Un grupo de docentes y estudiantes pertenecientes a la Facultad de Ingeniería y de Ciencias de la Computación crearon, a fines del año pasado, un analizador de ritmo cardíaco. El aparato, de muy bajo costo, permite medir el funcionamiento del corazón a partir de las variaciones en el flujo de sangre. El prototipo estará disponible sin costo alguno para aquella empresa que lo quiera producir en serie, pero sin fines de lucro. Hasta que alguna se interese, el equipo sigue trabajando para perfeccionar el dispositivo: ahora avanza en un programa que hará que los datos que tome el equipo sean enviados por internet y puedan ser leídos a través de un celular.
El proyecto, coordinado por el profesor Cristian Antiba, se realizó en conjunto con estudiantes de los últimos años de la Escuela de Educación Técnica 2076 San Francisquito, de Cafferata al 2600, donde cursan su tecnicatura en informática.
Después de un año y medio de trabajo colectivo el prototipo está listo y en condición funcional, pero el profesor Antiba denuncia que la Facultad resolvió recortar los fondos de Extensión, por lo que los chicos quedarán fuera de los próximos proyectos.
“Combinamos estudiantes de alto rendimiento de la UNR con estudiantes de un colegio muy humilde de Rosario, lo que representó un doble éxito. Les dimos una perspectiva optimista de que pueden lograr algo. Nuestra intención era seguir trabajando con ellos, y la Facultad no nos apoyó. Tuvimos que interrumpir dos proyectos de extensión y no hay otro grupo que los convoque”, cuestionó Antiba, que además es jefe de laboratorios de Física, Química y Biotecnología, y miembro del Grupo de Experimentación Innovativa e Instrumental (Geii).
Útil y económico
El analizador permite detectar arritmias, palpitaciones y problemas cardíacos a través de la medición de las variaciones en la sangre. Consta de tres piezas combinadas: un sensor que detecta la cantidad de sangre en el cuerpo, un microcontrolador que lee los datos del sensor y un cable USB que transfiere esos datos a una pantalla donde se muestra el funcionamiento del corazón. El próximo paso es subir esa información a internet para que pueda leerse desde una computadora hasta una tablet o un celular.
“Una de las ventajas es que el aparato tiene un tamaño reducido, lo que permite usarlo en un feto en el vientre de la madre sin que sea invasivo. Además puede colocarse en el dedo o en la oreja, resultando práctico para pacientes diabéticos especialmente”, explicó Antiba, coordinador del proyecto en el que trabajaron Paula Borrero (estudiante avanzada de ciencias de la computación); y Andrés Miyara, Luca Liendo y Nicolás Carbone, estudiantes de ingeniería electrónica.
El aparato tiene un costo de producción de apenas 400 pesos, y el diseño puede adquirirse gratis para su reproducción. Autoridades del Sanatorio Británico ya se reunieron con los creadores para evaluar las ventajas del dispositivo.
“Da una alerta temprana, pero no reemplaza a un electrocardiograma. En un dispensario, un médico puede saber si es necesario derivar a un paciente a un centro de mayor complejidad o no. Por ejemplo, si (el presidente Mauricio) Macri hubiera tenido el analizador, se hubiera dado cuenta de que tenía una arritmia”, indicó Antiba.
El oro y el barro
Además del trabajo de los docentes y adscriptos de la UNR, la creación del analizador contó con la participación de alumnos de los últimos años de la escuela San Francisquito. El intercambio fue posible gracias a un proyecto presentado en la Secretaría de Extensión.
“Ganamos un concurso con el proyecto de bomba de agua resonante y con el visualizador de ritmo cardíaco. Empezamos a trabajar en 2015 y, a pedido del director del colegio, extendimos el proyecto medio año más para que los chicos vieran la continuidad del proceso”, explicó Antiba, quien llegó al San Francisquito tras ofrecerse a ejercer gratis como tutor académico de la escuela.
El trabajo se realizó con chicos de 4º, 5º y 6º año del secundario, a quienes les enseñaron nociones básicas de electrónica. “Los chicos fueron a trabajar a la Universidad como alumnos. Una vez terminado el analizador, regalamos dos ejemplares al colegio para que lo puedan presentar en concursos o ferias de ciencias”, celebró el coordinador.
Pero, pese al éxito del proyecto, la nueva conducción de la Facultad le bajó el pulgar. “Cumplimos con los proyectos de Extensión que terminaron el año pasado. Nos rogaron que tomáramos otro para 2017 y pedimos un cargo simple para el grupo para cubrir estas tareas. Fueron a hablar con la decana y nos dijeron que había gente a la que no le interesaba lo que hacíamos”, descubrió Antiba, quien ejerce como profesor hace 14 años y aseguró que esta situación que antes no existía ahora se está repitiendo.
“No hay cargos docentes. Los adscriptos no recibieron ningún tipo de beca y vienen a trabajar gratis. Además de sus proyectos colaboran con grupos universitarios y dan clase”, cuestionó Antiba y señaló que el presupuesto que brindan desde la Facultad “ni siquiera alcanza para cubrir el costo total de los materiales”.
“Además de los 20 mil que nos otorgaron para los dos proyectos, yo puse 4 mil de mi bolsillo”, marcó el docente.
“La Facultad pierde al no ayudar a ese colegio. Pero vamos a seguir trabajando, no nos van a detener porque no nos apoyen. Los chicos lo necesitan”, concluyó el profesor.
Larga trayectoria
El Grupo de Experimentación Innovativa e Instrumental (Geii) funciona desde 2001 y depende de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (Fceia), bajo la dirección de Reinaldo Welti.
Con una larga trayectoria, sus integrantes abordan proyectos vinculados con medicina, informática y energías renovables.
El año pasado el grupo firmó un convenio con la Universidad Nacional del Buenos Aires (UBA) para crear materiales de laboratorio que se usan en los grados superiores de la carrera de ingeniería.
Además, desde mitad de año sus integrantes enseñan gratis materias en un posgrado de Santa Fe, el cual fue declarado de interés por el Ministerio de Educación de la provincia.