“Ninguna buena acción queda sin castigo”, es una frase atribuida al cineasta Billy Wilder, responsable de los títulos más salientes de la era dorada del policial negro en Hollywood. La idea puede aplicarse para uno de las 500 vecinos del edificio de Urquiza 1949 que en la madrugada del martes, al caminar por la puerta de calle, olió gas y se preocupó.
Con un llamado alertó a Litoral Gas, que envió una cuadrilla al lugar. A las 5.30 encontró una pequeña pérdida en el gabinete externo y cortó el suministro para los 144 departamentos distribuidos en los 22 pisos del complejo.
El corte, lejos de poner felices a los consorcistas por la actitud solidaria de la vecina, causó gran enojo contra la denunciante. Aparecieron carteles en los ascensores con mensajes de maltrato hacia la mujer del “7º G” que realizó la advertencia a Litoral Gas. Es que el edificio había renovado por completo el sistema de gas hace cuatro años y el olor, en realidad, provenía de una fuga en una casa de al lado, donde funciona un geriátrico.
Los vecinos, ahora, además de la incomodidad de vivir sin gas por estos días, temen por los nuevos costos del servicio y el fantasma de que la empresa exija hacer un trámite de reconexión a cada uno de los usuarios. Así, el edificio de Urquiza 1949 se sumó a los más de 100 en la ciudad que están sin servicio. Del total, 60 llevan más de seis meses sin conseguir la reconexión, algunos por problemas entre los consorcistas que deben pagar obras muy caras, apuntaron desde la empresa.
Cuidados intensivos
Según contaron vecinos del edificio en cuestión, el martes por la madrugada una vecina mandó un mensaje de texto al administrador porque había olido gas en la puerta. Antes o después, y quizás no desde el mismo teléfono celular, una llamada se disparó al 0-800-777-5427. El teléfono de emergencias de Litoral Gas recibió la denuncia de que había una pérdida en ese complejo.
Una cuadrilla de la empresa llegó y encontró una fuga pero en un gabinete contiguo al del complejo. Cortaron el ingreso que pertenece a un hogar de ancianos. Por la tarde, arreglado el problema, estaba reconectado. Distinta fue la suerte para las 500 familias de Urquiza 1949. Los operarios también chequearon el gabinete del edificio y encontraron una pequeña fuga en el ingreso. El administrador del consorcio la registró con la cámara del celular y la empresa cortó el suministro.
Carlos, encargado y morador desde hace 28 años, contó a El Ciudadano que estaba tomando mates a las 4.30 y se quedó sin segunda ronda cuando no pudo calentar más agua. Hace cuatro años vivió cómo el edificio renovó por completo el sistema de instalación con reguladores nuevos, caños y hasta las condiciones de ventilación requeridas por la normativa en cada departamento, aseguraron desde la administración.
“La falla que encontraron era afuera. Se debe haber hecho por las vibraciones del tránsito. Las instalaciones adentro están nuevas. Te da bronca que corten el gas pero entiendo por qué lo hicieron”, explicó, y adelantó que hoy por la mañana un gasista matriculado llegará al edificio. Según el protocolo que rige en la ciudad, deberá analizar qué obra hay que hacer, armar un proyecto de reparación y obtener el visto bueno de Litoral Gas antes de tocar nada.
“Estamos en pleno invierno con familias con abuelos y chicos chiquititos. No sé cuánto va a tardar. Cambia todo en la vida de los vecinos. Tienen que comprar calefones eléctricos y mientras tanto todos los inconvenientes de vivir: comer, bañarse, etcétera”, agregó otro vecino, y remató: “Encima las facturas se van para arriba”.
El peculiar caso se da a pocas cuadras de Salta 2141, donde estaba el edificio que estalló el 6 de agosto de 2013 por un gran escape de gas. Murieron 22 personas, hubo heridos y pérdidas materiales totales. Son once los procesados por estrago culposo agravado, entre ellos, autoridades del consorcio, gasistas y miembros de Litoral Gas que enfrentan posibles penas que contemplan hasta cinco años de prisión.
Desde el estallido las denuncias y problemas con las conexiones de gas se multiplicaron y llevaron el promedio de interrupción de conexiones por encima de la media histórica de Rosario, que es de 20 por mes. También ocasionaron autoevacuaciones en complejos habitacionales de distintos puntos de la ciudad.
