Tenía que ganar. Y lo hizo. El equipo estaba presionado por los malos resultados iniciales y los cuestionamientos. Y Llop ya tenía poco margen en la paciencia de los hinchas. Olimpo se presentaba como un cotejo de esos que “hay que ganar como sea”. Y el mérito de Newell’s en el Parque no fue conseguir la victoria tan necesaria. La gran virtud fue llegar al triunfo con las armas que pregona el Chocho, imponiéndose al rival en juego y situaciones de riesgo. Con autoridad. La Lepra mostró estar vivo, lo que no es poco.
Llop fue gran responsable de la victoria. Más allá de sus discursos conformistas post derrota ante Godoy Cruz y Huracán, el DT demostró que había visto falencias por corregir. Y provocó cambios tácticos y de nombres para que el equipo fuera otro. Rompió el doble cinco y Leyes se mostró más cómodo jugando sin un ladero. Y Braian Rivero y Víctor Figueroa, con despliegue y juego le permitieron a Newell’s ser más agresivo. Leal no estuvo tan solo, Fertoli se sintió más a gusto cerca del área rival, y los laterales pudieron explotar sus virtudes en ataque. Todo a pedir del entrenador, con la presencia endiablada de un Joaquín Torres que se potencia partido a partido y fue una pesadilla para el fondo de Olimpo.
Con el plan de juego cumplido al pie de la letra faltaba el principal detalle para lograr la victoria: el gol. Y costó conseguirlo. Muchas veces se reiteró en centros y Leal demostró que no es nueve de área, se mueve mejor por afuera. Y para pero las chances de anotar se iban dilapidando para crispar los nervios de todos en un Coloso que disfrutó a pleno al equipo. Valenzuela remató sobre el travesaño con el arco de frente, Gabbarini le ahogó el grito a Torres con un manotazo providencial, Leal cabeceó a las manos del arquero tras un par de rebotes y sobre el cierre del primer tiempo Fertoli remató apenas desviado.
Parecía que iba a ser otra tarde de arco cerrado. Mucho más cuando Paz conectó de cabeza tras un córner y Gabbarini se lució con un manotazo en el ángulo. Pero Llop se la jugó y mandó a la cancha al juvenil Enzo Cabrera, y fue la llave para abrir las puertas del gol.
La solución estaba en el banco y era un pibe de 17 años. Con su desfachatez apiló gente por el medio y asistió a un Leal que demostró que de frente al arco tiene idea de cómo resolver. Gol para aliviar tensiones que se gritó a más no poder. Y enseguida la sentencia del partido volvió a tener a Cabrera como protagonista. Otra vez el casildense armó una jugada cerca del área y tuvo la lucidez de habilitar a Torres, que estaba mejor perfilado. Y el neuquino sacó un zurdazo que tuvo un guiño del destino en el camino al rozar un defensor para meterse por arriba de Gabbarini. Recompensa justa para la figura de la cancha.
Después sólo quedó tiempo para luchar. Nadie le escapó al esfuerzo y la ventaja se defendió como en tiempos de Osella. Para consumar una victoria que trajo alivio y que permite creer que la idea de Llop se puede llevar a cabo. Sin tantas figuras. Con los pibes de la casa muchas veces ninguneados que tuvieron su tarde soñada. En buena hora.