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“Escribo porque la literatura te hace sentir que algo tiene sentido»

En su segunda novela, el rosarino Javier Núñez cuenta la historia de un joven castigado que busca una redención posible.
LITERATURA
Después del fuego
Javier Núñez
Le Pecore Nere / 2017
220 páginas

El rosarino Javier Núñez dice que escribe en los huecos que le permite su trabajo de nueve horas como administrativo, y no le parece titánico, es como si se dijera: “Paciencia y a trabajar”. Ese ritmo, más deudor de una actitud contumaz que perseverante, le llevó a Núñez dos años hasta publicar Después del fuego, su encomiable segunda novela, en la que puesto en el narrador protagonista cuenta las peripecias cercanas a un vía crucis de un niño primero, vuelto joven después, que carga con una culpa grande a partir de una inconsciente y dañina acción infantil. Huelga decirlo aunque igual vale: Después del fuego es una novela de iniciación en la que lo tangible es la espesura del pasado, un corredor de tinieblas con fantasmas para exorcizar que hacen imposible cualquier felicidad. Ese pasado incluye violencia –inicial, en la familia del protagonista, de la que no se dice mucho–, una posterior –con el protagonista como partícipe necesario–, un incendio impetuoso que fragmenta el futuro y, por extensión, la oscura violencia de un instituto de rehabilitación que arderá en el derrotero posterior del protagonista que, un hallazgo porque le va muy bien, se llama Pessoa.

Antes de Después del fuego, Núñez publicó una premiada primera novela, La doble ausencia (2011), y los libros de cuentos La risa de los pájaros, Praga de noche y Tríptico. También ha escrito aguafuertes, entre 2010 y 2014, para las contratapas del diario Rosario/12.

“Los dos años que me llevó tiene que ver con ir madurando la idea de la novela y de encontrar los espacios de escritura: cuesta sostener un ritmo de trabajo durante periodos prolongados; lo que tiene a favor la escritura de una novela es que me permite volver a algo puntual, por ahí con los cuentos o las contratapas no es lo mismo, porque tengo que tratar de terminarlas en plazos cortos, o en dos o tres sentadas”, señala Núñez.

Iniciación y después

Una segunda novela de iniciación después de una primera no suele ser común, pero evidentemente hubo un latir que no cesó, unas líneas luminosas que siguieron parpadeando y que más tarde volvieron como escritura. ¿Había algo en aquella primera novela que concentrara alguna sustancia no acabada?

“Hay algo que emparenta las dos novelas porque ambas se pueden definir como novelas de iniciación; en la primera me habían quedado boyando algunas cuestiones, ambas son historias que me interesaba contar, poner a personajes en momentos de delicado equilibrio en la vida, en los que las circunstancias pueden llevarlos hacia distintos rumbos, y tenía esta historia que la venía trabajando desde hacía tiempo, que fue mutando, por cuestiones de ritmo de trabajo. En Después del fuego tenía una idea inicial, tenía un personaje que fundamentalmente está atravesado por la culpa, tenía el incendio y al protagonista que sale de un instituto de rehabilitación pretendiendo iniciar nuevamente su vida; después fui armando el derrotero posterior, los personajes con los que se cruza, y el recorrido que lo lleva hacia el final; la idea original tenía que ver con estas cosas, de las que algo había en mi primera novela”, cuenta Nuñez.

Frases subrayadas

La novela discurre por esa delgada línea que puede ser entendida como columpiarse  sobre lo que ha dejado el precipitado pasado, ese desfase sobre el que ya no queda sino montarse buscando alguna redención. Núñez se vale de un léxico directo al que puede acceder cualquiera, y al mismo tiempo hay cierta elaboración de conceptos en la voz narrativa, sobre todo aquellos que tienen que ver con las interrogaciones de tono existencial que se hace el personaje.  Núñez encontró una vuelta interesante que le permite no obviar ese tránsito por las cosas comunes de todos los días en medio de las dudas.

“Tengo una intencionalidad en ese sentido: me gusta o pretendo una literatura que sea accesible, tener un estilo que pueda leerlo cualquiera, pero que no se quede en contar una historia únicamente, me gusta que la historia me posibilite esas instancias de reflexión del personaje, que inviten al lector a plantearse otra clase de pensamientos; de algún modo creo que es lo que me pasa a mí como lector: me gusta encontrar en un libro esas frases que uno subraya y que son cosas dichas de una forma sobre  cuestiones que a uno le dan vueltas y nunca encuentra las palabras para definirlas; a lo que aspiro es que algún lector encuentre un mensaje con el que se sienta identificado”, sostiene el escritor.

