En un comunicado, el ex ministro de la Producción de Santa Fe y actual diputado nacional por el Frente Progresista, Luis Contigiani, enfocó en las políticas económicas de Cambiemos, en especial las que favorecieron el juego sin restricciones de los capitales especulativos, como la causa de la actual debacle del frente externo pero, sobre todo, las condiciones de vida de los argentinos y la caída de la producción y el mercado interno.
Una Argentina con menos industria, menos trabajo y más pobres
Desde que comenzó la actual gestión del gobierno nacional, advertí que estábamos frente a un modelo económico basado en el rentismo financiero y los sectores concentrados de la economía. Y recordé que la sociedad argentina ya había atravesado este tipo de modelo en otras etapas históricas, con consecuencias siempre muy negativas para las pymes industriales, el trabajo, las economías regionales, las cooperativas y los que menos tienen.
Por eso, denuncié el daño que la apertura indiscriminada de importaciones le causaba a la producción local cuando fui ministro de la Producción de Santa Fe, desde 2015 a 2017. Y luego como diputado nacional rechacé la reforma previsional, que ajustaba a los jubilados y una reforma tributaria que castigaba a las Pymes. También, en esas álgidas jornadas de diciembre, voté en contra del proyecto de Presupuesto 2018 que presentó el oficialismo, por entender que tenía índices y números dibujados.
Ojalá estemos a tiempo de evitar el peor desenlace. Pero el anuncio ayer del inicio de gestiones ante el Fondo Monetario Internacional por un préstamo, traen a la memoria una película con final anunciado: El acuerdo con el FMI va a profundizar la crisis. Vamos a tener más deudas, más fugas de capitales y más pobres.
Frente a la peor corrida cambiaria de los últimos años, la fuerte fuga de capitales y el derrumbe generalizado de bonos y acciones, el discurso oficial expresa que se trata de un fenómeno de carácter transitorio, generado por un “cambio de tendencia en el sistema financiero internacional”.
Lo que el gobierno nacional no puede ocultar es que generó su propia crisis, beneficiando a unos pocos mediante la llamada “timba financiera” y la devaluación, perjudicando al mismo tiempo a la mayoría de los argentinos. Lo que está ocurriendo actualmente no expresa un problema de carácter coyuntural, sino que es el reflejo de serios problemas estructurales, que son la lógica consecuencia del modelo económico implementado desde el inicio de la gestión de Mauricio Macri.
La seducción hacia los capitales golondrinas, la apertura económica irracional, la desregulación irresponsable de los mercados, el enfriamiento de la actividad económica real (producción, trabajo, y consumo) son piezas claves para comprender la actual corrida cambiaria. La apertura económica nos condujo el año pasado al peor déficit comercial en muchos años, mientras que la desregulación del mercado cambiario realizada por el Banco Central desde el 2016, generó las condiciones para una exacerbación de las maniobras especulativas, cuyas consecuencias se empiezan a pagar ahora.
Un ejemplo de esto: en 2017 el Banco Central decidió eliminar los plazos para que los exportadores liquidaran sus divisas, con lo que renunció a un ingreso genuino de dólares al país y estimuló los comportamientos especulativos. Esos son los dólares que ahora faltan y que le vamos a pedir prestados al Fondo Monetario.
Tasas de interés estratosféricas en el mercado financiero, con fuerte ajuste fiscal bajo las habituales pautas recesivas del FMI y un dólar fuera de control, configuran el combo que puede conducir a la economía argentina a un escenario cada vez más deprimido de cara a los próximos meses, con un inevitable enfriamiento del consumo interno, una distribución regresiva del ingreso, un golpe negativo para la tasa de inversión y la producción industrial. Un nivel de actividad económica débil en combinación con una inflación alta es lo más cercano al concepto de estanflación.
Rediscutir un presupuesto que fue siempre una mentira
A fines del año pasado, y a los pocos días de haberme incorporado a la Cámara de Diputados de la Nación, voté en contra de la ley de Presupuesto Nacional para el 2018. Lo hice en el convencimiento de que se trataba de un dibujo obsceno, porque es claramente contradictorio con la realidad que vive la mayoría de los argentinos y la macro economía del país.
A la luz de los últimos acontecimientos, queda en evidencia que los planes del Poder Ejecutivo nacional para el presente año eran una película de ciencia ficción. La economía no va a crecer el 3,5%, ni la inflación será del 15 %, ni el valor del dólar se ubicará donde ellos lo proponían en $19,30. Como consecuencia de todo ello, la recaudación impositiva no será la que tenían proyectada, el nivel y la composición del gasto público no estarán en sintonía con lo que habían presentado en el proyecto que pasó por el Congreso y con el cual se habían comprometido frente a la sociedad.
Adicionalmente, ahora resulta que también tenemos sobre la mesa un “financiamiento preventivo” de parte del FMI -al no ser presupuestado, tampoco fue lo suficientemente preventivo-. Y como suele ocurrir en estos casos, el organismo de crédito comprometerá recursos a cambio de un importante ajuste fiscal, que seguramente será superior al que se anunció el viernes pasado, cuando ya se habló de reducir la obra pública en $30.000 millones.
De todo lo anterior, se deduce que apenas finalizado el primer cuatrimestre de 2018, la principal herramienta de gestión pública de un gobierno nacional para todo el año, como es la Ley de Presupuesto, constituye un documento sin ningún valor operativo, una herramienta de trabajo totalmente desconectada de la realidad.
A partir de lo anterior vamos a solicitar al Poder ejecutivo que envíe al Congreso para su tratamiento una rectificación al Presupuesto original, a los efectos de que la sociedad pueda saber hacia dónde va la gestión de gobierno nacional y a quienes está beneficiando en términos de política económica.
El presidente Macri expresó ayer que siempre habla con la verdad. Podría entonces empezar por sincerar el Presupuesto 2018, porque lo que está escrito fue siempre una mentira.