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El cambio llegó al protocolo y cercó al Día de la Bandera

Un vallado aisló al Monumento y cientos de uniformados completaron el bloqueo. Macri habló para colegiales y padres.

Día de la pecera. El presidente Mauricio Macri protagonizó ayer su primer y fugaz paso por la celebración central del Día de la Bandera y se fue con la imagen buscada: un auditorio completo, prolijo, de muestrario, con globos y música. Para ello alteró por completo la dinámica del homenaje a Manuel Belgrano, que terminó siendo la antítesis de los actos al menos desde el retorno de la democracia, e incluso con el debut de una forma inédita del protocolo, con un Monumento a la Bandera rodeado por kilómetros de vallas.

Ninguna cámara de televisión, ni siquiera las de los dos drones que sobrevolaban el Patio Cívico cuando transcurrían los discursos llegaban a captar el contraste entre el uniforme paisaje de globos celestes y  blancos del Patio Cívico y la colmena verde de gendarmes apostados en el infranqueable doble cerco en las calles de acceso y en el Monumento mismo. No era que se bloqueara el acceso a los globos negros de los manifestantes de la multisectorial contra los tarifazos: no pasaba nadie, tampoco quienes, convencidos de que quedó atrás “al gobierno más corrupto de la historia” pretendían vivar al propio Macri.

En un radical cambio de protocolo, el presidente no habló para el público que había llegado al Parque Nacional a la Bandera: el discurso irrumpió en otra situación con un auditorio integrado por alumnos de 9 años que protagonizaban la promesa de lealtad a la Bandera, sus papás y mamás, y los docentes de cada curso de cuarto grado presente en las escalinatas. A un costado, en otro corralito, funcionarios, y detrás, hacia el propileo, unos pocos grupos de selectos invitados que habían franqueado el celoso cerrojo con nombre, apellido y documento. Lejos del escenario principal, donde recién a la tarde cantarían Soledad y Los Totora, el jefe del Estado habló desde la explanada de la torre central, de espaldas al río. Fue la primera vez, según memoriosos periodistas de la ciudad, que ocurre algo así desde la recuperación de la democracia en 1983.

Para los chicos, la emoción fue vívida. Miles de globos que salían de una carpa inflable donde se apilaban los tanques de gas terminaban en sus manos, los tres niveles del Estado acompañaban su acto y un rato de sol, antes de que se nublara por completo, los abrigaba un poco en el final de la fría mañana.

Afuera, el clima era y había sido era otro. Mientras todo venía demorado, un ala de la protesta había llegado al vallado que estaba por 1º de Mayo, antes del Palacio Vasallo.

Entre medio de los manifestantes una estrepitosa banda de vientos y percusión ponía ritmo: alzaban una bandera roja, amarilla y verde, y un estandarte de la Asociación Africana de Rosario.

A pura música, la pequeña protesta era en paz. Pero pasadas las 11 algo se alteró: un colectivo de turismo había traspuesto el primer vallado y avanzaba a paso de hombre al final: adentro llegaban los ministros del Poder Ejecutivo Nacional, adelantándose al presidente, que en ese momento estaba arribando a Fisherton.

Pasado el momento todo volvió a la ¿normalidad? ¡Están tirando! ¡Están tirando tiros allá!, les advertían a los gritos mujeres policías y gendarmes que las miraban con gesto de asombro. Señalaban hacia Rioja, pero los uniformados no se movieron de su sitio. Y más allá efectivamente algo estaba ocurriendo. Una joven mujer lloraba, sentada en un umbral y asistida por otras: había respirado gas lacrimógeno. “¡No puede ser!”, decía, desconsolada. Acababa de ser “dispersada” a metros de su casa por granadas arrojadas sobre los manifestantes (ver página 5), que venían siendo desviados por vallados repletos de gendarmes con escudos hasta Rioja y Juan Manuel de Rosas. Un cuerpo de la Guardia de Infantería policial, llegaba marchando con amedrentador paso redoblado, a modo de refuerzo, a la par de tres tanquetas hidrantes de color verde. Los propios vecinos impusieron calma a la situación, en defensa de manifestantes que ya habían sido ¿repelidos? una cuadra antes. Allí, todavía había tensión. “Espero que se vaya rápido, sino hoy vamos a estar corriendo todo el día”, les dijo un jefe policial a otros dos. La situación se había calmado y “bajaban” otra vez rumbo al Monumento. Minutos después, arrancaba el acto en el Patio Cívico.

“Sí, se puede”, la polémica arenga del presidente

En el final de su discurso, que no se extendió más allá de los cinco minutos, Macri gritó por dos veces “¡Viva la Patria!”, y recibió la réplica de parte de los niños que prometieron fidelidad a la bandera y que colmaban el Patio Cívico. Pero luego hubo un tercer grito, con  color más partidario: “Es aquí y ahora. ¡Sí, se puede!”, arengó el presidente y recibió la respuesta de los escolares. “¡Sí, se puede!”. Además, en el medio del discurso presidencial, en una pausa voluntaria, también arrancó un “¡Sí, se puede!” por parte de los niños de cuarto grado, lo que llamó la atención de todos.

Gendarmería se apostó en el ingreso y controló

Como sus antecesores, Mauricio Macri eligió el marco en el que se iba a desarrollar el acto del Día de la Bandera. Con una diferencia sustancial con relación a todas las experiencias anteriores: hubo entrada selectiva y en la portería estaba la Gendarmería.

La excusa perfecta fue la promesa de fidelidad a la bandera de 5 mil niños de todo el país, para lo que se eligió el Patio Cívico de la Bandera como escenario.

En el acto central de ayer sólo pudieron participar, además de autoridades y periodistas acreditados, los niños que debían prometer fidelidad a la bandera, además de algunos padres y maestros. El resto se quedó afuera, con bronca. Y algunos hasta sufrieron golpes.

La ex presidenta Cristina Fernández, para citar el caso más cercano, elegía rodearse de agrupaciones militantes, y sufrió reiteradas críticas por la presencia de las organizaciones en los festejos por el Día de la Bandera, pero el acceso nunca fue limitado.

Con lo de ayer, se repite lo que ocurrió en la anterior visita de Macri a la ciudad, cuando participó de un acto en la Facultad de Derecho, en medio de un gigantesco operativo de seguridad.

La organización del acto en el Patio Cívico del Monumento a la Bandera le dio límites naturales a esta intención selectiva, y los vallados en todas las calles de acceso y la fuerte presencia de Gendarmería completaron la idea.

Macri, el presidente de la Nación, aparece desligado del entorno. Es la manera que encontró el gobierno de “proteger” a quien en pocos meses acumuló demasiadas malas noticias: devaluación, tarifazos, inflación, recesión y despidos, en un combo explosivo.

Como siempre, el presidente marcó la cancha de los festejos del Día de la Bandera, aunque esta vez hubo pocos jugadores invitados.

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