De ese modo, algunos de los libros que aparecen en Después del fuego remiten a cierto clasicismo; cuando el protagonista le lee a la portera aparece Cumbres borrascosas, de Emily Brontë; antes o después se mencionará a Oliver Twist, de Charles Dickens; en materia de cine vuelve un par de veces sobre la neorrealista Ladrones de bicicletas, de Vittorio De Sica. Todos se insertan en el relato como hitos: incluso el título suena cortazariano o, al menos, remite inocultablemente al universo del autor de Rayuela.

Las lecturas

“Cortázar es un autor que me había marcado mucho y aparece mencionado en un pasaje de la novela, y cuando escribí la escena de la «escuela de noche», por ejemplo, no pude dejar de acordarme del cuento de Cortázar, pero más allá de eso algunos de los autores o libros que aparecen mencionados en mi novela tienen que ver con lecturas que hice y que me influyeron, lecturas de formación, y hay otros que no, que aparecen como constitución de los propios personajes”.

Pessoa viene de Fernando Pessoa y, claro, sus heterónimos, ¿fue una lectura de Núñez? El autor lo explica así: “No, es una lectura fragmentaria que hice pero no es de formación; me pareció un nombre maravilloso para lo que tenía que ver con la constitución de las identidades del personaje, y la vinculación de este personaje con su propia búsqueda; me parecía interesante esta idea de que el azar le brindara ese nombre al personaje y que él lo asumiera y lo adoptara”.

Dame fuego

Y en esta continuidad, cada capítulo de Después del fuego se abre con un título o un epígrafe que remite a Sandro; la voz de América sopla el ánimo de lo que tiene lugar, de lo que se manifiesta irremediablemente: la crueldad, el desamparo, la humillación, la alegría frágil, la mezcla centellante de un cantante fugado de otra vida que imita a Sandro, de una mujer involuntariamente protectora, de una chica que guía la delicadeza de Pessoa, de la quemada Amanda, llave de esa culpa aspirada y penetrante. El universo de Sandro envuelve cada capítulo con fuerza y color, impregna la imagen detenida de Pessoa mirando las llamas del pasado un instante antes de golpear la puerta de Amanda.

“Sandro aparece después; el personaje del imitador de Sandro ya estaba en el primer borrador de la novela, era un músico pero no todavía un imitador de Sandro, y en la segunda versión de la novela toma la forma definitiva como imitador de Sandro, y ahí es cuando invade todo el resto de la novela. Cuando toma esa forma, me puse a escuchar muchísimas canciones de Sandro; fue como una play list que me fue acompañando todo el tiempo, y también leí cosas sobre su vida; me vino bien el personaje como imitador de Sandro en relación a Pessoa, con esta cosa que él tenía que reinventarse, encontrar una identidad nueva, que este personaje fuera alguien que vivía haciéndose pasar por otro jugaba un papel interesante”, describe Núñez la llegada del cantante a las páginas de su libro.

Vida o literatura

Después del fuego es una novela de castigo y redención mezclados en un proceso lento y gradual. Después, la plenitud parece barrer con la tristeza. La redención sería posible en la literatura, ¿y en la vida?, ¿o ambas se parecen?

“Desde la literatura la redención sí es posible; cuando trato de salir de la novela y de la literatura no estoy seguro de que lo sea. La literatura es distinta a la vida; a veces creo que escribo porque la literatura permite manejar vidas, destinos, cosa que la vida no permite, y hay cosas que son inabordables, inaccesibles en la vida: la literatura nos permite tejer y manejar y nos hace sentir que algo tiene sentido”, señala Núñez.

¿Escribir o publicar?

Con 41 años y cuatro libros publicados, un premio importante en México, una editorial venezolana radicada en Nueva York que edita sus libros en castellano para el mercado latino, a Núñez ¿le interesa más escribir o publicar? “Me interesa más escribir que publicar; uno llega a la escritura por pasión, por placer de lectura, pero el proceso de escribir no me resulta siempre placentero, muchas veces es traumático, de sufrimiento; a veces siento que me gustaría tomarme más tiempo para escribir, para seleccionar y después publicar con más seguridad, pero la vorágine de escribir en los huecos, cuando puedo, y tratar de mantener un ritmo de publicación no es fácil, pero no me gustaría pasar tres o cuatro años sin publicar nada, por ejemplo”, confiesa el escritor.

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