Ramón, Marcelo, Beti, Martín y muchos otros son los que cada martes y jueves esperan ver llegar a los integrantes del Movimiento Solidario –uno de los cuatro grupos que recorre un amplio sector del centro de la ciudad– con sus 80 raciones de comida. También llevan frazadas, ropa de abrigo y pañales. El camino lo emprenden alrededor de las 19.30 en la Maternidad Martin para luego reunirse, a las 20, en Mendoza y San Martín, un lugar estratégico en donde ya “hay conocidos” aguardándolos entre bultos, cajas, termos con mate cocido y té.
Como cada noche, en la esquina donde arranca el itinerario se juntan unos 15 voluntarios del Movimiento, algunos con remeras distintivas del grupo y otros que recién salen de sus trabajos; hay quienes también viajan a Rosario desde Funes y Pérez.
Nombre y apellido
“Cada persona tiene nombre y apellido, tiene identidad”, cuenta Marcela Pezzelato, quien se sumó hace unos meses como voluntaria junto con su hijo Franco, de 19 años. La charla con El Ciudadano se interrumpe cuando se acerca Marcelo, con su nena de 2 años, a buscar las viandas. También les recuerda su pedido de pañales para su hijo más chico, aunque Pezzelato se lamenta de que al ser unos de los elementos más caros, son los más difíciles de conseguir, por lo cual prometen entregárselos en la próxima visita.
El camino continúa por San Martín hasta la próxima parada en la plaza Montenegro: hay adultos mayores que hace años que se conocen con los integrantes del Movimiento, pero también se acercan chicos de entre 12 y 15 años a buscar una ración de comida. Mientras tanto, Marcela saca de una de las bolsas una frazada tejida y se la da a Beti y a su compañero. La ronda sigue hasta el cruce de las peatonales en donde un joven, que sobresale de un grupo de adultos que esperaba con ansiedad recibir una carpeta con hojas cuadriculadas. “Está terminando la secundaria”, aclara a este diario un miembro de la organización.
La caminata continúa por Córdoba y termina en Corrientes. Cada persona con la que se encontró el Movimiento Solidario durante la recorrida tiene una historia de vida que el grupo de ayuda conoce. “Hay gente que no tiene los recursos para poder lograr los objetivos, y no hablamos de recursos materiales, sino que carecen de las herramientas para plantearse «quiero salir de esta situación en la que estoy», porque tal vez estuvieron toda la vida así y sea quizás uno de los motivos por el cual no tienen la capacidad de reconocer que pueden acceder a otro tipo de vida. No perdemos las esperanzas de que se puedan lograr esos objetivos, sobre todo con los más jóvenes y los más chicos”, se esperanza Marcela.
Dejar huellas
“Durante las recorridas, nos encontramos con diferentes casos: familias enteras que nos esperan y se vuelven a sus casas; otras que se quedan en la calle. Hay muchas particularidades y personas que hace años que viven en la calle y van rotando de zona, por lo que a veces los encontramos y otras veces no”, relata Avelina Mei, de 22 años, quien colabora en el grupo desde hace tres.
La joven también cuenta que se le da prioridad a quienes históricamente están en situación de calle.
“Si tenemos que llevarles un colchón a la hora que sea, lo hacemos. También tratamos de abordar el consumo de alcohol o drogas en este tipo de casos, poder entablar una conversación, encontrándolos en momentos en que se pueda hacerlo, porque no siempre lo logramos, y ahí entonces trabajar para que salga de eso. No sólo se trata de asistencialismo para paliar una necesidad determinada y darles una vianda o una frazada que mañana se la puedan robar o que la pierdan, sino que pueda reinsertarse, incluso conseguir empleo”, concluyó Mei.
En seis años, el Movimiento Solidario le cambió la vida a 60 personas
Hace aproximadamente seis años a un grupo de amigos los unió la inquietud de encontrar la manera de “ayudar al prójimo”, pero que esa entrega lograra, además, una transformación positiva en “el otro”. Así fue que en 2009 se creó el Movimiento Solidario, cuyo mentor fue Richard Camarasa, quien siempre está acompañado de voluntarios.
Desde sus inicios, “el movimiento” consiguió revertir la historia de más de 60 personas que vivían en situación de calle, en condiciones de extremo abandono, indicaron.
Durante el invierno, llevan adelante la campaña que denominan “Frío cero” y también realizan relevamientos, trámites para obtener DNI, jubilaciones por invalidez, Asignación Universal por Hijo (AUH) y programas de vacunación.
Toda la tarea es a pulmón, sin recibir donaciones de empresas ni de ningún nivel del Estado y sin pertenecer a ningún partido político o grupo religioso. Tal como reseñó Camarasa a este medio, la organización que lleva a delante se nutre de la solidaridad de la gente.
Uno de los primeros pasos que dieron fue organizar eventos para colaborar con instituciones que necesitaban una ayuda concreta y que estaban atravesadas por algún tipo de crisis social.
Pero a medida que se fueron sumando voluntarios a la propuesta, comenzaron con las recorridas nocturnas, un actividad que consiste en llevar una bandeja de comida a los sin techo y también ropa de abrigo o frazadas en el invierno. No obstante, Camarasa destacó el sentido trascendente que le asignan a esas caminatas: “No es sólo entregar algo, porque una persona y una vida tienen para nosotros un significado demasiado importante y eso es lo que nos sigue movilizando”.