Una “máquina teatral” pone a funcionar el automatismo, que es propio del surrealismo: el cuerpo del actor, que aquí improvisa, está atravesado por una serie de variables que van desde sus recorridos más íntimos, pasando por sus conocimientos y su historia personal, para llegar a una serie de datos de la realidad que accionan en el decir y en el hacer de ese cuerpo que se ofrece siempre permeable.
El complemento de una palabra con otra que tiene un significado opuesto, es decir la idea de oxímoron, sirvió como disparador para un espectáculo estrenado a comienzos de este mes, en el que esa figura retórica de pensamiento adquiere un gran protagonismo, precisamente, a partir de una serie de ejercicios vinculados con las improvisaciones.
Tres actores, en un aparente estado de ensoñación, ensayan una obra que se vuelve peligrosa para sus vidas. “Exiliados del afuera, han perdido la noción del tiempo; actúan para no quedarse en la dimensión de las sombras. Y se preguntan si es necesario arriesgar sus cuerpos a la posibilidad de sufrir la exposición de algún castigo, exonerados en un ensayo que muta por los miedos y las inquietudes de ellos y el caos del afuera”, subraya el equipo que dio vida a Oxymoron, sombras del sueño, que reúne en escena a Adriana Frodella, Nicolás Valentini y Valeria Rico, bajo la dirección de Judith Ganón, con diseño de luces de Diego Quilici y vestuario Liza Tanoni.
Máquina surrealista
“Este proyecto tiene su génesis en los viajes a Buenos Aires para entrenar con el maestro Pompeyo Audivert en sus máquinas teatrales colectivas, un trabajo hermoso, que es bueno experimentar, donde, de un momento a otro, te encontrás improvisando, quizás, con otras cuarenta personas”, contó a modo de adelanto la actriz, directora y cantante Judith Ganón. Y agregó: “A partir de allí también nos empezamos a juntar en Rosario, y en un momento yo empecé a quedarme afuera de las improvisaciones, a mirar lo que proponían mis compañeros y coordinar un poco el trabajo, y así nació este proyecto”.
Una vez más el teatro vuelve a hablar de sí mismo. “En realidad, estos personajes son tres actores que están en la escena a punto de morir; por sus venas corre la sangre de la actuación y comienzan a preguntarse sobre la existencia humana y el lugar que tenemos los actores en este mundo, en esta realidad, en este país”, analizó la directora, que marcó como camino inspirador una escena clásica del teatro universal. “Nos inspiró mucho la escena de los actores en Hamlet, que se ven obligados a montar y actuar una obra para así poder delatar una traición. Es decir: esa ficción que aparece dentro de la ficción. Y por eso ellos están temiendo por sus vidas y las vidas de los otros, encarnando, en parte, la esencia humana”.
Teatro y riesgo
Un teatro que no arriesga nada, ya sea en términos poéticos o políticos, no tiene demasiado para hacer o decir en estos tiempos. Pero el que arriesga, encuentra una caja de resonancia, un eco en el espectador. “Ese riesgo es nuestra gran pregunta: hacemos un teatro que sirva para interrogarnos qué nos está pasando como sociedad; el nuestro es un oficio en el que nos sentimos cuestionados y obligados a decir y denunciar ciertas cuestiones; no es algo que se diga directamente, porque la máquina, la improvisación en sí misma, trabaja a través de la metáfora”, explicó la directora, también conocida como Eleonora Gotán, por su alter ego tanguero.
Personajes poéticos
La propuesta, que tuvo su antesala como Sombras del sueño dentro del ciclo Teatro Confite, que se realizó en Casa Arijón, reúne en escena a la talentosa Adriana Frodella, actriz de vasto recorrido, con Nicolás Valentini, quien además del teatro acredita una importante experiencia en el cine, y Valeria Rico, cuya formación la acerca más a la danza. “Podría decir que lo que prima en el material es lo poético de esos cuerpos –analizó la directora–. Ellos no tienen un personaje definido, son uno y son todos, y danzan entre lo grotesco y lo exquisito; por momentos, también, hay rupturas en ese clima poético y se va rumbo al humor, y en otros pasajes, a algo más político. El material hace honor a la idea de oxímoron, porque es una metáfora que se dispara a partir de una contradicción que, como punto de partida, decimos que es aparente. Y en esta contradicción que tiene el actor y que tenemos todos los seres humanos, lo que se propone, se transforma en una nueva metáfora de lo que puede ser un mundo, un país como el nuestro o un actor en sí mismo. Eso está todo el tiempo estallando y preguntándose cuál es nuestro oficio, para qué estamos ahí, en escena, para qué nos enfrentamos al público una y otra vez”.
Discursos de verdad
En tiempos donde la realidad se revela atravesada por la lógica de la llamada “posverdad”, es decir una verdad con cierto rasgo ficcional, los discursos teatrales van adquiriendo un rasgo de verdad que pareciera correrse del campo de lo ficcional. “Nosotros, como todos, tratamos de buscar una verdad; porque vivimos inmersos en una realidad sociopolítica cada vez más difícil se sostener y que también parece ser una ficción dentro de la ficción. En un momento, uno de los personajes le dice a otro: «En tu vida hacé lo quieras, pero en escena no», dejando en claro que allí hay un compromiso ideológico con el arte. Ese es el oxímoron en el que danzamos todos, porque yo también estoy ahí haciendo la música en vivo, tocando el piano, buscando crear algunos climas, apostando por lo que entendemos debe ser nuestra verdad, que es el teatro”.
Oxymoron, sombras del sueño, se presenta este y todos los sábados, a partir de las 22, en la sala El Rayo, de Salta 2991