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A los 75 años murió el escritor argentino Ricardo Piglia

Había nacido en 1942 en la localidad de Adrogué, en Buenos Aires. Hijo de un médico, cuando terminó la escuela secundaria decidió incursionar por otros caminos y estudió Historia. Fue docente de la Universidad de Princenton.

El escritor Ricardo Piglia falleció este viernes a los 75 años a causa de las complicaciones generadas por la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa que padecía hace años, dejando a la literatura hispanoamericana huérfana de una de sus voces más lúcidas y representativas, capaz de transitar los intersticios entre la crítica, la novela, el ensayo, el guion y la docencia.

Su muerte enluta al mundo de las letras a poco de haber sido publicada la segunda parte de esa obra total que conforman Los Diarios de Emilio Renzi; alter ego que atravesó con mayor o menor asiduidad su trabajo y que comenzó a delinear hace 57 años como por obra del azar, cuando tomó un cuaderno y en medio de una mudanza que lo obligaba a abandonar con sus padres su ciudad natal de Adrogué, anotó las primeras observaciones sobre su propia vida.

Esos diarios, tarea titánica que implicó un inmenso trabajo de relectura y edición que lo mantuvo ocupado hasta el fin de sus días, son el legado más cercano que deja Piglia a sus lectores: el presente constante de un narrador en estado puro, siempre interviniéndose a sí mismo.

Estilo y versatilidad

Caracterizada por los cambios de registros y estilos, la escritura profana de Piglia funcionó como radiografía de época y, mejor que nadie, encarnó ese borramiento de bordes con textos que destilaban pura literatura más allá del género en el que pudieran encuadrarse y de la insistencia con que los cruzara.

De esta manera, su huella trasciende la novela para alcanzar el cine –como guionista y a partir de su propia obra en el caso de la taquillera Plata quemada; pasa por la pantalla chica, donde ofreció una gimnasia similar a la del claustro y el ensayista, con programas como Borges por Piglia; y se inmiscuye hasta en la ópera, para la que adaptó La ciudad ausente.

Esa versatilidad no fue su única constante, la otra acción irrenunciable de este escritor fueron sus diarios: páginas y páginas escritas pacientemente, en forma aleatoria, repetitivamente durante más de 50 años; las mismas que concibieron a Emilio Renzi, personaje, alter ego y seudónimo de quien reconoció en esta reiteración “la novela de una vida”.

Reconocimientos

En 1967 recibió una mención especial del VII Concurso Casa de las Américas de Cuba que derivó en Jaulario, su primer libro de cuentos; en 1977 llevaba publicados La invasión y Nombre falso, pero pasaron tres años más hasta su reconocimiento internacional, en 1980, con Renzi protagonizando su primera novela, Respiración artificial.

Su siguiente novela fue La ciudad ausente, que en 1992 mostraba cuentos generados por una máquina inventada para sustituir a una amante muerta; subtextos similares entrecruzó en Blanco Nocturno, la novela donde él mismo resumió: “Renzi tiene una pequeña crisis, se encierra en una casa de Adrogué y se produce una historia con una mina que vive enfrente”.

Con el nuevo milenio su reconocimiento se acrecentó, los premios arreciaron y llegó el Iberoamericano de Letras José Donoso, en coincidencia con el lanzamiento en 2005 de dos ensayos ineludibles, el Diccionario de la novela de Macedonio Fernández y El último lector; seguido por el premio de la Crítica de España en 2010; el Rómulo Gallegos en 2011 y el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas en 2013, cuando Anagrama lanzó su última novela, El camino de Ida.

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