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Un año de penas para la Lepra

Todo mal: perdió los dos Clásicos, se le fueron los ídolos, le sacaron puntos, no tiene un peso y un juez que no le da respiro.

Frustrante hasta cansar. Decepcionante. Conflictivo. Con la tesorería vacía y un juez cada día más controlador. Con declaraciones fuera de lugar que generaron constantes cortocircuitos. No tan mal desde lo deportivo, al menos en el primer semestre. Y con la salida de los ídolos casi en procesión para golpear aún más el corazón del hincha leproso. El año de Newell’s fue un calvario. Las buenas fueron pocas y las malas formaron parte de lo cotidiano. El 2017 sin dudas será un año para olvidar rápido, aunque la crisis es tan profunda que salir en lo inmediato no se avizora nada fácil.

El inicio fue un presagio de lo que vendría. El primer día de la pretemporada los jugadores iniciaron un paro por sueldos atrasados y promesas incumplidas, algo que fue moneda corriente en el resto del año. Un par de día sin entrenar, reuniones de emergencia con el presidente Eduardo Bermúdez y la intervención de Agremiados, que pasó a ser durante gran parte del año un protagonista principal. Sergio Marchi se transformó en el villano favorito de la dirigencia y ese conflicto inicial le terminó saliendo carísimo a la Lepra.

Tras amagar en no viajar a la pretemporada en Mar del Plata, finalmente hubo acuerdo. Pero en La Feliz el conflicto persistió y tuvo que aparecer una vez más Marchi tras otra promesa del presidente leproso que no se cumplió. Los referentes, en especial Maxi Rodríguez y Nacho Scocco, salieron con los tapones de punta contra la dirigencia con declaraciones fuertes, lo que sería un preámbulo de lo que iba a suceder a mitad de año.

La crisis persistió fuera de la cancha, pero adentro Diego Osella encaminó al equipo. El DT acomodó la defensa ubicando a Nehuén Paz de tres y el equipo, sin lucir, sumó puntos para estar en la pelea por el título. Sólido en defensa y con la jerarquía de Maxi, Nacho o el Gato Formica para definir los partidos. Una fórmula simple y rendidora.

A la distancia pocos recuerdan que la Lepra fue líder del torneo alguna semana y escolta en gran parte del primer semestre. Pero cada vez que podía, el propio Osella mostraba preocupación en cuanto a lo externo. “Tengo miedo que repercuta en algún momento dentro de la cancha”, repitió varias veces.

Y fue así. Jugadores entrenando con ropa propia en señal de apoyo a los empleados del club que estaban de paro. Dirigentes cortando el césped de Bella Vista. Un viaje a Mar del Plata donde los jugadores fueron en avión y el técnico tuvo que ir en micro. Ventas forzadas en medio de la desesperación para tapar un hueco como el inexplicable pase de Ezequiel Unsain a Defensa y Justicia por monedas.

Y aquel viaje a Mardel fue el principio del fin. Osella declaró fuerte contra Bermúdez por ese viaje desprolijo y el presidente le respondió con su habitual verborragia. “Que Osella se dedique a hablar de fútbol, de política hablo yo. ¿Qué quiere? ¿Viajar en el ala del avión? Tampoco se fue caminando. Yo lo quiero como un hijo y él me quiere como un padre, pero que se dedique a dirigir que lo hace muy bien”, marcó el terreno Bermúdez. Y empezó un tire y afloje que derivó en la salida del entrenador al poco tiempo.

Y un mes después fue por más. “Osella que hable de fútbol. ¿De dónde viene? ¿De Real Madrid o Barcelona? Que yo sepa dirigió Patronato y Olimpo. Él es el hijo rebelde y yo el padre loco”, tiró Bermúdez, una declaración que golpeó duro a Osella. Por eso, tras caer ante Unión, el DT renunció en la puerta del vestuario. “Mi papá falleció hace dos años, que no se confundan las cosas. Es la segunda vez que Eduardo me expone públicamente. No puedo continuar así. Cruzó una línea de la que no se puede volver y por eso me voy”, declaró el técnico, en la misma noche que Juan Matías, vice leproso, fue detenido antes de ingresar al estadio de Unión por una situación judicial pendiente, lo que generó un caos aún mayor.