Otro caso
Similar a lo de Urquiza al 1900 pasó en Rodríguez al 1600 el año pasado. Misma historia: un vecino olió algo raro, llamó a Litoral Gas y la empresa cortó el suministro de forma preventiva. En una reunión de consorcio se analizó la posibilidad de expulsar del edificio al denunciante.
El frío se siente con fuerza en el cuerpo y en el bolsillo (Por Silvina Tamous)
Los vecinos creíamos que era por un fin de semana. O por una semana. Pero con el correr de los días entendimos que la cosa venía para largo y que no iba a ser económica. El puntapié inicial lo dio “alguien que sintió olor a gas” y con esa sensación vino la faja de clausura para el servicio de gas natural de un edificio construido en 1940. Lo primero era ver cómo solucionar el problema inmediato, es decir cómo cocinar, cómo bañarse y cómo calentarse ya que la oportuna falta de gas vino en mayo, con el frío.
¿Qué hay que comprar? Rápidamente consulté a mis amigos que están más duchos en el tema, es decir a todos aquellos que viven en departamentos con el gas cortado hace más de un año. Ahí me enteré de los termotanques, pero había que invertir cinco mil pesos. Otra opción es una ducha brasilera que se anexa a la ducha: la mejor opción ya que salía agua caliente y en cantidad. Cuando estaba casi decidida a pagar los 500 pesos, me dijeron que era peligrosa, que tenía que contratar a un electricista que entendiera porque no iba con cualquier conexión. En síntesis, me decidí por un calefón eléctrico de los que se enchufan. La idea no resultó de lo mejor. Bañarse es una planificación.
Hay que llenar el calefón y enchufarlo y calcular el tiempo. Es que uno puede sentir que se quema vivo. Así que lo mejor en ese caso es dejar correr un poco el agua y rellenarlo con agua fría. La lluvia es pequeña, frágil. Y soy más alta que ella. Mi cabello es largo y pese a los años no se me ha caído. La lluvia apenas lo humedece. O sea que bañarse no es fácil. Ahora, que estoy más canchera, lleno primero un balde con agua a temperatura saludable para mi cabeza, lo que consigo con una pava eléctrica y agua fría. Preparo el calefón y con una jarra me voy lavando mi pelo largo al son de la lluvia breve que se termina antes que mi baño.
El segundo desafío era cómo cocinar. En el mismo edificio vive mi madre, que no come cualquier cosa. El listado de anafes que no calientan ni agua, y hornos eléctricos pensados sólo para carnes me hizo desesperar hasta que encontré una especie de horno-olla teflonado que pareció cambiar mi vida hasta ahora. Hace tres meses que como lo mismo de la misma manera. Y el teflón, al igual que la lluvia que sostiene el calefón, se fue aflojando. Todo se rompe antes de lo previsto.
El otro problema es el frío. El aire acondicionado frío-calor no lo manejo como opción, ya que tendría que comprar uno. El departamento es antiguo, no tiene burletes y cuando hay viento es como sentir una manifestación golpeando la ventana de un piso 13. Además del chiflete de viento, es como medio tenebroso.
Probé con una estufa que me prestaron, eléctrica de bajo consumo. Sólo calienta cuando me paro al lado. El caloventor es un vientito chiquito que llega cansado a los tobillos, cuando estoy en la computadora trabajando, que es cuando más molesto es el frío. No lo hago de noche, sólo cuando el sol se filtra desde la ventana y entibia con fuerza el departamento. Como si me hubiese anticipado a los consejos del presidente Mauricio, uso piyama, escarpines, medias y chales. Y a la noche, cuando llego de trabajar, me meto en la cama y puteo mil veces si me dan ganas de ir al baño.
Mientras padezco el frío como en mi infancia, cuando en la casa de mi abuela nos calentábamos al lado de una estufa a kerosene, me resfrío como nunca y me contracturo por causa del frío, lo peor aún no pasó. La primera factura de gas sin servicio llegó de 350 pesos. Y 1.400 de luz. Más la obra del gas que entre otras cosas se llevó mi auto, que era viejito, pero fue sacrificado dejarlo ir. Trato de olvidarme a veces que todo esto está pasando, pero el frío no me deja.