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Un ángel con la 6

Homenaje del Club Atlético Argentino a su ídolo Abel Toto Piva a un año de su desaparición física

La hoja en blanco nos mira intimidante. Nos desafía a escribir. Nos mete en un túnel, como el que sale a la cancha, pero sabiendo que al final no va a estar el “verde césped”, sino una mezcla rara de emociones, recuerdos, alegrías, bronca.

Porque recordar al Toto a un año de que se nos haya ido nos pone tristes. Pero una tristeza rara. Quizás la tristeza que despiertan los ÍDOLOS (así en mayúsculas). Una tristeza mezclada con emociones. Con gritos de gol. Con Ascensos. Trepados al alambrado. Con la voz ronca de tanto grito sagrado, o las manos rojas de aplaudir un cruce perfecto o una salida elegante.

La hoja se va llenando de letras, de palabras que seguramente no alcanzarán ni en lo más mínimo a sintetizar lo que fuiste para nosotros. Dentro de la cancha, para muchos. Y afuera, para los que tuvimos la inmensa chance de conocerte y ser tus amigos. ¿Cuántas personas en el mundo pueden ser “amigos” de su ídolo?. Perdón. IDOLO. Compartir una charla de fútbol o de la vida. Hablar del río, de la isla, de la lancha o de como jugaba el equipo del 90. O escucharte contar sobre los viajes a Buenos Aires en un transporte escolar. Recordar compañeros. Jugadas. La vida misma.

“Después del partido frente a Cambaceres, el día que ascendimos, volvimos a Rosario, me fui a dormir y al otro día temprano, a laburar. Y eso que habíamos subido a la Primera “B” Metropolitana. Hoy las cosas cambiaron mucho”, te lamentabas a veces, viendo como el fútbol de hoy no era ni de cerca el que viviste.

23 de Mayo de 1990, cancha de Estudiantes de La Plata. El reloj marca 41 minutos del Primer Tiempo. Hasta allí, Argentino había sido mucho más ordenado que Cambaceres. Quizás el empate en Rosario de una semana antes, y el hecho de jugar de visitante el partido definitorio de ese Octogonal por el ascenso, hacían necesario un planteo prolijo. Cauto

No regalar nada y a la vez aprovechar al máximo las ocasiones. Córner para el Sala. Una rubia melena mete un trote desde el área nuestra a la de ellos. Es el Capitán de un Ejército Salaito yendo a la Batalla. Era el gesto inequívoco de “vamos”. Suben los centrales. Allá va el Toto. Al frente. Cómo el Cid Campeador. El reloj ahora ya indica que van 42. El centro fue abúlico, mal tirado quizás, pero que importa, si la perinola del fútbol hace que haya una segunda jugada de ese córner. Sigue el reloj clavado en 42. El mundo detenido. Un minuto eterno. La vida se juega en esa pelota que ahora sí va cayendo al área. “El 6!!!” grita el arquero rival. El Toto se mueve, se acomoda. Se pone a gusto. Se relame. La ve venir. Y la puntea. ¡De derecha!. El flaco rubio y zurdo, que había hecho del cabezazo un arma importante, la punteaba y de derecha. “El 6!!!” había gritado el arquero, que ahora solo ve una camiseta azul con ese número en la espalda, emergiendo de una montaña de camisetas iguales que saludan al goleador.

Apenas un año y medio antes, el 12 de Noviembre de 1988, Abel Piva había debutado en la Primera del Sala. Cancha de Chicago, a los 86 minutos. Fueron 149 veces las que se puso la camiseta alba, y en 147 de ellas, fue titular. Después se dio el lujo enorme de jugar en Primera División, nada más ni nada menos que en Independiente, de la mano de Pastoriza. Un Rojo de Avellaneda que venía de ser Campeón y Subcampeón,y donde el Toto se hizo un lugar, de titular obvio, y hasta supo gritar un gol.

Años después, la vuelta. El recuerdo de aquel equipo del 95, compartiendo la zaga con un “Flaco” Schiavi muy pibe. Las finales con Tigre.

La hoja se llenó. Tarea cumplida. No sabemos si cumplida del todo o a medias. Porque son miles las historias para escribir, los renglones por llenar. Cada hincha Salaito debe tener, al menos, una cosa para contar sobre vos. Algo vivido. El recuerdo de una jugada. De un asado. De una indicación táctica. Algo, lo que sea. Están todos invitados a hacerlo, a recordar y compartir.

Hace un año elegiste seguir estando de otra forma. Pero cada vez que un pibe se ponga la camiseta del Sala, en la división que sea, en la cancha que sea, en el tiempo que sea, deberíamos nosotros hacerles entender y que se lo graben a fuego, que hubo un tipo que se llamó Abel Piva y que la defendió a muerte.

No pedimos más que eso.

Por más Abel Piva. Por siempre Toto.

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