En un momento en el que el posmodernismo está mostrando sus límites, con el grotesco mayor de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, encarnando un discurso que va contra algunos de los aspectos multifacéticos que había mostrado la globalización, esto es, la posibilidad de una convivencia multiétnica, la aceptación de las minorías en sus distintas perspectivas, de la homosexualidad, o los derechos ganados por las mujeres, etcétera, la pregunta que sigue es ¿qué vendrá ahora?, ¿nos hallaremos otra vez como en los años 30, cuando se cuestionó duramente la democracia y triunfaron el fascismo y el nazismo?, ¿será momento de hacer un balance sobre qué dejó este periodo de tiempo que no tuvo nombre propio?, ¿estamos frente a una “sociedad líquida”, como afirma Zygmunt Bauman, o a un nuevo “prerromanticismo”, como deslizó Umberto Eco en su último escrito? A modo de balance o anticipo de las características de una nueva sociedad, la comarca local también se da el gusto de expresar sus sentimientos y sus impresiones en el papel.
En Vidas para contar, Héctor Vázquez presenta tres distintos relatos que podrían clasificar como cuentos breves, eclécticos y misceláneos, atravesados por la racionalidad, la magia, la poesía y la filosofía. El primer grupo está compuesto por relatos que el autor retoma y reelabora. Luego le siguen cuentos anclados en Pueblo Esther en los que aparecen situaciones verídicas mezcladas con relatos fantásticos. Por último, en un tercer grupo, el autor se permite jugar con la literatura y la filosofía, y combina a grandes personajes históricos.
Transmutación
En su primer apartado, Vázquez presenta algunos antiguos textos suyos pero en nuevos planos narrativos. Al mismo tiempo, el antropólogo y escritor rosarino propone una secuencia de historias ligadas a partir de diferentes perspectivas. “Si, sí, conocía a Virginia, dijo Berta, la berlinesa, acodada sobre la marmolada barra del tugurio nocturno. Su voz gruesa de tonalidades profundas y desgastadas se expresaba en un susurro, casi un lamento, navegando la niebla de humo cada vez más densa y mohosa con cada nuevo cigarrillo encendido”, abre el libro el autor.
Luego, en otro cuento, habla Virginia: “No sé por qué te cuento estas historias a vos, Berta, posiblemente porque sos buena, comprensiva. Porque siempre estás al lado de una cuando te necesita. Porque sos mi amiga”. No sólo la voz de los personajes va mutando, sino también las perspectivas, los propios personajes, los lugares, las épocas. Tanto vale Rosario como un viaje en colectivo desde Entre Ríos durante la última dictadura militar, los sentimientos de marineros en alta mar por una obra de arte, o una persecución en avión con destino a Roma. La globalización en la posmodernidad permite jugar con distintos personajes, mujeres u hombres; y con distintos lugares de contacto.
Un pueblo para descansar
La segunda parte del libro de Vázquez está anclada en Pueblo Esther, un antiguo pueblo de quinteros y productores de papas que, en los últimos cuarenta años, se transformó en lugar de recreo de fin de semana para los rosarinos. En ese sentido, Vázquez toma aspectos de las dos características de la localidad vecina. Viejos relatos, mitos urbanos y rurales se combinan con pequeñas historias del presente. “Pozo de las ánimas” y “Y el Diablo mató al muerto”, son narraciones que se nutren de viejos cuentos de pueblo, que combinan situaciones fantásticas en un marco realista, con un trasfondo moral. Con “Bulldog Newton” y “El Gato”, el autor recrea situaciones del presente que, sin caer en pretensiones moralizadoras, reflejan también problemáticas humanas del entorno de Pueblo Esther y el río Paraná. “Avista ya el rancho del puestero. La Traquer se aproxima lentamente en aguas tranquilas. A su alrededor, silencio y quietud. La naturaleza y los objetos creados por el hombre se extienden en el espacio, pesados, densos en su ser”, relata el autor el encuentro entre el dueño de la lancha que se llama Bulldog Newton y el baqueano que lo acompañará. Distintos mundos, distintas clases se cruzan en otra situación en el espacio del Paraná y sus islas. Los objetos marcan las distinciones. El dueño de la Traquer también lleva consigo su cámara fotográfica, para el puestero y su esposa, un machete es el elemento que les permite vivir.
Cuentos de filósofos
Con “Filofalsías”, la tercera parte de su libro, Vázquez juega con la literatura y la filosofía, a partir de algunos de sus principales exponentes, Baruch Spinoza y Dante Alighieri. Baruch Spinoza, también conocido como Benedict o Benito Espinoza, fue uno de los tres grandes racionalistas del siglo XVII y heredero crítico del cartesianismo. ¿Cómo imaginar un día en la vida de este filósofo que perteneció a la comunidad judía de Amsterdam?, ¿cómo influyeron las costumbres de sus padres que salieron de Portugal?, ¿qué situaciones podrá atravesar un intelectual?
Al enfrentar la lectura de La divina comedia o al pensar en el idioma italiano, imaginamos a un Dante reflexivo que está tramando historias sobre los personajes más importantes de su época con un lenguaje coloquial para acercarlo a todos. Vázquez, sin embargo, elige ubicar a su Dante como un alquimista metido en plena disputa de güelfos y el Papado, huyendo de la garra de los poderosos. Según Vázquez: “Dante conoce su saña, por eso ha huido de ciudad en ciudad con sus bártulos, su poesía y su afán de trascendencia. Es alquimista, de joven comenzó a estudiar y ahondar en los misterios del arte secreto. Y aun-que tiene dudas, piensa que sus conocimientos maduraron lo suficiente. La total sabiduría está a su alcance: La sublime piedra filosofal”.