Search

Condenaron a tres barras de Newell’s en un juicio abreviado

Uno de ellos estaba junto a Matías Franchetti el martes pasado cuando lo mataron a balazos en la puerta del Coloso.

Tres barrabravas de Newell’s fueron condenados a tres años y seis meses de prisión por golpear y robar las camisetas a dos hinchas de Rosario Central en la noche del 12 de mayo de 2013 en la esquina de avenida Francia y Presidente Perón. Además, a uno de los barras, de 25 años, se le sumó una pena dispuesta en un juicio abreviado por portación de un arma de fuego, pistola que había sido robada a un prefecto de la localidad bonaerense de Ramallo en 2011. En total, este muchacho conocido como Maxi en el paravalanchas leproso recibió 4 años y tres meses de prisión, aunque en esta instancia de cumplimiento de pena transformó su domiciliaria con salidas laborales en libertad condicional el pasado 27 de mayo. Once días más tarde, era uno de los pesados rojinegros que estaban con Matías Franchetti, alias Cuatrerito, cuando éste fue ultimado en la puerta 6 del estadio Marcelo Bielsa hace justo una semana.

El juez de Sentencia 3ª, Edgardo Fertitta, homologó la condena, en un juicio abreviado, de Carlos José M., de 29 años; Maximiliano Ezequiel L.R., de 25, y Fernando Ezequiel C., de 23. El mismo fue alcanzado entre los defensores Gonzalo López Ocáriz y Hernán Tasada con el fiscal Guillermo Corbella y se celebró el 27 de mayo último.

La condena fue por un hecho ocurrido alrededor de las 22 del 12 de mayo de 2013 cuando las víctimas, Lucas C. y su tío Estanislao J., volvían del partido que ese día Central empató 1 a 1 con Defensa y Justicia en el Gigante de Arroyito. Los hinchas canallas estaban en la esquina de avenida Francia y avenida Presidente Perón cuando cinco barras de Newell’s descendieron de un Fiat Duna blanco con vidrios polarizados y comenzaron a amenazarlos y golpearlos para luego robarles tres camisetas del Canalla, una campera con el distintivo de ese mismo club y las dos gorras que llevaban. El conductor, al que identificaron como Carlos M., los golpeó con una traba de volante mientras que Maxi los amenazó con una navaja. En dicha oportunidad, las víctimas contaron que, apenas se bajaron los agresores, intentaron tomar un taxi. Sin embargo, el quinteto comenzó a seguirlos mientras le gritaba: “Están lejos de casa, los vamos a matar, ya van a ver lo que les pasa por venir acá”.

Tras el robo de sus pertenencias y con varias lesiones producto de los golpes, la dupla corrió por cinco cuadras hasta que pudo pedir auxilio a una pareja que estaba en la puerta de su casa de Riobamba y Suipacha. La pareja llamó a la Policía y los uniformados atraparon a tres de los cinco barras en Francia y Pellegrini. A los acusados les incautaron el traba volante y también la navaja, para luego trasladarlos a la comisaría 5ª, con jurisdicción en la zona.

Por este hecho, los detenidos fueron procesados bajo el delito de robo con armas con motivo de un espectáculo deportivo, agravado por ser cometido en poblado y en banda, y luego condenados en el abreviado mencionado a tres años y seis meses de prisión.

Con respecto a Maximiliano L.R., la pena se le unificó con un juicio abreviado que había acordado en la órbita del nuevo sistema penal diez días antes, el 17 de mayo, donde se acordó una pena de tres años y seis meses de prisión por considerarlo autor del delito de portación de arma de guerra en concurso real con encubrimiento agravado. Este caso ocurrió dos meses atrás cuando en un control vehicular uniformados de la Policía de Acción Táctica (PAT) le encontraron debajo del asiento del auto una pistola 9 milímetros en la esquina de Ovidio Lagos y las vías. Con respecto al arma, los resultados de las pericias indicaron que pertenecía a un prefecto de Ramallo que había denunciado el robo en 2011. En total, Maxi deberá purgar 4 años y 3 meses de prisión en libertad condicional, ya que hasta el momento transitaba el proceso con arresto domiciliario y salidas laborales.

Maxi es el mismo que a las 16.30 del pasado martes estaba con Franchetti y otros tres barras en la puerta 6 del estadio cuando dos motociclistas ejecutaron a tiros al Cuatrerito, caso por el cual dos hombres fueron detenidos instantes más tarde en Oroño y 27 de Febrero, tras ser seguidos por una pareja de policías de civil que escuchó los tiros y observó la secuencia. Según dijo Maxi, él no había alcanzado a salir del club cuando aparecieron los homicidas, quienes incluso, una vez consumada la ejecución de Franchetti, le apuntaron y gatillaron sin que la bala saliera.

Una sutil connivencia policial

El juez Javier Beltramone fue quien llevó adelante la instrucción por el robo y las agresiones a los hinchas de Central. En su momento, solicitó una investigación a la Dirección de Asuntos Internos debido a que los tres barras que habían quedado detenidos en la seccional 5ª, ubicada en Italia 2153, llamaron al entonces jefe de la barra del club del parque, Diego “Panadero” Ochoa –quien sería detenido tres meses más tarde como instigador del crimen de su antecesor en el paravalanchas, Roberto “Pimpi” Caminos, para que los sacara de la prisión.

Fueron tres mensajes enviados a Ochoa. Las transcripciones textuales de los mensajes entre Maxi y el Panadero fueron las siguientes:

—Diego estábamos acá x Pellegrini le pegamos a unos sina (hinchas de Central) nos están llevando a la quinta.

—Ahí hablé, ahora me dicen como es el tema—, contestó a las 23 Ochoa.

—¿Y Diego qué onda podés hacer algo o qué? Los vigilantes están re verdugos loco, fijate si haces algo están un par de los pibes del club.

Más tarde, Ochoa recibió un mensaje de otra persona que le decía: “Ya avisé”, al cual respondió: “Bueno muchas gracias, teneme al tanto que tienen un celular encima y me están volviendo loco”.

Al día siguiente, Maxi continuó:

—Qué onda Diego, no hiciste nada. Robo calificado y lesiones nos pusieron, están re locos. Nos van a mandar al penal ahora y mañana al juzgado a declarar. Somos tres nomás. Los pibes del club ya se fueron. Haceme el favor, fijate si podés hacer algo.

Al llegar los detenidos al tribunal junto con tres celulares incautados por la Policía, todos los mensajes habían sido eliminados. Como los teléfonos habían sido secuestrados durante la detención y, pese a ello, siguieron utilizándose, el juez sospechó que había existido connivencia policial.

10