Hay disfraces que pasan inadvertidos en la calle. Visten al estudiante, al abogado o a la maestra de escuela. Son las tendencias de modas que diferencian épocas pero igualan a las personas. Como explica Soy leyenda (1954), la novela de Richard Matheson donde la humanidad mutó en vampiros que asedian al último hombre sin convertirse, la mayoría es la que define lo normal. Tal vez, hasta lo humano. En Rosario, hace tiempo que por la convención internacional de historietas Crack Bang Boom se puede ver a personas paseando con disfraces fuera de moda. Fanáticos de animé y ciencia ficción, sin distinción de edad. Celeste Arrizabalaga, artista de maquillaje para efectos especiales, explicó por qué creció la moda de pintarse para vivir un rato en la piel de un personaje. El que más creció en popularidad fue el zombie, un muerto vivo. Para fanáticos o quienes se inician en la práctica de efectos especiales, el zombie es el mejor personaje. Desprolijo, lleno de sangre, roto, no exige la perfección.
Con 31 años, Celeste, ex estudiante de Bellas Artes y Cine, llega a fin de mes dando cursos de maquillaje FX en la escuela Barocelli y la Wow! School. Fundó la empresa Nuba Make Up FX y pinta caras en fiestas privadas. “Los chicos piden superhéroes y las nenas diseños de princesas. Están las excepciones hermosas donde una chica te pide una calavera o un chico te pide brillos. Me encanta, pero algunas veces es un problema con las madres”, relata a este medio. “En adultos, las mujeres piden una máscara tipo firulete. Las más animadas, un perro o gato. Los hombres piden algún músico de Kiss o un tribal”, dice y señala que el miembro menos solicitado para dibujar es el baterista Peter Criss. reconocido como El gato.
No todo es fiesta. Como al principio de su carrera, Celeste maquilla en producciones de fotos, ficciones en formatos de web, TV y cine. “No es sólo un género de cine (el terror, por ejemplo) o tele que necesitan profesionales del FX. Cualquier ficción que requiera caracterizaciones o detalles necesita de calidad”, cuenta a El Ciudadano, y enumera trabajos: la serie Pájaros negros (2015), un policial sin monstruos pero con tiros, sangre y tatuajes que los actores no tenían en el cuerpo y debían dibujarse cada día de filmación; la película El ardor, (2014), un western de Pablo Fendrik protagonizado por Gael García Bernal sobre la explotación del pequeño productor de tabaco atormentado por las multinacionales.
A la obra
Desde que se enganchó en un taller de FX del Festival Latinoamericano de Video, Celeste nunca deja de practicar. Esta semana, en la mesa del taller que tiene en el departamento, la prueba contundente es una máscara de un caminante blanco, personaje de la serie de HBO Game of Thrones. Es un proyecto para divertirse y mantener las manos ágiles. “Son el pincel”, define Celeste. Necesitan entrenamiento constante. No por vicio sino para moldear mejor y batallar escenarios repetidos en el rubro del maquillaje en Argentina: falta de material que no se produce en el país. Hay que improvisar. Si bien existen reemplazos imposibles, como la plasticidad y movimiento que una máscara de silicona hollywoodense le da al actor, Celeste confía en la creatividad argentina y la capacidad de moldear. Un poco de látex y algodón darán un resultado estético igual pero habrá que cuidar la gesticulación del enmascarado.
En Rosario, como otros puntos de Argentina, el maquillaje FX creció desde la década pasada. En contra del crecimiento de artistas está la misma industria y el comercio que les da de comer. El mejor ejemplo, según Celeste, es la gelatina. Un paquete puede costar 18 pesos en una droguería o casa de materiales químicos. O hay que comprar a 300 pesos si alguien la rotula con un nombre de fantasía, empaqueta con brillos y jura que la usan los profesionales.
Para Celeste, meterse en maquillaje FX es igual que estudiar un instrumento musical o practicar un deporte: hay que invertir de entrada. El consejo para los que arrancan es que estudien, se equivoquen en los talleres y vayan a las prácticas profesionales, como las que hacen en la escuela Barocelli, o también las fiestas privadas. “Si les da vergüenza cobrar por el trabajo, pidan que les compren los materiales y así con el tiempo se terminarán equipando. Y siempre hagan pruebas de maquillaje en el dorso del brazo para saber si alguien es alérgico a una pintura”, recomendó.
PARA AGENDAR
El próximo domingo 17, de 9 a 12, en el Centro de la Juventud (bajada Sargento Cabral y el río), Celeste Arrizabalaga dictará un seminario de maquillaje FX con temática zombie. Apunta al público de teatro y quienes gusten de la caracterización, también como el cosplay. “Vamos a dar una mezcla de técnicas para el manejo de materiales usados en todo el mundo –látex, maquillaje común, silicona– pero usarlo distinto. No es lo mismo que un tutorial visto en internet porque se trata de acompañar la experiencia”, señaló la artista, que dictó talleres parecidos en las convenciones Horror Fest (2012) y Animecon (2014). Con materiales incluidos, el curso cuesta 175 pesos por persona o 290 por pareja. Los interesados pueden inscribirse en Puro Cómic, de San Martín 843, local 6.
Disfrazarse para salir a competir
“El sistema te entierra pero crea Halloween para vender pavadas. Podés aprovechar para caracterizarte como zombie, momia o lo que sea, y divertirte”, opina Celeste Arrizabalaga sobre la popularización no sólo de la tradición británica sino del cosplay, cuando una persona se disfraza e interpreta a un personaje de ficción, muchas veces para competir con otros en convenciones de ciencia ficción.
“Son personas súper sensibles los que hacen cosplay. Me hubiese encantado hacerlo de adolescente. Son chicos a los que se mira raro pero están disfrutando. Encuentran una forma de salir a la calle y divertirse cuando muchas veces son rechazados por esa sociedad muy «correcta» donde todo es homogéneo y deciden qué está bien o mal”, agrega quien admite afinidad con Tim Burton, Terry Gilliam, Michel Gondry y Guillermo del Toro. En todos, se repite lo mismo: la realidad es mostrada como algo orgánico, lleno de errores, lejano de la higiénica mirada de las películas de Hollywood.