Osella no fue el único que se fue a mitad de año. El juez Fabián Bellizia obligó a los directivos a vender a Nacho Scocco y desprenderse de Mauro Formica, para dejar atrás deudas en dólares impagas con Sunderland y Cruz Azul. Y cuando parecía que Maxi Rodríguez se quedaba, el propio jugador sorprendió a los directivos y anunció en el Coloso su salida. “Es una decisión difícil de tomar, pero mi salud mental me lo pide”, confesó la Fiera entre lágrimas. Otro mazazo a los hinchas.

En medio de esa crisis llegó el Chocho Llop. Una contratación desprolija, ya que trascendió por un audio del propio entrenador con un periodista que estaba hablando con Bermúdez antes de que Osella renunciara. Y el mismo día que se fue Maxi, a los pocos minutos, fue presentado Brian Sarmiento. Otro momento que marcó el año leproso: se fue un ídolo sin tantas estridencias, llegó un “jugador-hincha” con una alta exposición mediática. Y a la larga el cambió fue negativo.

Eso no fue todo. El segundo semestre fue un tembladeral. Los conflictos surgieron día a día. La tesorería sufrió horrores la falta de plata. El juez apretó más fuerte, a punto tal que no autorizó la llegada de un refuerzo, Danilo Ortiz, que ya había firmado contrato. Una desprolijidad del libro de pases que no fue única, ya que Giovanni Zafiro, un volante uruguayo, también había sido anunciado como refuerzo en la página oficial del club cuando Danubio aún no había acordado su préstamo.

Los conflictos continuaron. Agremiados volvió a aparecer en escena y apretó a la dirigencia. “O pagan o no arranca la Superliga”, fueron los dichos de Marchi. Ingresos genuinos, préstamos de socios amigos, cinco millones de AFA y al final Newell’s pudo arrancar el torneo; pero el “libre deuda” de Agremiados y la paz duraron poco. “Newell’s falsificó documentación y podría perder puntos”, denunció Pablo Toviggino, secretario de AFA, tras un reclamo de Marchi.

Y al final, tras idas y vueltas, reuniones infinitas, incluso con la presencia del juez Bellizia, se corroboró que el gremio había aplicado mal un pago y la Lepra se aprovechó de ese error contable. Parecía solucionado el tema, pero el Tribunal de Disciplina se puso estricto y le sacó tres puntos en los escritorios, aunque la medida está en suspenso, ya que la dirigencia leprosa apeló.

¿Hay más? Sí. En el repaso no se puede pasar por alto lo político, que derivó en una bochornosa Asamblea de aprobación de Balance, con golpes de puños, sillazos, la oposición denunciado agresiones graves y el oficialismo aprobando un Balance que luego Fiscalía desestimó por considerar que la Asamblea “fue inexistente”. El tema aún no está resuelto, la Lepra está sin balance aprobado (incluso el auditor externo no lo había firmado). Y lo peor, es que los números de ese balance eran preocupantes: 350 millones de deuda y 41 de pérdida del ejercicio. Todas esas desprolijidades llevaron al juez Bellizia a definir una intervención total de la tesorería del club, con medidas drásticas para tener control de cada peso que ingresa o sale.

Lo futbolístico acompañó poco en el segundo semestre. A Llop le costó encontrar el equipo. Los refuerzos no rindieron, salvo Bruno Bianchi y un poquito de Luis Leal, y los resultados no fueron los esperados. Hubo un veranito tras ganarle a River y empatar con Racing previo al Clásico, pero la derrota en el Gigante ante Central dejó a Llop en la cuerda floja. Y su continuidad se garantizó sólo por el apoyo de Bermúdez y el aval de Martín Mackey, quien consideró que el Chocho es el DT ideal para llevar a cabo el plan previsto para 2018: mayor presencia de juveniles en primera.

Justamente Mackey y su trabajo en inferiores fue el punto positivo en un año desechable. El Director Deportivo puso en marcha su proyecto y se empieza a ver un cambio. Y la necesidad hizo que Llop hiciera debutar a siete juveniles. Algo que se potenciará en 2018 a partir de un juez estricto que sólo aceptará la llegada de tres refuerzos, siempre que se vaya una cantidad similar o mayor de futbolistas (ya acordó su salida Guevgeozian y por el mismo camino estaría Leyes).

