Por Espectáculos «El Ciudadano»
“La fama no me gusta”, dijo Cristian Pity Álvarez hace cinco años en una entrevista con El Ciudadano en una de sus últimas visitas a la ciudad y a pesar de que su imagen pública, esa que los medios de comunicación se encargaron de construir (y mucha de la cultura del rock and roll exaltar y glorificar), lo contradecían a cada paso, hay quienes lo conocieron bien y desde su entorno más íntimo pudieron ver que la indiferencia social era el peor camino. No había un buen pronóstico.
Su madre, Cristina, padeció un suplicio progresivo que desencadenó, esta semana, en el final más trágico y anunciado para Pity, quien asesinó a un hombre (un supuesto amigo) de cuatro balazos, tras arrastrar desde hace décadas problemas con las drogas.
Pity Álvarez comenzó a consumir droga a los 14 años: “Me prometió que la iba a dejar –recordó Cristina en estos días–. Siento culpa y vergüenza por cosas que él hacía. Era muy inteligente y lo sabía manejar, lo arreglaba. No sé en qué se transformó”.
El viernes, el momento del ingreso de Pity a la comisaría tras haberse entregado a la Justicia después de muchas horas de búsqueda, fue transmitido en cadena nacional por todos los canales de tevé del país. “Yo disparé, lo maté, era entre él o yo. Cualquier animal hubiera hecho lo mismo”, decía el músico al bajar del auto, rodeado de periodistas, frente a la comisaria en la que se fue a entregar en Buenos Aires. Se lo veía relajado, “vengo a contar lo que pasó”, decía y parecía incrédulo ante la gravedad de la acusación que pesaba sobre él.
Desde entonces está detenido. Y desde entonces, el morbo televisivo, ese mismo que lo alentó en su otrora derrotero de drogas, noches y shows suspendidos, tomó dos carriles: pronosticar a qué hora comenzaría a sufrir el síndrome de abstinencia y cuántos años le cabrían de pena por homicidio.
Álvarez cumplió 46 años el 28 de junio pasado y su vida, desde hace tiempo, es una catarata de conflictos, accidentes y denuncias ¿Cómo los medios transformaron a este pibe del conurbano en el protagonista de un show mediático? El Estado no se hizo cargo de una persona que hace ocho años fue procesada por portación ilegítima de arma luego de haberle disparado a su propio manager. Es más, tampoco, en ese momento, la Justicia intervino por las lesiones que sufrió la víctima porque no había una denuncia, se dijo por entonces.
Hace cinco años fue imputado por el robo de una cámara de televisión al canal América mientras los periodistas hacían una guardia para entrevistarlo. Por esos mismos días, Pity, de paso por Rosario para ofrecer un show en el ya desaparecido Willy Dixon, encerrado en la habitación del hotel donde estaba alojado, le dijo a El Ciudadano respecto de qué le gustaría que pase con su música: “Que la gente pare la oreja y la escuche”. Y en relación con su objetivo para con la música, respondió: “Quiero superarme cada vez más y que la música salga mejor”.
La madrugada del último jueves, el músico asesinó a Cristian Díaz, un hombre de 36 años, en el barrio Samoré de Villa Lugano, donde se crió y vivió toda su vida. Poco después arrojó el arma y huyó en su auto a través de la noche quizás buscando una ayuda que no encontró, y finalmente se entregó acompañado de su abogado.
“Este caso toma relevancia porque hay una figura pública de por medio, pero puede servir para iluminar sobre otros casos y pensar por qué hay varones que deben disputar su masculinidad en el espacio público como algo ligado a mostrar valentía, aguante y «que se la bancan»”, dijo la abogada rosarina Eugenia Cozzi, al medio porteño Cosecha Roja. Para la magister en Criminología y Control Social se trata de un tema de “hipermasculinidad”, donde una sobreidentificación con la construcción social de la masculinidad lleva a un despliegue de la violencia como prueba de esa masculinidad.
Menos academicista que la especialista, el cantautor Omar Mollo salió también en las últimas horas a hablar tras lo sucedido y opinó que “podría haber terminado como él”, refiriéndose a Pity. “Por supuesto, a mí me cura quien yo quiero. Si yo no quiero, no me cura nadie. Me salvé yo. Es un infierno”, relató respecto del mundo del rock y de la noche, al tiempo que contó que no sintió asombro por el final de Álvarez. “El deterioro del Pity era evidente. Su encierro y agresiones que había tenido con gente amiga. Yo lo comprendo porque él quería un mundo perfecto que nunca iba a existir. Estaba muy sensible. Pido a Dios que recapacite y que dejen de pasar estas cosas. Creo que consumía cosas que en otros países se tiran”, argumentó.
La falsa moral de la que se nutren los medios argentinos alimenta la lógica perversa de la que Pity fue víctima y terminó convirtiéndose en victimario. Fue un sujeto factible de ser usado, descartado, interpretado y recatalogado hasta el final: de rockstar a asesino.
El camino no fue lineal sino turbulento como su vida misma. No se privó de posar armado frente a las cámaras. Para aquellos testigos fue una gracia. Daba rating. La lógica perversa que rigen a los medios, se extiende y enriquece en la participación de un mismo equipo: el Estado, la Justicia y los medios. Los ganadores, esta semana, fueron (y seguirán siendo) los creadores del show.