Quince personas fueron procesadas, algunas de ellas con prisión preventiva, acusadas de formar parte de una organización dedicada a captar travestis y transexuales en el norte argentino, someterlas a operaciones estéticas, y luego obligarlas a prostituirse en Francia, España e Italia.
Se trata de una banda de trata que operaba a nivel internacional y que fue desbaratada en una causa iniciada en 2015 y en la cual el juez Sebastián Casanello y el fiscal Ramiro González lograron detener a varias personas, entre ellas un cirujano plástico y el propietario de una agencia de viajes.
La denuncia fue efectuada en 2015 por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas y luego se le sumaron varias presentaciones más.
Incluso existe una investigación en Francia en la cual estuvieron detenidos varios argentinos.
Al lograrse las detenciones, incluso desde Francia y a través de un fiscal con enlace en Brasil, se requirió información sobre los detenidos y en particular respecto de Andrea Isabel Aldonate, alias La Chichi, considerada la líder de la banda.
Los transexuales y travestis eran captados en distintas provincias del norte Argentino –Chaco, Tucumán, Salta y Jujuy–, y con promesas de una «mejor vida» que incluía salarios altos, eran trasladados a Buenos Aires.
Las víctimas eran llevadas al porteño Hotel Gondolín, en la calle Aráoz 924, un emblemático albergue de chicas trans. Allí les daban alojamiento pero les cobraban la luz, el agua y el gas: entre 2003 y 2008 el mismo estaba a cargo de Aldonate, quien también es investigada en Francia y fue detenida por Casanello y González cuando tenía un vuelo previsto a ese país.
Los acusados facilitaban a sus futuras víctimas la plata inicial para que se colocaran prótesis, pero luego les exigían que les fueran devuelto el doble de aquella suma.
En la causa fue procesado el médico cirujano Alfredo Carande, quien tiene una clínica en la provincia de Santa Fe.
«Las pacientes llegaban al consultorio con deformidades, algunas graves por la migración de la silicona a otros órganos.
Existían casos de chicas con muy bajo poder adquisitivo, pero teniendo en cuenta el valor humano él accedía a solucionar el problema. Tenía como misión ayudarlas por el rechazo que ellas sufrían. Las pacientes iban por sus propios medios y para mejorar la imagen, ninguna nunca manifestó ser sometida sexualmente», dijo el Carande en su indagatoria.
Carande no era un cirujano más. Sus perfiles de Facebook lo retratan como un profesional comprometido con la causa LGBT, y los comentarios de sus contactos así lo atestiguan. Además de cirujano plástico, el médico asevera en su perfil que trabajó para el Inadi. Una rápida búsqueda por Google lo ubica en 2010 como disertante de un foro sobre diversidad sexual organizado por el organismo antidiscrimanación, frente al panel “La búsqueda de buenas prácticas”.
Una vez que eran operados, los travestis eran obligados a prostituirse en la «zona roja» del parque Tres de Febrero y luego enviados a Barcelona, París y Roma: en los respectivos destinos eran recibidos por gente de la organización que les quitaba todo el dinero que llevaban encima así como la documentación personal. Además, eran sometidos sexualmente.
Los viajes eran realizados a través de la agencia de viajes Le Martial Viajes, en plena calle Florida de Capital Federal, y a las víctimas se les falsificaba la documentación previo a encarar el vuelo.
Casanello procesó a la organización por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual agravada por el uso de engaño, violencia, amenaza y aprovechamiento de la situación de vulnerabilidad de una víctima, por ser las víctimas más de tres, por la participación de más de tres personas en la comisión del delito y por la efectiva consumación de la explotación.
Ya en 2013, Chichi fue noticias en la crónica policial de Francia, cuando cayó en una redada antitrata en París, según informó el matutino Le Parisien.
«Se trata de una red muy organizada de la que las prostitutas no pueden escapar. Cerca de 90 travestis y transexuales han sido identificadas dentro de esta estructura. Según las primeras investigaciones, Andrea Chichi mantuvo con una mano de hierro a aquellos a quienes llamó «sus protegidos». Tenía control sobre todos los miembros de la red», le había dicho un detective a ese diario.