Poco para rescatar en el año leproso. Conflictos constantes que agobian y agotan. Frustración en el hincha e incertidumbre en empleados y jugadores. Necesidad de dinero que no aparece y un juez que se pone cada día más firme. Tal vez la mayor tranquilidad tenga que ver con un colchón de puntos obtenido a partir de la buena campaña de Osella, que no pone en riesgo al equipo en la tabla de promedios. E incluso lo hará jugar Copa Sudamericana, volviendo al plano continental tras tres años si jugar torneos internacionales.

Jugar un Clásico fue otra vez traumático para la Lepra. Tras cortar en 2016 la racha adversa sin ganar, encaró los dos cotejos de este año con otra expectativa y sin la mochila que lo desestabilizaba cada vez que enfrentaba a Central. Pero no hubo caso: las derrotas volvieron a aparecer y dejaron heridas abiertas.

En el primer semestre fue en el Parque. El equipo de Osella llegaba bien, en la zona alta de la tabla, pero distracciones defensivas y la pelota parada pusieron el partido muy cuesta arriba. Hubo un intento de reacción al final, con corajeada de Escobar acalambrado y gol de Formica, pero no alcanzó y fue derrota 3-1 en el Coloso Marcelo Bielsa.

El segundo Clásico tenía reservado ser la despedida de 2017. Y estuvo cerca de ser el adiós para Llop. Fue caída 1-0 en Arroyito por el tempranero gol de cabeza de Herrera. Pero más allá del resultado adverso, hubo una presentación opaca desde lo futbolístico con rendimientos individuales para el aplazo. Sarmiento habló mucho en la previa, pero hizo poco en cancha, y salvo el pibe Rivero, el resto quedó en deuda…una vez más.

Para peor, el 2018 aún no tiene confirmado un cotejo ante Central y dependerá del fixture de la temporada 18/19 para saber si en el segundo semestre habrá Clásico o será un año sin el partido más esperado, que para la Lepra ha sido un karma en la última década.

Con las manos vacías

Jugar un Clásico fue otra vez traumático para la Lepra. Tras cortar en 2016 la racha adversa sin ganar, encaró los dos cotejos de este año con otra expectativa y sin la mochila que lo desestabilizaba cada vez que enfrentaba a Central. Pero no hubo caso: las derrotas volvieron a aparecer y dejaron heridas abiertas.

En el primer semestre fue en el Parque. El equipo de Osella llegaba bien, en la zona alta de la tabla, pero distracciones defensivas y la pelota parada pusieron el partido muy cuesta arriba. Hubo un intento de reacción al final, con corajeada de Escobar acalambrado y gol de Formica, pero no alcanzó y fue derrota 3-1 en el Coloso Marcelo Bielsa.

El segundo Clásico tenía reservado ser la despedida de 2017. Y estuvo cerca de ser el adiós para Llop. Fue caída 1-0 en Arroyito por el tempranero gol de cabeza de Herrera. Pero más allá del resultado adverso, hubo una presentación opaca desde lo futbolístico con rendimientos individuales para el aplazo. Sarmiento habló mucho en la previa, pero hizo poco en cancha, y salvo el pibe Rivero, el resto quedó en deuda…una vez más.

Para peor, el 2018 aún no tiene confirmado un cotejo ante Central y dependerá del fixture de la temporada 18/19 para saber si en el segundo semestre habrá Clásico o será un año sin el partido más esperado, que para la Lepra ha sido un karma en la última década.

El Tomba eliminó a Lepra de la Copa Argentina

Un karma. La Copa Argentina sigue siendo un torneo esquivo para la Lepra. Y en un año con tantos inconvenientes, la participación en el certamen federal no podía ser distinta a temporadas anteriores. Esta vez se superó sin problemas el primer cruce ante Central Norte de Salta. El 4-1 en cancha de Unión y con Vojvoda en el banco ilusionó a muchos. Y por primera vez en el torneo, Newell’s tuvo enfrente a un equipo de primera. Arrancó ganando con gol en contra de Galeano, pero llegó el empate del Tomba tras un descuido defensivo y en el epílogo, cuando los penales parecían inevitables, el Morro García sentenció el pleito y le dio a Llop su primer cachetazo fuerte del segundo semestre.

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