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El príncipe de las paradojas

Mañana se cumplirán 142 años del nacimiento del escritor inglés Gilbert Keith Chesterton, creador del célebre Padre Brown.

“Hay algo que da esplendor a cuanto existe y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”. La cita es del escritor, ensayista y periodista inglés Gilbert Keith Chesterton, de cuyo nacimiento se cumplirán mañana 142 años.

Considerado entre los narradores más brillantes e ingeniosos de la literatura inglesa, fue llamado el “príncipe de las paradojas” y es recordado principalmente por su personaje más famoso, el Padre Brown, un cura católico de apariencia ingenua cuya agudeza psicológica lo vuelve un formidable detective y que apareció en más de 50 historias reunidas en cinco volúmenes, publicados entre 1911 y 1935.

Gilbert Keith Chesterton nació en Campden Hill, en Londres, el viernes 29 de mayo de 1874, en el seno de una familia inglesa de clase media. Aunque sus padres, Edward y Marie Louis, no eran devotos creyentes sino “librepensadores” al estilo de la época victoriana, aceptaron bautizar al niño, para seguir con la tradición familiar, en la pequeña iglesia anglicana de St. George.

En su adolescencia Gilbert Keith se acercó al ocultismo y centró su atención en la literatura espiritista y teosófica, mientras cursaba en el University College de Londres dibujo, pintura, literatura, francés y latín.

En 1895, Chesterton dejó la universidad sin haber terminado sus estudios y comenzó a trabajar como periodista, redactando artículos sobre arte y política –en principio por la defensa y propagación del socialismo–.

También trabajó como editor de literatura espiritista y teosofía, aunque luego se volvió un agnóstico “militante”.

En 1900, Chesterton conoció al historiador Hilaire Belloc, con el que fundó un diario llamado El semanario de GK (GK Weekly) para exponer sus ideas.

Al año siguiente se casó con Frances Blogg, una joven y bella anglicana practicante, quien ayudó en un principio a que Gilbert Keith se acercara al cristianismo.

Así, con el correr de los años Chesterton volvió a la religión de su infancia, el anglicanismo. A la idea del superhombre planteada por Friedrich Nietzsche, y seguida por George Bernard Shaw y Herbert George Wells, respondió con un ensayo titulado ¿Por qué creo en el cristianismo?

En 1907 conoció al padre John O’Connor, un sacerdote católico en el cual se inspiraría para crear al Padre Brown, el personaje principal de una exquisita serie de cuentos policiales.

En 1922, Chesterton dejó la Iglesia anglicana para convertirse al catolicismo.

Maestro de la ironía, el estilo brillante, vigoroso y agudo de Chesterton lo hizo muy famoso, caracterizándose siempre por sus paradojas, demostrando en ellas que las cosas no siempre son lo que parecen. Esto lo acerca, según Jorge Luis Borges, un profundo admirador suyo, a uno de sus contemporáneos: Franz Kafka.

Chesterton escribió unos 80 libros, varios cientos de poemas, alrededor de 200 cuentos e innumerables artículos, ensayos y obras menores.

Al comienzo de su carrera se hizo conocido por sus artículos periodísticos, y dio un gran salto cuando publicó su primera novela El napoleón de Notting Hill (1904), obra que inspiró a Michael Collins en su defensa irlandesa ante los ingleses. A esta le siguieron otros libros de crítica, como Dickens (1906) y G.B. Shaw (1909).

En 1908 escribió su novela más conocida, El hombre que fue Jueves, una alegoría sobre el mal y el libre albedrío.

Su actitud ante los problemas sociales la definió en Qué está mal en el mundo (1910).

