En los primeros días de noviembre tendrá lugar la 23 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en la ciudad de Bonn, Alemania. Las Conferencias de las Partes son las reuniones anuales que concentran a los 196 países que firmaron la Convención para tomar decisiones respecto al avance del proceso en términos de acciones y recomendaciones concretas.
Tras la histórica negociación y rápida entrada en vigor del Acuerdo de París, las Conferencias de las Partes se encuentran abocadas, hasta la reunión de 2018 en Cracovia, a la elaboración de un plan de trabajo para la implementación del Acuerdo en sus diferentes aspectos. Esto sucede ya que el Acuerdo contiene previsiones generales que requieren un mayor grado de especificidad para que cada país pueda luego aplicarlo en el plano nacional.
A su vez, si bien se tiende a pensar que las conversaciones de cambio climático giran entorno a cómo reducir y limitar emisiones de gases de efecto invernadero exclusivamente, lo cierto es que se trata de un proceso complejo con una agenda de temas mucho más vasta. Además de la mitigación, las negociaciones climáticas procuran dar respuestas a los procesos de adaptación, así como a la provisión de financiamiento, tecnología y construcción de capacidades para que los países en desarrollo puedan diseñar e implementar políticas y programas al respecto. No sólo esto, sino que también las negociaciones buscan favorecer mayores niveles de transparencia en la información que cada país presenta sobre las acciones realizadas y previstas.
Este año en Bonn no se esperan grandes anuncios ni acciones dado que se trata de una conferencia cuyos resultados se orientan a 2018. Esto no quita que el clima de la negociación esté matizado por la desesperanza derivada del anuncio del retiro de Estados Unidos del Acuerdo y la búsqueda de dar nuevos aires y anuncios que no dejen caer el proceso en términos políticos. Entre las búsquedas de aliento y gestos políticos se encuentra el anuncio de Nicaragua de que al fin firmará el documento. Cabe tener en cuenta que actualmente el Acuerdo de París –y hasta que efectivamente se produzca la salida de Estados Unidos en 2019– incluye a todos los países exceptuando a Siria.
En cuanto a Argentina, la delegación nacional estará encabezada por el ministro de Ambiente, rabino Sergio Bergman, y su composición involucra funcionarios de distintas carteras ministeriales, en particular, el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto –punto focal político de la negociación–, el ministerio de Agroindustria, el ministerio de Energía y el ministerio de Transporte.
En el marco de las negociaciones climáticas, hace un año que la Argentina viene trabajando de modo cada vez más estructurado con Brasil y Uruguay, con quienes ha formado un nuevo grupo de trabajo. Dicho grupo ha alcanzado posiciones comunes en todos los temas de la agenda de negociación durante este año, excluyendo la cuestión de los mecanismos de mercado, tema en el que Argentina y Brasil tienen aún diferencias por resolver respecto a cómo implementar los nuevos mecanismos, sobre la base de las experiencias de Kyoto.
Los efectos positivos de esta alianza se pueden rastrear tanto en el plano del proceso como en cuanto al contenido de la posición nacional. Respecto al proceso, la asociación permite paliar los efectos de tener grupos negociadores no tan numerosos y en algunos casos con poca experiencia en la materia. Bien sabido es que la larga nómina de las delegaciones oficiales incluyen a un reducido número de negociadores responsables por los resultados técnico-políticos de la reunión.
En lo referido al contenido, la cooperación lleva a Argentina a tener que analizar sus intereses y necesidades primero, para la negociación al interior del bloque y, luego, defender la posición sostenida por los tres países en la Conferencia. Se trata de un ejercicio que ha permitido posiciones más ricas, técnicamente más sólidas y políticamente más viables de las que podrían alcanzarse si la Argentina fuera por su cuenta.
Sin embargo, en una alianza con Brasil deben preservarse otros aspectos estratégicos, dado que este actor ha sido y es un jugador fuerte en el proceso climático. Esto implica que Brasil obtenga con mayor facilidad réditos por las posiciones que defiende, incluso cuando no sean exclusivamente propias sino del grupo. Este riesgo se agudiza en la medida en la que Brasil encabeza las posturas del grupo en algunos de los temas estratégicos como mitigación y transparencia.
Además de analizar la distribución de roles –y beneficios– en el grupo, Argentina tiene la oportunidad de usufructuar instancias del proceso negociador en las que ya tiene condiciones propias de liderazgo, como por ejemplo en temas de adaptación, donde representa a todos los países en desarrollo en el Grupo de los 77 más China. No sólo esto, sino en financiamiento, tecnología y agricultura, contando con posiciones consolidadas y una experiencia acumulada de los negociadores del país.
En vistas a la Conferencia, el desafío es continuar consolidando la participación de Argentina, Brasil y Uruguay como grupo, a la vez que afianzar una personalidad propia de negociación que articule los intereses de diversos actores domésticos, el conocimiento técnico y la experiencia de los equipos argentinos de distintas procedencias.
(*) Profesora de la Universidad Nacional de Rosario, investigadora de Conicet y negociadora de cambio climático por Argentina