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Todo empezó con Diego Maradona

Villa Ramallo, mediodía del 8 de junio de 1990. En las puertas del Jardín de Infantes 901 había un revuelo importante. Todos estaban acelerados, eléctricos, impacientes. Recuerdo que mi mamá me fue a buscar en el Ford Falcon gris, me subí al asiento de adelante, que en ese entonces consistía en una gran butaca, sin separación, de lado a lado, y partimos raudos hacia la casa.

Yo no entendía mucho lo que pasaba, pero estaba asistiendo a mi primer recuerdo mundialista, pasión que luego me acompañaría por el resto de mis días. Argentina, la selección campeona del certamen anterior, jugaba en el partido inaugural del Mundial de 1990 contra Camerún.

Llegamos a casa y, para mi sorpresa, todo era una gran celebración. La mesa larga, que desembocaba en el modular con el televisor en altura, estaba llena de fiambres, quesos, palitos, como en una fiesta. No sólo estaban mis viejos y mis hermanas, sino también los vecinos: Delia, Doña Amalia, son algunos de los que me vienen a la mente.

El televisor Hitachi de 8 canales, que mi papá había comprado para ver el Mundial de 1978, estaba listo para ver el debut argentino. El resultado de ese partido fue una decepción, pero no es el recuerdo que guardo de ese día. Para mí fue una fiesta.

Las imágenes continúan como flashes. A pedido de mi hermana Miriam dibujé al plantel de la selección, recuerdo los rulos de Troglio y el pelo rubio de Caniggia. No puedo olvidar las charlas con mis compañeritos de la salita de cinco sobre los penales de Goycochea, mientras tomábamos el mate cocido con galletitas. Ni hablar de la impresión que me causó Maradona, lo enojado que estaba en el partido contra Italia porque nos chiflaban el Himno. Y la final con Alemania, lo triste que nos sentimos porque creíamos que con el Diego todo era posible.

A veces me pregunto por qué soy tan maradoniano si casi no lo vi jugar en su esplendor, si los relatos de su épica siempre me los contaban los más grandes. Creo que el germen estuvo ahí, en 1990, yo era muy chico para comprender y apenas recuerdo momentos, pero algo me movilizó: su talento para desparramar brasileños en el campo de juego pero también su don de líder, el Maradona que sin importar las circunstancias se enfrentaba a todos y se ponía al frente de la selección argentina.

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