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Beppo Levi, el matemático que marcó a Rosario

En el último libro sobre el italiano Beppo Levi los autores recuperan cómo llegó a la ciudad, formó profesionales y avanzó en investigaciones importantes para la disciplina. El material fue editado por la Fundación Ross. Perseguido en la patria de Mussolini fue llamado por la universidad de Santa Fe

“Entendemos por erudito al que ha leído gran cantidad de libros, al que ha devorado varias bibliotecas, y por sabio al que es capaz de tomar las decisiones más acertadas en la vida y da el consejo adecuado en el momento oportuno. Beppo Levi era ambas cosas: erudito y sabio”, expresa Pedro Marangunic en el libro Nuestro Beppo. Historia del gran matemático italiano que eligió Rosario para siempre. “Quisimos destacar más al hombre que al matemático. Era un gran trabajador y un humanista muy comprometido con la sociedad”, explica la otra autora del libro publicado en 2018 por la Fundación Ross, Silvina Pessino. Para lograr un retrato íntimo ella entrevistó a la más chica de las hijas del científico, Emilia, de 96 años que hoy vive en Buenos Aires. También usaron un libro escrito por la hija mayor, Laura, que tiene anécdotas de alumnos, discípulos y la extensa producción escrita de Levi, que en gran parte hizo en Rosario.

Recorrido

Levi nació en Turín el 14 de mayo de 1875. Fue el cuarto entre diez hijos de una familia judía. Por talento y tenacidad se doctoró en matemática a los 21 años pese a serios problemas de salud que lo dejaron de muy baja estatura y a tener que trabajar desde muy joven para el sostén de la familia tras la temprana muerte de su padre. Estaba interesado en varias ramas de la matemática y sus aplicaciones. También en mecánica racional, epistemología, historia, filosofía y aspectos de la educación matemática. El esplendor de su producción estuvo en las primeras décadas del siglo XX cuando incursionó en casi todos los desarrollos matemáticos importantes de su tiempo.

Llegó a Rosario en noviembre de 1939 con 64 años. Un año antes, siendo profesor de la Universidad de Bologna, la más antigua y prestigiosa de Europa, quedó cesante por aplicación de las leyes raciales del régimen de Mussolini. Ninguna persona de origen judío podía dar clases. El nivel de persecución creció y le impidieron la entrada a la biblioteca y la hemeroteca de la universidad. “Era como cortarle las alas y empezó a pensar en la emigración”, sostiene el autor del reciente libro sobre Levi.

En 1920 nació la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria de la Universidad Nacional del Litoral, la actual Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Rosario. En 1938 el decano Cortés Plá junto a un grupo de colaboradores visionarios entendió que la docencia necesitaba del aporte de la investigación y decidieron fundar varios institutos. Entre otros, el de matemática. Necesitaban profesionales de prestigio para poder formar nuevas generaciones de investigadores. Sabían que Levi sufría la persecución y le ofrecieron venir a la Argentina para dirigir el naciente Instituto de Matemática. Como vicedirector trajeron a Luis Santaló, un brillante joven catalán perseguido por el franquismo.

Según relatos familiares, Levi llegó a Rosario con dudas porque no sabía lo que le esperaba, pero se sorprendió por la cordialidad y el entorno de trabajo que habían armado para él. Desde la facultad le habían consultado sobre qué obras fundamentales necesitaba para trabajar, las compraron y equiparon la biblioteca. Levi continuó las investigaciones, publicó libros, trabajos científicos y también dio clases en la facultad y en el profesorado que por entonces dependía de la Escuela Normal Nº 1 (actual instituto Olga Cossettini).

Cuando sus hijos eran pequeños Levi les escribió un libro donde proponía otra forma de enseñar matemática. Usó el concepto ordinal del número en lugar del cardinal que predominaba. Además se encargó de ilustrarlo de modo artesanal, con pequeños dibujos para cada ejercicio.

Un viaje de 15 días

Levi decía que aprendió español en el viaje en barco que duró quince días y desde un primer momento dictó sus clases en este idioma con un marcado acento italiano. Los ex alumnos de Levi contaban que al principio no le entendían bien porque tenía un nivel muy superior de conocimientos matemáticos. Le pedían si podía empezar desde el principio. La mayor parte de los cursos que dictó eran para docentes y estudiantes de Ingeniería de la UNR.

Según algunas anécdotas, por su baja estatura, el profesor no alcanzaba el pizarrón y pedía que lo acostaran sobre una mesa sobre la que se trepaba para escribir. Los alumnos lo rodeaban para seguir los razonamientos. También esperaban al final y después volvían a poner el pizarrón en la pared. Más de una vez Levo opinó sobre la forma de tomar exámenes. Le interesaba descubrir qué sabía el alumno y no qué desconocía. “Durante los exámenes tendrían que ser los alumnos los que hicieran las preguntas. Si entendieron harán preguntas interesantes y sino no tendrán qué preguntar”, decía Levi.

El matemático también enseñó sobre el oficio de investigador. Hablaba de sus trabajos diario, cómo se hacía una investigación, una presentación en un congreso o una publicación para una revista especializada. “Desde el principio planteó que su tarea en el país sería la de difusor del pensamiento matemático. Fue así como creó las publicaciones del Instituto y la revista científica Mathematicae Notae”, explicó el autor del libro sobre Levi. “Colocó a Rosario en el mapa internacional de la ciencia. Es el padre de la Matemática en Rosario”, afirman los investigadores en matemática.

Siempre según los autores del reciente libro, Levi estaba en todos los detalles. Viajaba a menudo a Santa Fe para explicarles a los tipógrafos de la imprenta de la UNL cómo había que hacer la simbología matemática.

Después de la Segunda Guerra Mundial Levi pudo volver a Italia, pero eligió seguir brindándose a Rosario. Había hecho muchos amigos y no quería defraudar a los jóvenes que formaba. “Dio ejemplos de ética, humildad y generosidad”, resaltan los autores.

Levi murió a los 86 años. Presentó la renuncia veinte días antes de su muerte cuando sintió que las fuerzas lo abandonaban. “Más que una nota de renuncia parecía un pedido de disculpas”, dice uno de los autores del libro.

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