El testimonio Daiana T., la chica de 24 años que a fines del año pasado recibió un botellazo en la cabeza en la puerta del bar La Chamuyera, que fue publicado por El Cuidadano, abrió el debate sobre la forma en que se investigó el hecho que la dejó al borde de la muerte y en silla de ruedas. La pesquisa pone en evidencia un problema persistente en las investigaciones judiciales que buscan a autores NN y que tiene que ver con las pruebas que van más allá de los testigos. En el caso de Daiana, la noche del 27 de octubre la principal evidencia con la que podía contar la fiscal Verónica Caíni era la botella. Pero los peritos policiales que trabajaron en la escena del crimen no la preservaron. Ni siquiera se la llevaron. Por el contrario, fue alcanzada a la Fiscalía por testigos. Como consecuencia, en el análisis dactilográfico no se pudo encontrar suficiente material genético.
“En el momento del hecho la botella no fue preservada. Fue acercada horas después por eventuales testigos a la Fiscalía”, dijo sobre la causa un vocero del Ministerio Público de la Acusación (MPA) y agregó: “La botella, si bien no se rompió, expulsó algunas astillas que fueron encontradas en el cuero cabelludo de la víctima, lo que terminó de verificar que se trataba del objeto que tiraron. Es un vino que no es común y que no se compra en todos los mercados. Lo que se está tratando de ubicar es dónde se vende en la zona, algo que todavía no se pudo detectar”. A la prueba sobre la botella se sumaron otros estudios que hasta ahora no aclararon el panorama.
Cuando las pericias no dan resultados y las pruebas no se conservan debidamente, a los fiscales les quedan los testigos como la principal prueba para el esclarecimiento de los delitos. El problema es que, en casos como el de Daiana, hasta el momento ningún testimonio reveló indicios consistentes para dar con el autor del botellazo.
Landini
Algo similar ocurrió el año pasado con el caso de Rubén Landini, quien fue atropellado la madrugada del 24 de marzo del 2016 en Sorrento y Cavia. Tenía 25 años, era panadero, iba a trabajar en bicicleta a Granadero Baigorria y terminó muerto al costado del puente que pasa por encima del arroyo Ludueña, cerca de Empalme Graneros. Seis meses más tarde, la investigación fue archivada. Ninguna de las pistas llevó al responsable y su muerte se sumó a las causas NN o de autor ignorado. En diciembre, este diario recuperó el camino de investigadores y los problemas que tuvieron. Entre ellos, uno que se repite en distintas causas en Rosario y que es el mal funcionamiento de las cámaras de videovigilancia de la provincia y el municipio.
Repercusiones
Daiana se despertó con los llamados de medios de toda la ciudad y decenas de mensajes a través de las redes sociales de personas que ni conocía. Cuando salió a la calle, la solidaridad se multiplicó. “La gente me paraba y me hablaba. Me reconocían y me decían «fuerza flaca, vamos piba, suerte». Hasta desde los autos me gritaban dando su apoyo”, contó. Daiana dejó en claro un mensaje: quiere justicia y para eso quiere saber quién es el responsable de que hoy esté en silla de ruedas.
Más allá de las repercusiones del ataque en su vida diaria, en las redes aparecía otro debate y una idea. Lo que le pasó a Daiana podría haberle pasado a cualquiera. También sirvió para volver a hablar sobre la regulación de bares culturales, las denuncias de ruidos molestos y la institución del vecino como un límite para el desarrollo de la cultura de una ciudad. Muchos compararon el accionar del autor del botellazo con casos como los de automovilistas que embistieron a piquetes o protestas sociales. Para Daiana contar lo que le pasa fue la forma que encontró de reactivar una causa que ve detenida: “Estoy muy contenta con el apoyo y la solidaridad que recibí. Espero que hablar sirva de algo y que la gente se acerque a declarar y a colaborar para encontrar a la persona que hizo esto”.