Por: Franco Trillini
La expectativa era enorme. Los 47 goles marcados a los largo de toda la temporada con la camiseta de Barcelona, la facilidad para gambetear rivales, más el vértigo y la explosión que lo distingue, convertían a Lionel Messi en la máxima esperanza del seleccionado nacional y en la principal estrella que tiene el Mundial de Sudáfrica 2010.
Es cierto que antes del inicio del certamen, el rendimiento de la Pulga con la camiseta argentina no era ni remotamente similar al nivel exhibido todos los fines de semana en el conjunto catalán. En cada oportunidad que había defendido la albiceleste, el rosarino lució desconectado e impreciso, fruto sin duda de la falta de juego asociado que desde hace tiempo venía padeciendo el equipo de Diego Maradona.
Con el correr del tiempo, las críticas fueron aumentando en los distintos medios, mientras que del otro lado del Atlántico, la prensa catalana defendió férreamente a Messi, culpando a Maradona de no saber explotar las extraordinarias virtudes que posee el jugador. “Que se quede jugando en el Barcelona”, era una de las tantas frases negativas que repetían algunos detractores de la Pulga, a la hora de hablar de de sus rendimiento en la selección.
Maradona hizo oídos sordos a las críticas y rápidamente comenzó a preparar al rosarino para la cita mundialista. Con regulares visitas a España, le brindó confianza y apoyo en todo momento, con la intención de que el joven de 23 años comprenda que todo estaba encaminado para que el Mundial sea definitivo camino a la gloria.
La presión era enorme. Sin tener en cuenta los ríos de tinta que se escribieron sobre su posible rendimiento en todos los diarios del mundo, el hecho de que Maradona opine que “va a ser el más grande de todos los tiempos” o bien que “la selección sigue siendo un Rolls Royce con Messi manejando”, sin dudas ponen la piel de gallina a más de uno, añadiéndole una carga pesadísima sobre sus hombros. Los ojos de millones de personas estaban sobre él.
Y en su debut con la número 10 en la espalda, Messi no defraudó. La Pulga logró superar sin dificultades los nervios y la ansiedad del primer partido, a tal punto que finalmente el pueblo argentino pudo decir “éste sí se parece al que juega en Barcelona”. El rosarino brindó un verdadero espectáculo de velocidad y gambeta, dejando en claro que fue el mejor jugador argentino. Pero por sobre todas las cosas, lució enchufado y con ganas de brillar, justamente lo que se le venía exigiendo en sus anteriores compromisos con la selección. Messi es la principal arma argentina, el as en la manga que tiene el seleccionado de Diego Maradona para ganar el Mundial.
Faltó el gol, es cierto. Pero qué dudas caben que jugando como lo hizo ayer frente a Nigeria, serán muchos los rivales que lamentarán haberse cruzado en el camino de Messi hacía la conquista de la Copa del Mundo.