A partir de 1911 empezaron las series del Padre Brown, inauguradas por El candor del Padre Brown, novelas protagonizadas por ese brillante sacerdote-detective que, traducidas al castellano por Alfonso Reyes, consolidaron su fama. De hecho, Chesterton inventó, como lo harían un poco más tarde Thomas Stearns Eliot y Evelyn Waugh, una suerte de nostalgia católica anglosajona que celebraba la apacibilidad medieval y la vida feudal, por ejemplo, en Geoffrey Chaucer –autor de Los cuentos de Canterbury, a quien Chesterton le dedicó un ensayo– mientras que abominaba de la Reforma protestante y, sobre todo, del puritanismo.

En el primer relato (La Cruz Azul) del primer libro, Chesterton describe al Padre Brown visto desde los ojos del detective parisino Arístides Valentine: “El curita era la esencia misma de aquellos insulsos habitantes de la zona oriental; tenía una cara redonda y embotada como un buñuelo de Norfolk; tenía unos ojos tan vacíos como el Mar del Norte, y llevaba varios paquetes de papel de estraza que no conseguía mantener juntos”.

Personaje de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, acompañado siempre de un gigantesco paraguas, el Padre Brown suele resolver los crímenes más enigmáticos, atroces e inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana antes que por medio de piruetas lógicas o grandes deducciones.

La habilidad del autor consiste en sugerir que la explicación “irracional” es la única y la más racional, para después develar la sencilla respuesta al misterio. O, dicho de modo diferente, en casos donde se invoca la presencia de lo sobrenatural y otros se convencen rápidamente de la obra de un milagro o de la intervención de Dios, el padre Brown, a pesar de su devoción, es hábil para encontrar de inmediato la explicación más natural y perfectamente ordinaria a un problema en apariencia insoluble.

Los relatos del Padre Brown siguen la línea de Arthur Conan Doyle, mientras que los dedicados a un investigador sedentario, el gordo y plácido Mr. Pond (literalmente “estanque”), inauguraron la tradición de detectives que especulan sobre la conducta humana a través de fuentes indirectas, desde Nero Wolf hasta Bustos Domecq, el policía encarcelado que forjaron Adolfo Bioy Casares y Borges, dos de los lectores más devotos que Chesterton tuvo en el siglo XX.

El autor de El Aleph escribió sobre Chesterton: “Afirmar que un hombre bondadoso y afable como G.K.C. fue también un hombre secreto, que sentía el horror de las cosas, puede asombrarnos, pero su obra, contra su voluntad, lo atestigua. Así compara las plantas de un jardín con animales encadenados, el mármol con una luz maciza, el oro con una hoguera congelada y la noche con una nube mayor que el mundo y un monstruo hecho de ojos. Pudo haber sido Kafka o Poe pero valerosamente optó por la felicidad o fingió haberla hallado. La labor crítica de Chesterton –los libros sobre Dickens, Browning, Stevenson, Blake y el pintor Watts– es no menos encantadora que penetrante; sus novelas, compuestas a principios de siglo, aúnan lo místico a lo fantástico, pero su renombre actual se debe ante todo a lo que podría llamarse la Gesta del Padre Brown. Antes de dedicarse a la literatura, Chesterton ensayó la pintura y toda su obra narrativa es memorablemente visual”.

Gilbert Keith y Cecil Chesterton (su hermano menor), junto con Hilaire Belloc, fueron los pioneros en el desarrollo del distributismo, una tercera vía económica, diferente al capitalismo y al socialismo, cuya base se encuentra en la doctrina social de la Iglesia, basada principalmente en la encíclica del papa León XIII, Rerum Novarum.

Gourmet exquisito, G.K. Chesterton era muy corpulento: medía 1,93 metro y pesaba unos 134 kilos. A propósito, existe una famosa anécdota que da cuenta que durante la Primera Guerra Mundial una mujer en Londres le preguntó por qué no estaba “afuera, en el frente”, a lo que éste replicó: “Si usted da una vuelta hasta mi costado, podrá ver que sí lo estoy”.

Chesterton murió el domingo 14 de junio de 1936, en su casa de Beaconsfield, Buckinghamshire, Inglaterra, luego de agonizar varios días postrado en su cama, al lado de su esposa Frances y de su secretaria Dorothy.

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