros nueve partidos. Entre ellos, tres de los que hasta hace unos días eran la oposición: el de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el conservador Demócratas (Dem) y el Partido Popular Socialista (PPS).
En teoría, contará con una mayoría superior a los tres quintos necesarios para aprobar enmiendas constitucionales (308 sobre un total de 513). Sólo que será una mayoría prestada.
Temer, está dicho, traza planes a un futuro sin fecha de vencimiento, pero los aliados que, junto a él, heredaron un mandato que no ganaron en las urnas, imaginan su futuro de modo diferente.
Aécio Neves, ex candidato derrotado por Dilma en octubre de 2014, respalda junto a su PSDB a la nueva administración. Según dijo hace poco, Temer deberá ser el presidente que logre el ajuste de las cuentas públicas y establezca las reformas estructurales que, por dolorosas que sean, abran una nueva era para Brasil. Según él, con eso el presidente interino puede ganarse un lugar en la historia.
Una buena jubilación, digamos.
Con el manejo del Estado, el PMDB de Temer fantasea con seguir gobernando desde 2019 pero esta vez, a diferencia de lo que ocurrió con Sarney, con Itamar Franco y con él mismo, con votos propios. Pero en la nueva alianza reinante hay muchos aspirantes a ese sillón, comenzando por Neves. ¿Todos acompañarán, sin mirar encuestas, las políticas impopulares que demanda el empresariado que apoyó el cambio de gobierno?
Habrá, por último, otra acechanza: la de un PT y sus movimientos sociales que se sienten víctimas de un despojo. Temer “tendrá dificultades para lidiar con los sectores populares y con la izquierda”, le dijo a este medio el analista de la Universidad de Brasilia Carlos Vidigal.
“La duración de su gobierno también dependerá del Poder Judicial, que debe definir si avanzará o no en su procesamiento (por la causa de Petrobras). También pueden ir a prisión políticos del PMDB señalados en la operación Lava Jato y otros escándalos”, añadió.
Temer, pese a todo, se tiene fe.