“Cuando uno cierra los ojos, la música se convierte en una persona. Es como el olor a salsa que inunda la cocina de la infancia: siempre te va a llevar al lado de tu abuela”. Así definió Marcos Camino, el acordeonista de Los Palmeras, su arte, su manera de componer, y descubre el secreto de por qué sus temas atraviesan generaciones que juntas bailan en los shows de Los Palmeras. Lejos quedaron las épocas, hace ya 45 años, donde con Cacho Deicas se juntaban a tocar como hobby y luego, de a poco, se fueron transformando en el ícono de la música santafesina. La banda se coló en los lugares donde no estaban invitados, en los boliches chetos, en las fiestas de clase alta, y abrieron la puerta para todos los que venían atrás. Ahora escalaron más alto todavía y, después de fusionar los temas cumbieros con la Filarmónica de Santa Fe y coros, hicieron un puente sobre una grieta enorme y unieron dos géneros que nunca antes habían caminado juntos. En la presentación en Santa Fe, 90 mil personas quizás vieron por primera vez una orquesta de esas dimensiones. Lo hicieron gracias a la cumbia, un pasaporte enorme de esta cultura que el Estado reconoce con orgullo como una marca santafesina y que cada vez suena mejor.
Este domingo, desde las 19.30, será el turno del regreso a Rosario –ya estuvieron en el Batallón 121 para inaugurar el Parque Héroes de Malvinas–, con un espectáculo que promete la presencia de miles de ciudadanos en pleno bulevar Oroño frente a la ex Rural.
Rubén “Cacho” Deicas y Marcos Camino presentaron hace un par de meses el CD y el DVD que grabaron con la filarmónica.
https://www.youtube.com/watch?v=QpPNynQqkq4
Camino quedó feliz con el resultado del CD y el DVD, y cuando le preguntaron qué sueños le quedan por cumplir volvió a hablar de la filarmónica. “Sería bárbaro seguir tocando con ellos, pero económicamente es imposible. Son 58 músicos, los coros y nosotros. Es imposible e irrepetible. Si lo volviésemos a hacer no tendría el éxito que tuvo”, señalaba y hablaba de la apuesta que hizo el Estado.
Camino contó que el director de la orquesta es amigo de la banda de antes de llevar la batuta, cuando iba a bailar con Los Palmeras. “Había un respeto y un reconocimiento a nuestro laburo. Elegimos a la persona indicada, porque él también toca en grupos de salsa y jazz ensamble. Es un tipo que tiene onda y en todos los arreglos lo demuestra”, dijo Camino.
El reconocimiento como hacedores de la cultura del Estado no los sorprendió. “Es lo que buscábamos; no queremos ser embajadores de Santa Fe, sino romper con ese mito de que la música sinfónica es para otro nivel social y que a la gente que le gusta ese tipo música no le gusta la cumbia. Creo que es un hecho histórico. Rompió el viejo mito de que no se pueden fusionar dos géneros musicales”, opinó finalmente Camino.
Popular y en primer plano
La relación entre la cumbia y el Estado no fue buena durante mucho tiempo. Convivieron durante años dándose la espalda, como si no se tratara del ritmo más popular que movía a miles de personas. En Rosario, esa relación cambió hace 8 años y medio con la designación de Horacio Ríos al frente de la Secretaría de Cultura Municipal. Lejos quedaba la época en la que le negaron los galpones del CEC a Rodrigo Bueno para que actuara. El reconocimiento de lo popular iniciaba así un camino de la mano Ríos, que siguió durante años a Los Palmeras y creó un documental único sobre el grupo. El 20 de junio de 2010, Rosario festejó el Día de la Bandera, la fiesta patria más importante de la ciudad, y en uno de los cuatro escenarios armados por la Municipalidad en el Parque a la Bandera brillaba la cumbia. Fue el escenario más visitado, y la imagen de la animadora Teté Turcuto, al lado del Miguel Lifschitz, entonces intendente, marcó un antes y un después para la cumbia. Es que, esta vez, era el propio Estado quien la había coronado y le había dado un lugar de privilegio en los espacios culturales donde estuvo excluida por muchos años. El reconocimiento de la cumbia había comenzado de la mano de Horacio Ríos cuando era secretario de Cultura municipal. Si la historia comenzara con una foto sería la de Ríos de niño, fascinado por los bailes de su pueblo, Moisés Ville, donde había dos orquestas: una moderna y otra de cumbia. La felicidad de ese niño determinó que la cumbia fuera llevada de la mano y redistribuida por el Estado hasta ocupar el lugar que merecía: ser ovacionada por 90 mil personas y con la filarmónica de Santa Fe acompañando.