Los ánimos en el Viejo Continente estaban cada vez más caldeados y la segunda gran guerra estaba al caer. Pero el show debía continuar. Los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín habían tenido un torneo del fútbol, el cual quedó para Italia, alcanzando así su primera medalla dorada. Y fue en esa ciudad donde se realizó la reunión de Comité Ejecutivo de Fifa, que designó a Francia como sede mundialista para 1938.
Argentina y Alemania también eran candidatos, pero la votación terminó a favor de los galos por 18 sufragios contra 4 para Argentina y ninguno para los teutones. Los criollos, disgustados con la decisión, renunciaron a participar de la competencia, aunque luego cambiarían de parecer y avisaron que irían, pero si quedaban exceptuados de jugar la eliminatoria, la cual tendrían que jugar ante Brasil.
Los uruguayos mantenían el boicot a los europeos, en venganza a la ausencia de estos en la Copa que se había jugado en Montevideo 8 años antes. Tras la renuncia final de Argentina, el resto de las asociaciones americanas se plegó al boicot encabezado por los rioplatenses, con excepción de los brasileños y Cuba.
Con 37 selecciones inscriptas, cuatro más que le edición anterior, además de Francia como organizador e Italia como defensora del título, las eliminatorias clasificaron a Alemania, Suecia, Noruega, Polonia, Suiza, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Holanda y Bélgica. Rumania, Brasil y Cuba entraron sin jugar un solo partido preliminar, al igual que las Indias Orientales Holandesas, selección a la que a partir de 1950 se convertiría en Indonesia.
¿El desenlace? Italia bicampeón, que a diferencia de la final pasada, se sacó de encima con bastante facilidad a Hungría imponiéndose 4-2 con Giusseppe Meazza conduciendo los hilos y los dobletes de Colaussi y Silvio Piola.
Por supuesto que Mussolini volvió a hacer de las suyas, repitiendo la orden de “Vittoria o la morte” al plantel que también dirigía Vittorio Pozzo, el DT campeón en 1934.
Así terminaba el Mundial en tierras europeas y en Sudamérica esperaban ansiosos para organizar su Copa en los siguientes cuatro años, pero la Segunda Guerra Mundial pospuso todo hasta 1950.
El goleador: Leónidas (Brasil)
El Diamante Negro se despachó con 7 tantos, aunque uno de ellos quedó para la eternidad. ¿Por qué? Perdió un zapato y siguió jugando, convirtiendo un gol en el triunfo 6-5 sobre Polonia en octavos de final que pasó a ser conocido como el “Gol de las Medias”.
El DT campeón: Vittorio Pozzo (Italia)
Nadie aún ha logrado igualar su récord de ganar dos Copas del Mundo de manera consecutiva y al frente de un mismo seleccionado. Solamente el inolvidable DT oriundo de Turín y también campeón en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, tiene ese honor.
La figura: Giuseppe Meazza (Italia)
Capitán y conductor de la Azzurra, el histórico futbolista italiano se erigió como la gran figura. Meazza, que también se había coronado cuatro años antes, sigue siendo el segundo máximo artillero en la historia del Calcio y actualmente el famoso estadio de Milán lleva su nombre.
La revelación: Gyula Zsengellér (Hungría)
Hungría, el “campeón sin corona”, comenzaba a mostrar todo lo que daría en los años posteriores. Junto a Gyorgy Sarosi armaron una dupla letal que terminó con 10 goles. Zsengellér finalizó su carrera con 448 tantos en 433 partidos oficiales. Un verdadero animal del gol.
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