El año pasado dos de cada 15 donantes fueron de Santa Fe. Los órganos y tejidos de esas personas fueron a 203 de las 8 mil personas en la lista de espera para trasplantes que coordina el Incucai. La provincia no dejó pasar el impacto de la estadística y en febrero anunció que estaba entre las tasas más altas del país y del mundo. El Cudaio, organismo santafesino encargado de las cirugías y traslados, incluso informó que había mejorado la media nacional de tiempo de espera para un trasplante de corneas: de 380 a sólo 140 días. Los buenos números y el mérito, sin embargo, no indujeron al gobierno nacional a mejorar las políticas de cuidado a los trasplantados. Al menos, no hacia los casi 300 de Santa Fe. Durante marzo, retrasó el envío de medicamentos. La semana pasada, y después de varios reclamos en ese sentido, el gobierno de Santa Fe decidió no esperar más a la administración central. Hizo lo mismo que en 2017 con las drogas para tratar a personas con HIV y tuberculosis: compró por su cuenta y gasto los medicamentos para los pacientes. No se trata de cualquier remedio. Por ejemplo, si un trasplantado de riñón (Santa Fe acumula 300 operaciones de este tipo en el hospital Cullen de la capital provincial) no los toma, tiene que volver a hacerse la diálisis. Y entonces, toda la espera y la inversión pública o privada es en vano. La ministra de Salud de la provincia, Andrea Uboldi, confirmó a El Ciudadano que esta semana la administración santafesina cubrirá esta deuda de Nación con los pacientes. “Dijeron que tenían problemas con las licitaciones. No podemos esperar y se regularizará la situación”, explicó la funcionaria.
A contramano
La semana pasada, pacientes que recibieron trasplantes durante el último año llamaron al senador provincial por el departamento Rosario y ex ministro de Salud, Miguel Cappiello. Estaban preocupados porque supieron que la provincia tenía problemas para hacerse de los inmunosupresores que toman para que su cuerpo no rechazo el órgano implantado. La provisión es responsabilidad de Nación. “Primero lo hicieron (por el gobierno nacional) con los anticonceptivos, después con los medicamentos contra el HIV y la tuberculosis. El laboratorio estatal de la provincia (LIF) se encargó de hacerlos. La ministra hizo los reclamos y dijeron que se les había caído las licitaciones y no lo iban a poder garantizar”, explicó el senador.
Para Cappiello, la falta es inédita y obligó al gobierno santafesino a usar presupuesto que debería tener otro destino. “Es inconcebible. Justamente para esta provincia, que es un bastión de la procuración, y con lo que cuesta que las personas se anoten como donantes. La gente responde, pero el Estado no acompaña. Juegan con la vida”, se quejó el legislador. De acuerdo con Cappiello, el LIF no está preparado para hacer este tipo de medicamentos aún.
El año pasado fue récord en cuanto a donaciones y trasplantes en Argentina. Hubo 593 procuraciones y 1.487 trasplantes en el país. Superó por más de dos puntos al promedio de 2016. En 2017, Santa Fe logró 77 donaciones y llegó a pelear los puestos altos del ranking mundial. Tuvo 22,3 donantes por millón de habitantes. Solo la superaron Suecia, Holanda, Canadá y Cuba, entre otros, que hace décadas mantienen políticas públicas de concientización y acompañamiento a pacientes.
El director de Cudaio (Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos, dependiente de la provincia), Martín Cuestas, explicó el contexto: “Los altos índices de donación se dan en coincidencia con un desarrollo avanzado de la medicina de trasplante, abordajes eficientes en la educación y campañas públicas, cultura de la donación voluntaria de sangre, presencia de otras conductas de convivencia ciudadana, entre otros factores, tal como acontece con el trabajo que desarrolla Incucai en tales materias”.
El norte
El modelo de referencia en la temática de donación y trasplante es España. Una gran cantidad de profesionales argentinos y latinoamericanos se formaron en hospitales donantes y en la trasplantología en ese país. Tienen un sistema de alerta operacional ante cada potencial donante, y la donación está incorporada a la rutina sanitaria y en la sociedad, a punto tal que el porcentaje de oposición familiar o de manifestaciones negativas en vida es cercano a cero.
En países como Japón, México y Arabia Saudí, la realidad es muy distinta. Los índices de donación son muy bajos a la vez que la necesidad de trasplantes es cada vez mayor, por lo que la demanda es cubierta por números crecientes de donantes vivos de riñón.