El cineasta argentino Luis César D’Angiolillo, gran montajista y autor de filmes como “Matar al abuelito” y “Potestad”, que falleció anoche a los 72 años como consecuencia de una larga enfermedad, fue recordado hoy como un profesional “de una enorme generosidad”, “cálido” y “muy solidario” por algunas de las personas que trabajaron o estuvieron cerca de él durante su extensa y prolífica trayectoria.
“Era muy cálido y muy tranquilo. Me acuerdo también que se reía mucho cuando trabajábamos. Aprendí un montón al lado de él, era muy generoso con todos los que lo rodeaban”, afirmó Loli Moriconi, que colaboró con él en “Fontana, la frontera interior” (2009), de Juan Bautista Stagnaro, y “Tres de corazones” (2007), de Sergio Renán, entre otras películas.
Nacido en la provincia de Santa Fe en 1944, D’Angiolillo dirigió tres largometrajes: «Matar al abuelito» (1993), «Potestad» (2001) y «Norma Arrostito, la Gaby» (2007), pero su labor en el cine empezó a fines de los 60 como montajista, labor desde la que tomó parte en unos 50 filmes.
Ligado íntima y fuertemente a ese mundo, se casó con María Inés Teisie, quien comenzó como fotógrafa fija y se convirtió en la primera directora de fotografía en la Argentina, mientras que el hijo de ambos, Julián D’Angiolillo, ya cuenta dos películas en su haber: “Hacerme feriante” y “Cuerpo de letra”.
Julián confirmó a Télam que su padre “estaba muy enfermo” y manifestó: “A mi me gustaba estar con él cuando conversaba con los directores, siempre era muy interesante porque era una persona que estaba muy al tanto de todo, muy informada y culta. Y las argumentaciones que daba en los debates eran muy ricos. No lo bajaba como enseñanza directa, se transmitía por el hecho de compartir con él”, añadió Moriconi en relación a D’Angiolillo.
Por su parte, Ana Poliak, cineasta y montajista que hace 30 años fue alumna de D’Angiolillo en el Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica (Cerc, hoy Enerc) del Incaa, sostuvo que desde aquel entonces mantenía con él una relación de amistad, que fue disminuyendo hace un año a partir de que se le detectó la enfermedad y comenzó a hacer una serie de tratamientos.
La directora de “Parapalos” afirmó que D’Angiolillo “era una persona maravillosa, un ser de una gran generosidad y solidaridad. Si bien nunca trabajé con él, estuvimos nueve meses trabajando, cabina de por medio, en los laboratorios Alex. Él estaba editando ‘Espérame mucho’, de Juan José Jusid, yo fui a mirar como era el trabajo y quedé enloquecida”.
Por su parte, el productor Diego Dubcovsky, también evocó a D’Angiolillo con cariño y agradecimiento: “Lo conocí en el 92 trabajando en una miniserie, una de las primeras realizadas en fílmico, y en ese proyecto era asistente de dirección en postproducción, con lo cual mi trabajo era estar cerca de César representando al director en el montaje”.
Dubcovsky, que luego fue su asistente en el montaje de una película de Nemesio Juárez, señaló que D’Angiolillo “era un obsesivo en el trabajo, en el ajuste de cada plano, y no tenía miedo a desarmar las ideas preconcebidas desde el guión para buscar nuevos caminos”.
“Era un tipo muy intuitivo pero también muy formado, ocupaba muy bien su rol de colaborador, y sobre todo, algo que mostraba su humildad, es que podía trabajar en una línea narrativa durante semanas, darse cuenta que era la errada y volver a cambiar el rumbo sin temor a decir que se había equivocado”, destacó el productor de filmes de Daniel Burman como “El abrazo partido” y “El nido vacío”.