Un hecho recurrente, que muchas veces no traspasa el ámbito de las instituciones escolares y otras, como en este caso, termina en la Justicia, derivó en una singular medida. La madre de una alumna de la escuela Aristóbulo del Valle, de la ciudad de Casilda, denunció a dos hermanas de 14 y 15 años por agredir psicológica y físicamente a su hija, con la que comparten el aula. La jueza de menores a cargo del caso, Cristina Pecoraro, dispuso una medida inédita en el fuero: que las estudiantes realicen tareas comunitarias en la biblioteca del colegio, que lean el libro El diario de Ana Frank, reflexionen sobre el mismo y expongan lo que interpretaron, y que con su madre pidan disculpas públicas delante del curso. Pero, también, apuntó a la responsabilidad del Estado para avanzar en soluciones integrales ante hechos de ruptura de la convivencia, por lo que ordenó un acompañamiento y contención públicas para las dos familias involucradas. El Ministerio de Educación ratificó que cumplirá con la sentencia –que quedó firme porque no fue apelada– pero que, a la vez, trabajará con la comunidad educativa afectada.
El delegado de la Región V de Educación, Mario Ramos, explicó que desde el Ministerio cumplirán con lo que ordenó la jueza. “Están interviniendo la supervisora y el equipo directivo de la escuela. Tratamos de fortalecer los vínculos institucionales, reforzar los vínculos sanos de convivencia. Los conflictos son inherentes a la condición humana, pero deben resolverse de manera pacífica. Que no quede sólo en el reto”, argumentó el funcionario.
Los hechos de violencia sistemática simbólica –y en muchos también física– contra alumnos por parte de sus pares no son nuevos. Las nuevas formas de comunicación, y la percepción de que atentan contra la convivencia, potencian ahora tanto sus efectos como las reacciones. “A la estudiante agredida la amenazaban con matar a su mamá si contaba lo que le hacían. Eso genera amedrentamiento, miedo e impotencia. Esta chica lo guardó durante mucho tiempo hasta que un día su mamá la vio mal y la chica estalló en llanto”, resumió la jueza Pecoraro sobre el caso particular en el que tuvo que intervenir.
La magistrada interpreta que las tres chicas –agresoras y agredida– son víctimas. Como muestra del contexto difícil en el que se dieron los hechos, contó que la madre de las chicas que violentaron a su compañera tiene a cargo otras tres hijas, una de ellas discapacitada. La mujer, dijo la funcionaria judicial, admitió que la realidad en la que vive la supera, e incluso pidió contención del Estado.
“La agredían porque la chica aparenta no tener un carácter muy fuerte. La tomaron de punto. Decidí que lean El diario de Ana Frank y no otro libro porque apuesta a la paz, a la esperanza y a la libertad. Ana Frank realizaba actividades, colaboraba con su familia, con la limpieza de la casa. Tengan la edad que tengan, cada acto puede convertirse en un hecho histórico”, argumentó la jueza.
Y agregó: “Antes de que terminen las clases, las dos chicas denunciadas por agresión tienen que exponer en el colegio sus propias conclusiones públicamente sobre el libro. Yo voy a estar presente. No es una cuestión de religión. El libro deja muchas lecciones, como por ejemplo que los momentos difíciles son para prepararse y no para amenazar o delinquir”.
La voz desde Educación
Ramos, Delegado de la Región V de Educación, aclaró que el hecho que origina la intervención de la jueza ocurrió fuera de la escuela, pero reconoció que le compete. “La mamá de la chica agredida hizo la denuncia e intervino la jueza. No obstante, afecta al interior de la institución. No podemos trazar una frontera porque es una ciudad chica donde todos se conocen. Desde la escuela, tratamos de trabajar en coordinación con otras instituciones”, aseguró.
El funcionario señaló que, además de cumplir con lo que ordenó la jueza, habrá un acompañamiento de los docentes.
“La lectura tiene que estar acompañada por un adulto. El diario de Ana Frank tiene algunos ribetes de complejidad y es importante que el adulto se lo pueda transmitir a los chicos. Además, sugerimos otras lecturas, ya que trabajamos en el marco de las tertulias literarias con otros libros”, agregó.
Ramos trazó la línea respecto de las respuestas sancionatorias en estos casos, y expuso cómo se maneja el Ministerio: “Tratamos de innovar en mecanismos que le den protagonismo a los alumnos, no imponerle o bajarle una línea sino que puedan ser reflexivos y que sea una instancia pedagógica para construir conocimiento. La violencia adopta distintas formas, no sólo físicas, sino verbales y simbólicas. Hay distintas realidades que conviven en el interior de la escuela, y eso tiene su correlato y manifestación en el aula o en el comedor”.
La escuela Nº 485 Aristóbulo del Valle está en el barrio Nueva Roma de Casilda. Tiene nivel primario (tanto de mañana y tarde) y a elle asisten 740 alumnos.